(28 de octubre del 2021. El Venezolano).- Desde inicios de 2020 el mundo se halla diferido por la pandemia de la Covid-19. Los gobiernos han impuesto limitaciones al tránsito por cualesquiera vías, como una de las primeras medidas para refrenar la propagación viral y se pidió a toda persona del planeta permanecer separada; ironía para un sinfín de personas: ¿cómo aislarse cuando no se cuenta con una vivienda salubre?; ¿Cómo evitar el roce con otras personas cuando se reside hacinado en una pensión, en un campamento de refugiados venezolanos en Colombia o en ranchos puestos en algún paraje de la frontera binacional (villorio)?
Se clausuraron los confines y travesías. Pero, la desdicha no obstó el paso de quienes se mueven, regularmente, hacia los límites y no pueden parar, los lejos de su terruño; migrantes y refugiados frenados por la Covid-19. Sus cuitas están por toda ruta del planeta. La Covid-19 ha dado a casi todas las sociedades globalizadas. Pero, uno de los grupos más azotados a causa de sus estragos ha sido los migrantes, refugiados y asilados; socialmente, los más vulnerables.
Por su parte, la agencia ONU para los refugiados ACNUR tuvo que ampliar el espacio de acogida de venezolanos en Boa Vista, de cabida para unas mil personas. Y, es el 13º en operación en el Estado de Roraima, adonde llegaron, además, unas 200 personas de perfil vulnerable, de la ciudad fronteriza de Pacaraima registradas, formalmente.
Asimismo, el sureste asiático ostenta una problemática análoga desde los años 90 con los refugiados Rohingya de Myanmar en Bangladesh y otros grupos.
Para el caso de nuestros connacionales refugiados se ha instituido un “Grupo de Trabajo sobre Migrantes Venezolanos para otorgarles estatus de refugiado y crearles una tarjeta de identidad regional”.
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