(21 de junio del 2024. El Venezolano).- Nadie apuesta por la victoria de Nicolás Maduro, ello, tal vez, porque el presidente ha quebrantado la democracia.
Por José Antonio Medina Ibáñez
Ese será su legado, no supo leer la calle, no se dio cuenta que a la lujosa zona de Las Mercedes y, a la abundancia de alimentos importados en los Bodegones de la Gran Caracas, durante 2023, el 47.4% de sus vecinos solo los veían desde fuera porque padecían, según Encovi, de pobreza extrema; en Maracaibo el dato era espeluznante: el 76.5%.
Los venezolanos, que se agotaron de esperar la prometida recuperación económica, saben que Maduro ya no tiene fundamento alguno donde asirse y que, las fisuras producidas en las instituciones chavistas han cerrado, prácticamente, la salida democrática.
Ahora, todos los rojitos están respirando impacientes para que el techo electoral de Maduro supere los 5.2 millones de votos y sume otro milloncito de colegas periféricos como en 2018, todo ello acompañado de una abstención que también supere el 53.93%. Un escenario que no parece posible si, como dicen algunas encuestas, el 86% de los venezolanos ha decidido votar y, de ellos el 51% lo hará por González Urrutia y, el 17% por Maduro. Mal asunto para el hijo del comandante supremo.
Maduró se convenció de que la desinformación era un invento exclusivo del PSUV, olvidándose que el mundo se ha globalizado y, que apretando un botón, el menos avezado se entera de cómo van las cosas en Cuba o Nicaragua.
La polarización es tan en extrema en Venezuela, que no hay sesudos en los mentideros discutiendo quién será el ganador el 28 de julio; ahora debaten sobre cómo será la reconciliación entre los venezolanos y, cuáles son los grandes retos que González Urrutia tiene, muchos apuestan por comenzar por la concordia nacional y la estabilidad económica (petróleo) e industria, aprovechando, según Conindustria, el crecimiento industrial del 16.9% (media) en relación a 2023, otros por la formalización del empleo, el control de la inflación y, la retribución salarial y, otros por la sanidad, la corrupción, la seguridad ciudadana y, el apoyo internacional.
El caso es que todos coinciden en que, revolviéndose estos temas, habrá estabilidad política, social y, tal vez, regrese la materia gris universitaria que se fue huyendo entre 2012 y 2017.
El venezolano no es distinto al español o al belga, necesita poder comer y para ello poder comprarla y, si no puede se pone de mal humor se le explique como se le explique; ahí no hay tutía.
Las alternativas de Maduro
A Maduro le quedan pocas salidas, la primera es hacer unas elecciones libres y limpias, comenzando por aceptar a todos los observadores internacionales permitiéndoles realizar informes parciales y totales de las votaciones, sin embargo, sigue convencido de que la participación en el extranjero no llegará a las 100 mil personas, que desde julio hasta enero hay mucho tiempo, incluso para repetir las elecciones como lo hizo en Barinas en 2022, que durante las votaciones muchos representantes de las mesas electorales opositoras no irán porque no saben dónde están sus centros, que el Esequibo puede obligar a decretar un estado de sitio o, simplemente, que se convierta en dictador al 100% como lo anunció en 2017. Una locura, pero así es.
El problema es que, como Hugo Chávez, Maduro utilizó tanto las lamentaciones que levantó un muro para dividir a su país entre patriotas y traidores, convirtiéndose en un presidente límite y polarizador, no homologable para una democracia.
Dónde vivirá Maduro
Si entrega el poder, no se descarta que se marche de su país, seguido por su tren más comprometido, dejando a millones de seguidores temerosos de su destino. A ellos, González Urrutia debe asegurarles, durante su campaña, el reencuentro y la reconciliación.
No obstante, aunque puede irse, hay una recompensa económica de los EE.UU, sobre él y sobre muchos de sus seguidores y, eso pesa mucho, así que, irse puede, pero a dónde, es otra cosa. El mundo se les ha hecho chiquito.
Para colmo, Lula le dijo que lo que hacía no tenía explicación, Petro le llamó dictador y, Mujica, que está más loco que una cabra.
A estas alturas, el presidente debe haber asumido su pérdida de popularidad y, de la capacidad de sacar a la gente a las calles. El termómetro marca 39º y no es 28 de julio.
Si cae Maduro, cae el hijo del mesías sin tener a un sustituto para sacar del barro al socialismo del siglo XXI. Ellos solitos montaron la fiesta y, ellos solitos la van a terminar.