(18 de septiembre de 2019. El Venezolano).- La crisis ha generado una atmósfera tan negativa que no solo ha afectado la economía, la administración de justicia o las instituciones. También ha impactado negativamente las relaciones entre los venezolanos. La desconfianza se ha adueñado de gran parte de nosotros y, de manera muy particular, de quienes se dedican a la política. La presión que tienen estos amigos encima es muy ruda.
Sin duda, la crisis tiene un enorme componente emocional. Si no aprendemos a manejar, esta sensibilidad nacional a flor de piel, cualquier diferencia, cualquier debate subido de tono, puede llevar a la enorme mayoría que se opone a Maduro, a una especie de batalla campal que la fracture y termine por darle la victoria al gobierno.
La situación económica, la falta de agua, luz, la inseguridad, es decir la mala vida, todo eso incide en nuestro estado de ánimo. Si le metemos además, el dolor que produce la familia y amigos que se nos fueron, la falta de oportunidades y la visión de un país sin futuro, es imposible escaparse del efecto demoledor del estrés.
Si a ese cóctel depresivo que es nuestra cotidianidad, le sumamos lo que han pasado los políticos durante estos 20 años puede que lleguemos a entender porqué a la oposición le cuesta tanto ser asertiva en política.
Son 20 años duros y de maltrato. Ahora, eso no es todo. Súmele a la licuadora de problemas que hemos enumerados, el miedo, la cárcel, las persecuciones, etc., más la rivalidad entre los partidos en su lucha por el poder y la cosa es para volverse loco. Demasiadas zancadillas y serruchos habitan en el mundo de los partidos. En medio de semejante escenario es difícil actuar con algo de sensatez frente a la olla de presión en que ha convertido el país.
Nuestros políticos están sometido a demasiada tensión. Los laboratorios en las redes los atormentan y chantajean. Impone una ficción como realidad y desvían la atención hacia lo emocional.
El resultado es que la experiencia de nuestros más curtidos políticos, el debate franco, la corrección de los errores, el diagnóstico certero del momento, todo se vuelve un enredo y una dificultad.
Creo que hay que liberar al liderazgo, a los partidos, de todo lo que les impide hacer política con el cerebro y pensar en términos estratégicos.
Visto así el asunto, es hasta comprensible que la dirigencia política opositora, bombardeada por todos lados, bloqueada por la rabia y el dolor de tanto asedio, pierda el norte, se desenfoque y a los problemas complejos de la política responda con hostilidad, desconfianza y pesimismo.
Si no actuamos con la cabeza bien puesta podemos hasta llegar a revivir el 20 de mayo, la abstención o cualquier otro error de esos típicos que siempre terminan por favorecen al gobierno. Este acuerdo que se acaba de firmar en la Casa Amarilla hay que verlo como lo que es, una jugada muy inteligente y bien pensada para dejar a un sector de la oposición pegado de la brocha. Se trata de un diseño que cambia el sentido del juego que hasta ahora estaba en manos del G4 y Guaidó. Nada nuevo. El oficialismo juega previendo lo que va hacer la posición y la anticipa.
El gobierno, en un solo movimiento, saca la negociación de la geopolítica y lo coloca en el escenario nacional. Sustituye los negociadores por un sector de la oposición excluido de la dirección política y los coloca como un nuevo y decisivo protagonista. Les entrega lo que los americanos y Leopoldo López se negaron a aceptar en su insistencia de producir como único plan la salida de Maduro. Las recompensas son un nuevo CNE, la libertad de los presos políticos, la reactivación de la AN y demás acuerdos que en Dominicana y Barbados fueron puestos en la mesa y el G4 no estuvo de acuerdo en asumir.
Como la idea era que no había acuerdo hasta que todo se finiquitara, esa metodología, hizo imposible que el diálogo avanzara. Pero, el asunto no solo es de procedimientos. En el fondo no hubo nunca voluntad política, en ambas partes, para concluir esta ya larga disputa por el poder a través de elecciones. Aunque justos es decir que Guaidó, Capriles y Ramos han manifestado su convicción y fe en la salida política
Este giro que toma la dinámica política no puede ser visto como un asunto de laboratorios, de venganza, de terquedad disfrazada de justicia. Si la respuesta es emocional, el plan de Maduro tendrá éxito y continuará gobernando sin que tengamos ninguna oportunidad de sacar el país adelante.
Acaban de aparecer en las redes, varios tuits de dirigentes muy importantes del G4, sosteniendo que a Edgar Zambrano lo liberó la presión de las masas. Hay incluso una declaración montada, alterada, falsa, en la cual Zambrano desconoce el esfuerzo de quienes consiguieron su liberación. ¿ Y eso para qué? No se puede seguir tapando el sol con un dedo. Desconocer que la jugada viene con una serie de incentivos que le dan sentido a su puesta en escena, es una torpeza.
Tampoco se puede acusar a los partidos firmantes del acuerdo de vendidos o de colaboracionistas y limitarse a esas excusas para explicar lo ocurrido. En política es válido aprovechar las oportunidades. Además, es más que feo leer a Julio Borges insultando a Timoteo, Claudio y demás moderados de las mismas infamias que lo acusaban a él.
Durante un tiempo el MAS, AP, Soluciones y Cambiemos han pedido que al G4 se les consulte y tome en cuanta a la hora de decidir. Eso está en los medios y se puede revisar. Como no, Guaidó se reunió con AP, Cambiemos y muchos otros grupos. Los escucho pero no pasó de allí. Vamos a estar claros, el G4 ni siquiera les reconoce a estos partidos que son de oposición.
Ese trato es una razón, no la única, que le sirve de pretexto a estas organizaciones para entenderse con el gobierno. Luego, este sector de la oposición ha dejado claro que es partidario de la negociación y la salida electoral. De manera que hay cierta coherencia en su comportamiento aunque duela reconocerlo. Se la pusieron papita.
Los partidos que respaldan a Guaidó y los americanos se trancaron en el cese de la usurpación y dejaron ese boquete abierto por el cual se les coleó, en términos beisbolísticos, una recta por todo el medio del home.
Cierto que Maduro no sirve para tapar ni un hueco o manejar con acierto la economía. Pero, es hábil como político.
La reflexión debería ser de una naturaleza distinta a la descalificación, a las mentiras de las redes o a desconocer la realidad con algún truco.
Se ha dicho que COPEI está en la jugada de la Casa Amarilla. Ahora, eso no es verdad. El partido verde tiene otro plan y si se le hace seguimiento a las más recientes declaraciones de Eduardo Fernández es fácil percibirlo. Lo más probable es que termine participando en las elecciones parlamentarias pero, por ahora, defiende el liderazgo de la AN y sostiene qué hay que evitar la división.
Lo importante es salirse del error y evitar que repitamos el 20 de mayo. Que se discuta y actúe para superar la estrategia diseñada en Miraflores.
El G4 debe darle la vuelta a la tortilla y preparase para que la AN sea el escenario de decisión de todos estos acuerdos que están en movimiento. Editar la política y actuar para solidificar la unidad. La respuesta no está en radicalizarse, en ir al extremismo y repetir que Maduro se va mañana porque eso no solo es mentira, es cansón.
Celebró las declaraciones de Henry Ramos en la que señala que va a disfrutar discutiendo en la AN con los diputados oficinistas. Por haí van los tiros.
Por supuesto que los firmantes del acuerdo de la Casa Amarilla deben buscar, para que la cosa funcione, que todo el país se una en torno a la salida negociada y en paz. Tratar de entenderse con los demás. De lo contrario no podrá quitarse de encima la etiqueta de aliados del gobierno y eso es más que pavoso.