(19 de junio del 2025. El Venezolano).- En un mundo desgarrado por conflictos y crisis, Venezuela —pese a sus heridas— guarda intacta su capacidad de renacer. Este país, muchas veces visto desde fuera como un caso perdido o simplemente como una tierra rica venida a menos, está más vivo que nunca en el alma de millones de venezolanos que no se resignan. Lo que Venezuela tiene por delante no es un milagro, sino una oportunidad de construir una nueva nación. Porque los pueblos no heredan el futuro, lo construyen con sacrificio, trabajo y unidad en el presente.
Durante décadas se repitió hasta el cansancio que “Venezuela era un país rico”. Pero ese relato, aunque emocionalmente cómodo, es una ilusión peligrosa. La riqueza no está en el subsuelo, sino en lo que somos capaces de hacer con lo que tenemos. De nada sirven millones de barriles de petróleo si no hay instituciones que garanticen seguridad jurídica, talento humano que los transforme en bienestar, y una sociedad dispuesta a trabajar unida por el bien común. Ciertamente poseemos inmensas reservas de recursos fósiles que estamos dispuestos a explotar racionalmente y para ello requerimos el concurso de factores internacionales, cuyos recursos financieros serán clave para convertir en bienestar, desarrollo humano, económico y caminos hacia el progreso, ese petróleo y ese gas, y todos esos otros minerales desde el oro hasta el hierro, la bauxita, y la variedad de tierras raras que tiene Venezuela. Sabemos que Venezuela debe garantizar seguridad jurídica y Edmundo Gonzalez y María Corina Machado tienen listos los proyectos para que en Venezuela vuelva a brillar el Estado de Derecho, retomar la apertura petrolera y sin dudar que se respetara el derecho de propiedad y que cada dólar invertido estará garantizado. Será un principio y deber irrenunciable velar por los derechos humanos, cerraremos las cárceles del horror para abrir escuelas de libertad. Vamos a hacer de Venezuela el Hub Energético de las Américas, previamente instalaremos una Agencia Nacional de Energía.
Vamos a reponer planes y negocios de hidrocarburos con empresas trasnacionales de países aliados como EEUU, Canadá, Italia, Francia, de Iberoamérica y de cualquier país del mundo dispuesto a invertir y pagar como dios manda nuestros recursos. las puertas del país están listas para abrirse y ver entrar los equipos necesarios tales como mejoradores, taladros, insumos como diluentes para poner en marcha nuestra desvencijada industria de hidrocarburos, incluyendo el relanzamiento de nuestro parque de refinerías. En Venezuela podemos ahorrarle carbono a la atmósfera sembrando las emisiones de gases de efecto invernadero en sumideros como esos pozos petroleros en desuso, así contribuiremos a la transición hacia una economía baja en carbono. Los combustibles sintéticos representan una alternativa prometedora a los combustibles fósiles. Podemos explotar el gas convencional y aprovechar racionalmente el asociado al petróleo que al día de hoy se está perdiendo.
Seremos grandes no por lo que heredamos, sino por lo que estamos dispuestos a construir. La Venezuela que viene será una nación forjada, no una herencia pasiva.
En este siglo XXI, la competencia entre naciones no se decide sólo por recursos naturales, sino por la capacidad de formar, retener y multiplicar talento humano. Venezuela cuenta con millones de ciudadanos preparados, profesionales que resistieron, que emigraron, que se adaptaron a otras culturas, y que ahora están dispuestos a regresar y aportar sus experiencias y conocimientos. A ese valioso capital humano hay que sumarle los millones de jóvenes que esperan oportunidades para demostrar de lo que son capaces de realizar como emprendedores.
El talento venezolano ha brillado en medicina, ingeniería, tecnología, arte, deporte, ciencia y emprendimiento. Muchos de nuestros jóvenes han estudiado en universidades del mundo entero, y ahora son portadores de conocimientos y forman parte de redes internacionales. Ese será el motor de nuestra reconstrucción de Venezuela, para no depender únicamente de la renta petrolera. Debemos reactivar y diversificar nuestro aparato productivo, que tiene una base industrial inmensa, potente y aún recuperable.
