(17 de diciembre de 2019. El Venezolano).- “Aquí al menos comemos”, repiten los migrantes venezolanos, en su mayoría con bebés nacidos en plena travesía, que están mendigando o pidiendo monedas a cambio de dulces en las calles de La Paz, capital de uno de los países más pobres de Sudamérica.
Bolivia es un nuevo destino para el flujo de venezolanos que caminan y avanzan por América Latina, a medida que colectan lo necesario para ir subiendo a buses con destino a Chile, Perú o Argentina. Apenas cuentan con una cédula de identidad al día y se dirigen a países con sus propias crisis locales, que además les han impuesto visas a una población pobre de origen y sin pasaporte.
“Yo digo que en cualquier lugar estamos mejor que en Venezuela”, afirma Darwinson Landaeta, exmensajero en Caracas de 36 años, que lleva un año viajando en su silla de ruedas, junto a Alejandra, su pareja, y dos de los cuatro hijos. A los mayores los dejaron con la familia.
Alejandra no puede más del dolor de cabeza: como muchos sufre el mal de altura en esta ciudad a 3.600 metros sobre el nivel del mar, y donde en pleno verano austral, las mañanas y las tardes son frías, con entre 7 y 12 grados Celsius para los cuales ningún caribeño en estas condiciones tiene buen abrigo.
Pero “aquí con todos los problemas que tuvieron con su presidente (crisis por salida de Evo Morales), al menos Bolivia es un país estable, que tiene estabilidad económica, que podemos comer”, afirma.
Darwinson quedó minusválido por un disparo durante una protesta contra el gobierno de Hugo Chávez a principios de 2003. Alejandra era encargada de una fábrica de zapatos, pero a finales de 2018 tuvieron que partir para comer, pararon con su letrero pidiendo ayuda en las calles de Colombia, Ecuador, Perú y la idea era radicarse en Chile.
“En todos los países donde hemos estado lamentablemente hay mucha xenofobia”, dice Darwinson, que como la gran mayoría de los venezolanos que piden o venden dulces a lo largo del Paseo El Prado de La Paz vienen de Perú, donde dicen haber sufrido discriminación.
Darwinson, Alejandra y sus niños llegaron hace tres meses a Tacna, la frontera de Perú y Chile, y se encontraron con la sorpresa de que necesitaban visa. Fue así que terminaron en Bolivia.