(24 de junio del 2020. El Venezolano).- Como diría la reina británica, ha sido una semana “horribilis” para Donald Trump.
Hundido en las encuestas frente a Joe Biden, derrotado tres veces en la Corte Suprema y con un libro explosivo sobre sus tejemanejes (que ya es best seller), el presidente necesitaba urgentemente una terapia y se fue el weekend a Oklahoma, pensando que en ese territorio amigo sanaría su ego, aplastado por el alud de malas noticias.
Fue un fiasco. Otra humillación entre las recibidas desde el domingo de su 74 cumpleaños. Horribilis. En vez de los anunciados 100,000 fans acudieron menos de 6,200, enviándole un mensaje demoledor para su ego: que ya pocos le ven tan atractivo como para firmarle un cheque en blanco y renunciar a demandarle si se contagian del coronavirus en sus mítines.
En vez del regreso triunfal a la contienda presidencial que había pregonado, el rally del sábado 20 de junio en Tulsa simbolizó un giro abismal en su campaña de reelección. La psicología juega un papel decisivo en la política y empezar con tan mal pie imprime en el subconsciente de los votantes la marca de perdedor.
Daban lástima las imágenes de más de 13,000 sillas vacías en el BOK Center de Tulsa mientras en el escenario Trump interpretaba su papel de provocador, sin lograr arrancar ni de lejos el entusiasmo de 2016. (En Twitter circularon decenas de imágenes de trumpistas escuchando a su candidato con caras aburridas o bostezando).Pero ese no fue el peor vacío, fue su retórica hueca, reciclada y circense. Si algo evidenció el mitin de Tulsa es que Trump se ha quedado sin mensaje de reelección.
No puede promocionar “su” economía porque el país está oficialmente en recesión desde febrero, con más de 40 millones de desempleados.
Tampoco puede alardear de que los jueces que puso en la Corte Suprema favorecerán las causas ultraconservadoras de sus seguidores, porque esta semana esos jueces le han asestado tres derrotas: denegaron varias apelaciones sobre la Segunda Enmienda (derecho a las armas); fallaron a favor de inmigrantes “dreamers”; y dictaminaron el derecho de gays y transexuales (LGBTQ) a no ser discriminados.
Cuál va a ser ahora el argumento de muchos trumpistas que reconocen que el presidente es un inepto, amoral, egoísta y aún así le excusan diciendo: “sí, pero los jueces… yo le voto por los jueces”.
Pues bien, los jueces han declarado su emancipación.
Tulsa también evidenció las omisiones de Trump: no quiere hablar de unidad, de los estragos de la pandemia, de cicatrizar las heridas del racismo y otras injusticias sociales, de impedir las injerencias de Rusia o China en las elecciones, y del liderazgo de Estados Unidos en el mundo. Ni una sola palabra articuló sobre estos temas apremiantes. ¿Para qué y para quién gobierna entonces?
La presidencia de Trump ha sido siempre sobre una cosa y solo una: él. Todo lo que le ayude a glorificarse es bienvenido; todo y todos los demás son de usar y tirar.
Bien lo saben tantos que sirviendo honorablemente y Trump les decapitó de forma ignominiosa porque no eran exclusivamente leales a él. En vez de a la Constitución.
El último de esa larga lista en sonar las alarmas sobre el riesgo que entraña este presidente es el ex asesor de Seguridad Nacional, John Bolton. Fue testigo de cuan capaz es Trump de violar su juramento y anteponer sus intereses a la seguridad nacional. Sin importarle el precio, incluso solicitando “ayuda” electoral al mayor adversario estratégico, el presidente chino Xi Jinping.
“Trump es un peligro para la república” afirma Bolton, halcón del Partido Republicano y autor del libro “La habitación donde todo ocurrió”, publicado el lunes 22 de junio, tras perder Trump la apelación judicial para censurarlo.
Bolton estaba “en la habitación” cuando el presidente le ofreció favores a Turquía (donde él tiene propiedades); estaba cuando le pidió favores a Ucrania a cambio de enviarle ayuda (fue el argumento del impeachment, que Bolton corrobora de primera mano); y estaba cuando le pidió a Xi que “se asegurara” de que él, Trump, le gane a Biden.
Todas son gravísimas irresponsabilidades, cuando no ilegalidades, pero la más perturbadora es la que describe Bolton sobre el intercambio con Xi. Trump le ofreció al líder chino intervenir personalmente en una investigación criminal de una empresa ya condenada, ZTE, reducir la pena impuesta y eliminar las sanciones. (Atención: La pesquisa la realizaba el fiscal federal del Distrito Sur de Nueva York, Geoffrey Berman, al que Trump despidió el pasado fin de semana).
Trump le hizo la oferta a Xi como palanca en medio de las negociaciones para el acuerdo comercial, en las que también le pidió que le ayudara comprando productos agrícolas en los Estados que necesita para ganar la elección.
Aparte de la inmoralidad que representa tal quid pro quo, anula el argumento de que Trump es “muy duro con China”. Cuando es lo contrario, un genuflexo.
Las encuestas demuestran que cada vez menos ciudadanos compran su mercancía política de “bravuconería”. Según el último sondeo de Fox News, Biden gana a Trump por 50% a 38%. Un promedio similar al de otras encuestas.
Es lógico que esté tan nervioso. Al no poder apelar a la economía, ni a la política con China ni a los jueces como argumentos para justificar que merece cuatro años más, la única estrategia que le queda es de doble filo: puede fidelizar a sus seguidores con su clásico mensaje de odio fomentándoles la ira y los instintos tribales, pero con ello ahuyenta a la mayoría de la sociedad, que aborrece su divisionismo.
“De ser reelegido, Trump sería un peligro aún mayor porque no tendría frenos. La única valla de contención es la elección de noviembre”, advierte Bolton.
Publicado por el Nuevo Herald