(10 de febrero del 2025. El Venezolano).- Como escribía nuestro amigo costarricense, Mario Zaldívar en su libro ¨EL MITO DE LA SONORA MATANCERA¨, Nelson alcanzo a unir al Caribe, a Colombia con la Habana, atando el porro con la guaracha y la cumbia con el bolero.
Escrito por: Dr Ricardo Campanella G / Medico Ortopedista
Textual, ¨Nelson Pinedo inyecto a la Sonora Matancera un nuevo soplo de genialidad, basado en la producción de autores colombianos, ya conocidos en el resto del continente. El, es el principal divulgador de ese amplio folclor colombiano, que después de Cuba, es el país latinoamericano que ha aportado más ritmos originales a la cultura universal¨.
Es así como Nelson Pinedo entra en la Habana, que por allá en los años cincuenta era el centro mundial de la música y la cultura. Los grandes casinos y centros nocturnos no tenían nada que envidiar a ninguno de los de cualquier parte del mundo.
Grandes cantantes y artistas se congregaban en la Habana. Nat King Cole, Frank Sinatra, entre otros visitaban mucho la ciudad. Hubo hasta carreras de carros. Llego en esos años la televisión y la Habana era un emporio empresarial, grandes tiendas como el Encanto y Fin de Siglo, hacían el entretenimiento de sus pobladores.
La habitaban negros, blancos, ricos y pobres que junto a extranjeros convivían en la isla. Hasta un buen aeropuerto, Rancho Boyeros, hoy José Martí, funcionaba tan bien como cualquiera del mundo. Urbanizaciones extraordinarias como El Vedado y Miramar, hoy expropiadas por la revolución, fueron insignes en los tiempos de la bonanza.
La Habana era Las Vegas del Caribe y se había convertido en el gran burdel de los americanos. Centro de funcionamiento de la mafia auspiciada por Fulgencio Baptista. Era una ciudad con gran movimiento comercial, centros culturales, comerciales y casinos que la hacían una urbe de avanzada. En esa Habana entra a derrochar físico nuestro galán, Nelson Pinedo, hasta el año cincuenta y nueve cuando entran los barbudos a gobernar.
Los hermanos Maestre y Pumarejo son los pioneros de la Televisión, propulsores de tantas grabaciones que quedaron como gran legado musical y cultural para la humanidad. Nelson refiere que se sentía como en Cartagena por su similitud histórica colonial. A la influencia de la trietnia se agregó la cultura norteamericana. El cubano es alegre, dicharachero y novelero. Admiran lo nuevo y son muy alegres como todo caribeño. Así como el costeño, el cubano se ríe hasta de la adversidad.
El cubano es muy especial, refería Nelson, pero su gran amigo fue Ángel Furias alias ¨El Yayo. ¨ En esa época, refería Pinedo, la clase media cubana tenía una excelente educación, eran bilingües. Los cubanos lo importaban todo y su rubro económico era la exportación de su zafra azucarera. Yo viví, ya los cambios políticos que se estaban dando en la isla. Me acuerdo perfectamente el día que asesinaron al líder estudiantil, José Antonio Echavarría, en 1957. También estaba cuando los fidelistas se tomaron el cuartel Moncada.
Era una época muy peligrosa y difícil, aunque el ambiente artístico se mantenía. Al igual que un gran número de colombianos de distintas generaciones, desarrolle desde temprano, desde las guarachas de Daniel Santos que sonaban a toda hora en los traganíqueles de la calle Caldas, una profunda y sincera relación de amor con la Sonora Matancera. Curiosamente fue al ¨jefe¨, su ídolo, a quien Nelson reemplazo como cantante invitado en la famosa agrupación.
El convertirse en artista famoso en esa Cuba desbordante de música y de grandes músicos y cantantes y graduarse en la Habana de sonero, con el piano de Lino Frías y los cueros y las trompetas inmortales de la sonora, me sigue resultando a mi tan glorioso como para un actor entrar al elenco de la Comedia del Arte italiana.