Contamos con potencial en la industria metalmecánica, una de las columnas vertebrales de cualquier economía moderna. Las industrias del hierro, acero, aluminio y manufactura que pueden convertir al país en un proveedor regional de insumos y productos elaborados. Desde Guayana hasta los Andes, hay estructuras que, con inversión y liderazgo técnico, pueden volver a operar y a generar miles de empleos de calidad. Vamos a reactivar el aparato productivo, vamos a reconstruir la infraestructura, desde las carreteras, autopistas, plantas físicas de escuelas, universidades y hospitales, hasta los puentes, puertos, aeropuertos, silos, sistemas de riego e instalaciones deportivas y culturales. Ya están listos los planes para rehabilitar los acueductos y las plantas de tratamiento de agua cruda. El potencial eléctrico debe ser restaurado, tanto las fuentes hidroeléctricas como las termoeléctricas. Sin luz no hay desarrollo posible. También posee Venezuela un potencial para crear fuentes alternas de energías no convencionales, como la eólica, solar, mareomotriz, hidrógeno verde, biomasa, etc. Venezuela tiene espejos de agua, lagos, mar, cuenta con sol y viento todo el año y una envidiable fuente de electricidad blanca.
Además, Venezuela puede ser una formidable plataforma tecnológica para producir bienes transables, desarrollar industrias de software, ensamblaje electrónico y manufactura avanzada. Nuestras facultades universitarias de medicinas pueden ayudar a crear centros productores de medicina genérica ¿Por qué no? Si alineamos el sistema educativo con las necesidades del sector productivo, seremos un país que exporte valor agregado, no solo materias primas.
Venezuela puede desarrollar su potencial turístico porque tiene conque; nuestras bellezas naturales en playas, ríos, sabanas, cumbres, amazonas, manglares, corales, su variedad de flora y fauna son santuarios maravillosos; sus monumentos naturales como Salto Ángel y los Tepuyes, Mochima, Los Roques, Morrocoy, Médanos de Coro, Chichiriviche, Higuerote, Cata, Margarita y Coche, la nieve perpetua en Mérida, las Cumbres andinas en Táchira, nuestros bosques, sabanas y llanos con esos preciosos esteros de Camaguan; el Zulia y su relámpago del Catatumbo; Barquisimeto y sus crepúsculos y nuestra biodiversidad (9 del mundo) nos hacen ser altamente competitivos, si los dotamos de buenos servicios para atraer turistas e inversiones.
Otra cosa, Venezuela puede ser el granero de América Latina, tenemos tierras fértiles, unidades de producción y maquinaria agrícola que esperan ser reacomodadas para que sembremos y cosechamos los alimentos indispensables. También poseemos un aceptable pie de cría, empresas lácteas, granjas avícolas y pecuarias que serán rehabilitadas. Y qué decir de nuestro potencial pesquero, cafetero, apícola. Garantizar el respeto a la propiedad privada, suministro seguro de insumos, desde las semillas certificadas, el combustible, las vacunas, el alambre y las estacas, hasta el crédito oportuno, precios justos y políticas de comercialización que permitirán avanzar en ese campo. ¡Somos un gran país!
No hay desarrollo sin educación. Punto.
La educación debe ser la reina de la estrategia nacional, el corazón que impulse cada reforma, cada inversión, cada política pública. Debemos rescatar el prestigio de nuestros maestros, modernizar la infraestructura escolar, actualizar los programas, y convertir nuestras universidades en centros de pensamiento y producción de conocimiento, no en islas de resistencia. Invertir en educación no es una opción, es una condición indispensable. Países como Corea del Sur, Singapur o Finlandia lo demostraron: el desarrollo sostenible nace en las aulas. Necesitamos escuelas donde se enseñe ciencia, tecnología, ética, ciudadanía, pensamiento crítico y habilidades para la vida. También institutos técnicos y centros de formación dual que conecten a nuestros jóvenes con las industrias del futuro. La educación es lo que nos permitirá no solo reconstruir, sino transformarnos en una nación resiliente, democrática e innovadora.
Estamos conscientes de los desafíos: inseguridad, pobreza, infraestructura colapsada, fuga de capital humano, deuda externa y la pesada herencia de un Estado desmantelado. Pero también tenemos lo más importante: la voluntad de reconstruir, la convicción de que otro país es posible y el amor por esta tierra que no hemos dejado de soñar ni un solo día.
Con aliados internacionales, un marco jurídico renovado, un Plan Marshall Tropical y una agenda clara de reformas, Venezuela puede ofrecerle al mundo mucho más que petróleo y minerales: puede ofrecer energía limpia, alimentos, innovación, estabilidad geopolítica, y una historia de superación. Nuestro mayor reto no es solo volver a ser lo que fuimos. Es convertirnos en lo que siempre pudimos ser.