(14 de noviembre del 2024. El Venezolano).- El papá visto desde la hija. Buenas intenciones, buenos alumbramientos. Porque después de todo, después de tanta añoranza, de tanto combate, ahora corresponde que la memoria haga acto de presencia, estabilice las emociones y testimonie lo que ocurrió, en la medida de lo posible, durante esas ocho décadas que vivió Carlos Alberto Montaner, periodista, escritor y político cubano, que falleció el 30 de junio del año pasado, pero que su legado, y en especial, su digna disposición de decir adiós, ha sido escrita por su hija, Gina Montaner en el libro Deseénme buen viaje, memorias de una despedida, el cual se presentará en la Feria Internacional del Libro de Miami, el próximo 17 de noviembre.
Por: Ramón Navarro
El tema recurrente, razonablemente recurrente, en la obra de Carlos Alberto, es la libertad, como condición inherente en el ser humano, autonomía y derecho conquistado, pese a los obstáculos, tanto así que fue libre, muy libre, al momento de zanjarse por esa realidad ineludible que es la muerte. Nunca bajó la cabeza frente a esa circunstancia. Erguido, valiente y magnánimo, atendió a su yo interno, y dejó entrar a la eutanasia, con toda su prescrita ley, convencido de esa suprema decisión.
Gina hace que fluya el verbo de su padre en su relato. El viejo cansancio, la fatiga, la conquista del estrés, el escape, la política, el amor, la diáspora, por citar solo unas circunstancias de miles que bordearon su existencia. Quizás, como conmovedoramente se lee en Memorias de Adriano, de Marguerite Yourcener, Carlos Alberto, donde quiera que esté, se felicite, como el Emperador, y se felicite de que el mal “me haya dejado mi lucidez hasta el fin…Tratemos de entrar a la muerte con los ojos abiertos”.
-¿Cómo se sintió cuando su padre le pidió que lo ayudara a morir?
No me sorprendió porque él siempre había defendido el derecho a la eutanasia y cuando me lo pidió ya estaba padeciendo los estragos de su enfermedad neurodegenerativa. No obstante, fue muy duro para mí asimilar que debía iniciar con él el proceso de prestación de ayuda para morir en España. Tenía que ayudar a marcharse de este mundo a la persona más determinante en mi vida.
-Sabido es la intensa lucha de Carlos Alberto por las libertades, de Cuba y
más allá. ¿Hasta dónde esas circunstancias de permanente forcejeo
dialéctico atentaron contra su vida?
En efecto, mi padre dedicó gran parte de su vida al activismo a favor de la libertad en Cuba, a la defensa de la libertad en general. Y tenía como enemigo potente a una dictadura, la cubana, que empleó todas sus armas para intentar (en vano) neutralizarlo. Eso trae consigo un desgaste, pero también era su pasión y su compromiso moral.
-¿Qué es lo que más admiraba de tu padre?
Precisamente el tesón con que siempre defendió las ideas de la libertad, su vitalidad y, también, su voluntad de ser tolerante y estar abierto a otras ideas. Era alérgico al dogmatismo. Mi padre era un liberal en el sentido más amplio.
-El partido Unión Liberal Cubana, fundado por Carlos Alberto en 1990, hizo
un esfuerzo ciclópeo en el exilio para construir una transición a la
democracia en Cuba ¿Qué pensaba su padre de ese intento por
restablecer las libertades?
Hasta el último momento de su vida creyó en esa Cuba futura que tarde o temprano dará paso a la transición a la democracia. Su última columna sindicada (antes del escrito póstumo que dejó) fue una carta abierta al actual gobernante, Miguel-Díaz Canel, en la que, una vez más, dejaba constancia de que el castrismo es un callejón sin salida y que la única alternativa viable es que acaben por desmontar un modelo fallido y totalitario.
-Carlos Alberto apoyó a la Revolución cubana en un momento, y luego se
decepcionó, y fue arrestado. ¿Cómo procesaba él la impotencia de ver que
pasaban los años y la dictadura continuaba allí?
Mi padre era muy joven cuando triunfa una revolución que, en un primer momento, gran parte de la sociedad cubana apoya por presentarse como un movimiento de supuesta justicia social cuando, en realidad, era el asalto del castrismo. Él tuvo la fortuna de poder exiliarse y desde el destierro luchar por esa transición que no pudo ver. Es verdad que se marchó con el pesar de no ver ni vivir el cambio, pero nunca perdió la fe en las generaciones que protagonizarán esa transición. Era un hombre optimista.
-En tu libro de memorias, Deséenme un buen viaje, ¿qué aspectos de la
vida de tu padre constituyen una enseñanza de vida para ti?
Su compromiso con la libertad frente a cualquier modelo político (populismos de izquierda o derecha) que pretenda recortar las libertades. Vivió libremente y también quiso morir libremente, en sus propios términos. Para mí eso fue una enseñanza invaluable.
-El deterioro de Carlos Alberto, esa rara enfermedad que lo torturó ¿qué
piensas de esas manifestaciones del destino?
A mi padre le tocó padecer un Párkinson atípico y más severo, la parálisis supranuclear progresiva, y sencillamente aprovechó el tiempo lo mejor que pudo: en 2019, ya aquejado por la enfermedad, publica sus memorias, Sin ir más lejos, consciente de que el deterioro acabará por cercarlo. Era muy racional y decidió acogerse a la eutanasia antes de que el deterioro le mermara todas sus facultades. Vivió plenamente y quiso ser dueño de su destino hasta el final.
-Carlos Alberto señaló en una ocasión que Guillermo Cabrera Infante y
Alejo Carpentier, eran los escritores más importantes de la segunda mitad
del siglo XX en Cuba. ¿Quién era más agudo, certero, enemigo a rajatabla
de la dictadura, tu padre o Guillermo?
Son dos estilos y dos personalidades diferentes. Cada uno hizo aportes importantes a la lucha por la libertad en Cuba
-Aunque escribió cuatro novelas, el ensayo era su género predilecto. ¿Cuál
es el libro que mejor lo definió?
Yo me quedo con sus Memorias porque en ellas veo al personaje más íntimo que recorre su vida con la idea de que el camino que le queda se acorta. Desde luego, su amplia obra y análisis sobre Cuba quedan como legado para ser estudiado.
-¿Cómo abordó el desarraigo?
El desarraigo forma parte de la historia de mi familia, marcada por el exilio temprano de mis padres. Es nuestra seña de identidad. Lo fue para él hasta el final: la asignatura pendiente de un retorno que no pudo ser. Eso sí, tuvo una vida muy plena y enriquecedora en el exilio.
-¿Pudo terminar el libro que versaba sobre Laura, una de las hijas de
Carlos Marx, que se había casado con el cubano Paul Lafargue?
Mi padre no pudo concluir esa novela debido a las crecientes dificultades que le generaba su enfermedad. Es un libro inconcluso.
-El titulo Deséenme un buen viaje ¿de dónde nace?
A mi padre se le practicó la eutanasia en la intimidad del hogar y rodeado de sus seres queridos. Antes de que el magnífico equipo médico de la sanidad pública española la realizara, eso fue lo que nos dijo a modo de despedida, “Deséenme un buen viaje”. Se marchó sereno y en paz.