(26 de septiembre del 2020. El Venezolano).- Los uniformes, aunque bien podrían ser lo menos relevante en el formato de clases online dictaminado por Covid-19 en el país, siguen siendo un accesorio esencial. La mayoría de los colegios en Venezuela han requerido su uso y los padres venezolanos se debaten entre adquirirlos o pagar un mejor servicio de internet.
Entre 5 y 13 dólares es el precio por una chemise escolar, que puede variar por tallas o colores, en una pequeña feria ubicada en la entrada hacia el bulevar de Sabana Grande desde Chacaito. Sucede igual con los monos y pantalones que abarcan desde la talla 2 hasta la 16 y su precio oscila entre 4 y 12 dólares.
Neybe Escalona, encargada de uno de los stand desde hace 8 años explicó que en esta oportunidad las ventas han sido insuficientes desde que se instalaron a principios de septiembre, con la autorización de la Alcaldía de Libertador, el Ministerio de Comunas y la Policía Nacional Bolivariana.
“Dos piezas he vendido yo en las dos semanas que llevamos. Igual esperamos que de aquí a octubre podamos vender algo más. Todos calculamos que en diciembre se puedan retomar las actividades presenciales y eso nos hace pensar que los padres irán comprando los uniformes poco a poco”, dijo con la esperanza de que las ventas mejoren una vez que regresen a los locales comerciales en los alrededores de la feria.
Mientras tanto, potenciales compradores se acercaban y seguían consultando precios. Los morrales, con costos entre 8 y 40 dólares, eran los artículos que menos interesaban, al no ser imprescindibles en la nueva modalidad escolar a distancia. A diferencia de ellos, los precios de las franelas eran los más consultadas. Mercedes y su hija de 14 años, aunque dijeron que no comprarían nada ese día, aprovecharon para evaluar precios ante la posibilidad de un reinicio de clases in situ.
“Ella por ahora usará la misma camisa azul del año pasado, pero llegará un momento en que hay que cambiarla, y esperamos hacerlo al mismo tiempo que le toque regresar al colegio”, indicó la madre.
En el caso de Juan Peraza, sí tuvo que costear el nuevo uniforme de su hija en edad preescolar, así como todos los útiles de la lista escolar. Estuvo de acuerdo con la decisión que tomó la unidad educativa sobre la vestimenta de los niños a distancia, como si se tratara de un día más de asistencia a la institución. Consideró que esto aportaba disciplina y marcaba rutina en los pequeños.
Otros padres se han quejado de la petición en otros colegios caraqueños y creen que lo realmente importante en las clases online es la posibilidad de acceso a internet que tenga cada uno de los estudiantes en sus hogares. De acuerdo a una encuesta del Observatorio Venezolano de Servicios Públicos en el mes de septiembre, el 62,2% de los encuestados en las principales ciudades de Venezuela no contaba con un servicio con la suficiente capacidad para trabajar o estudiar a distancia.
“¿Clases online en el país con el internet más lento de todo el continente americano? No lo entiendo. Y menos entiendo que le den esa relevancia a los uniformes para una conexión que durará 10 minutos o menos por las constantes caídas del servicio”, comentó Francisco, padre de una niña de 10 años y un niño de 7.
Algunos profesionales docentes, que también sufren de limitaciones como fallas de internet o falta de dispositivos móviles inteligentes para impartir las lecciones, han presentado opciones junto a las instituciones educativas como la entrega de guías en los planteles y el reciclaje de útiles escolares de años anteriores.
“La maestra me dio una bolsita con lápices, creyones, papel lustrillo, seda, cartulina, plastilina y otras cosas. Me dijeron que con lo que se tuviera en casa se iba a trabajar, tampoco me dijeron para comprar el uniforme porque es la primera vez de mi hija en escuela, que esperara una vez que se reactivaran las clases y que en todo caso darían tiempo para comprarlo”, añadió Yessica Febres, madre de una pequeña de 3 años.
Así es como la desigualdad sigue imperando en la educación venezolana mientras el buen desarrollo de un nuevo año escolar sigue en riesgo y asoma mayor deserción.
La Patilla