Yo diría que la relación de Nelson con la Sonora beneficio a las dos partes. El cantante aprovecho la fácil difusión que tenía la música cubana, especialmente los discos de la Sonora Matancera, en casi toda Latinoamérica, para alcanzar rápidamente el estrellato. Nelson, por su parte, le aporto a la agrupación algo que la enriqueció, aroma de gordolobo con limón y calilla de abuela, batido de alas de alcatraz y ese duende callejero, orillero, rebolero, el sucundun del otro lado de las calles de Las Vacas, esa avenida fenicia de mi ciudad, que es la arteria primigenia del vacile y el goce curramberos.
Por todas las cosas que me comento Nelson y por muchas otras razones, me hizo realmente feliz que el propio Nelson Pinedo me hubiera elegido su biógrafo, al final de sus días y que diera a conocer lo que en verdad fue.
Cuando comencé a escribir no podía obviar su ocaso. Su trayectoria había entrado en el previsible ocaso de las estrellas que, en el caso de los cantantes, es una especie de pensión apenas honorifica y, para algunos, ni siquiera eso. Andaba ya en los 88 años, pero había envejecido con gracia y dignidad.
Me pareció siempre un hombre sencillo y francote, algo poco frecuente en las estrellas del espectáculo. Y era un gran conversador. Para_ Nelson la conversación era un ejercicio de la imaginación, la memoria y el conocimiento. A veces me llamaba y duraba horas conversando, antes de enfermar.
El internet era su adicción y le escribía a todo el mundo. De todas sus respuestas, recuerdo especialmente una que me dio cuando le pregunte si se veía mejor como bolerista que como sonero.
¨Mira mi hermano, el ritmo, como la pinta, es lo de menos. Para mí una canción, ya se trate de un bolero, una guaracha o un pasodoble, que también los cante en Cuba, es como ese perro caprichoso al que tú crees que llevas de la cadena, pero en realidad es el, el que te arrastra. Y te lleva hasta donde él quiera o, en el caso de una canción, hasta donde pueda llevarte el corazón cuando la cantas¨.
Después de haber escudriñado todo ese legado que me dejo, me quedo con los buenos recuerdos de uno de los personajes que más he venerado en toda mi vida y de unos diálogos a corazón abierto que me ayudaron a entender mejor el mundo interior de Nelson, pero también dejaron otras zonas oscuras e inescrutables de su personalidad.
Aunque no lo parecía, Nelson no era un personaje que se pudiera simplificar. Estaba lleno de matices y contradicciones. Nelson dejo mucho material escrito y en casetes de audios viejos. En gran parte episodios de su vida que me conto y que aparecen en todas sus biografías y entrevistas en los medios.
Nelson no dejaba acercarse a su entorno familiar pero su enfermedad y muerte me dio la oportunidad de conocer ese entorno. Nelson tenía una faceta misteriosa y escurridiza, que convirtió su hogar caraqueño en una fortaleza infranqueable. Pero que llevo a este cantante tan querido a este final tan desgraciado. Al principio yo no lo podía creer.
Nelson arruinado y viviendo en tan penosas condiciones, enfermo y sin un seguro médico a mano.
Si te lo dicen de alguien que ha llevado una vida desordenada, entregado a las drogas o al alcohol, lo entiendes. Pero Nelson era un hombre que apenas socialmente se tomaba una que otra copa y su comportamiento profesional siempre fue intachable. Entonces, que paso con los millones que gano cantando en los mejores escenarios de América¬.
Esos son los momentos en que piensas que el mismo destino que te estuvo acariciando toda la vida, un día, cualquier día, decide darte la espalda y dejarte solo en el callejón, donde ya pasas a ser blanco de las balas perdidas de la desgracia. Igual que ese boxeador invicto al que tiran a la lona con un golpe inesperado y rápido como el rayo en el último asalto, cuando iba ganando el combate.