Nicolás Maduro acaba de firmar un Decreto de Conmoción Externa creyendo que, con un simple papel, podrá detener lo inevitable: la entrada de las fuerzas estadounidenses a Venezuela para capturar a los capos del Cartel de los Soles y desmantelar los laboratorios de droga que sostienen económicamente a la dictadura.
Lo llaman “decreto de defensa”, pero en realidad es el decreto de la desesperación. Un intento torpe y ridículo de blindarse frente a lo que todos sabemos que viene: una operación internacional que va directo contra el corazón del narcoestado venezolano.
Maduro dice que el decreto es para “contrarrestar las acciones militares extranjeras en el Caribe”. Lo que no dice —porque no puede— es que esas operaciones ya tienen meses cortando las rutas del narcotráfico del régimen, interceptando buques, submarinos y embarcaciones que transportan toneladas de cocaína hacia Estados Unidos, Europa y África.
Pero vamos al fondo: Venezuela vive en estado de conmoción desde hace 27 años. Desde que Hugo Chávez llegó al poder y secuestró las instituciones, la Constitución y la esperanza. Desde que Maduro, el 14 de abril de 2013, robó unas elecciones y se sentó sobre la voluntad de millones de venezolanos.
¿De qué “conmoción” habla Maduro, si los venezolanos vivimos conmocionados todos los días?
Conmocionados por el hambre, por la pobreza, por los salarios de miseria, por los hospitales sin insumos, por las escuelas en ruinas, por los servicios colapsados, por los presos políticos torturados y por el exilio de millones de compatriotas que huyeron para sobrevivir.
Venezuela no necesita un decreto de conmoción. Venezuela necesita el fin de la dictadura.
Y que no se equivoquen Maduro y Diosdado Cabello: ese decreto no los va a salvar. Los radares, los satélites y las agencias de inteligencia del mundo ya saben dónde están sus cargamentos, sus socios, sus cuentas y sus cómplices.
Los días del Cartel de los Soles están contados.
Los días de la narco-dictadura están contados.
Porque la verdadera conmoción que viene no será decretada: será la conmoción judicial y política que sufrirán cuando los veamos esposados, extraditados y encerrados en una cárcel de máxima seguridad en Estados Unidos.
Y cuando eso ocurra, cuando el miedo cambie de bando, el pueblo venezolano podrá firmar su propio decreto: el decreto de libertad.