(09 de mayo del 2024. El Venezolano).- Tiene una población de poco menos de tres millones y medio de habitantes, produce cerca de 550 mil toneladas de carne vacuna al año y en las páginas de su historia ostenta un pasado glorioso en lo que se refiere al fútbol con dos campeonatos del mundo en sus vitrinas y un presente plagado de estrellas de talla mundial, se trata de Uruguay. El país del escritor Mario Benedetti y del futbolista Luis Suárez ha logrado lo que muchos países han anunciado desde hace décadas: el 98% de la red de Uruguay funciona con energía verde. ¿Pero cómo lo lograron? ¿Quiénes fueron los artífices de esta transición energética?
Escrito por: Johani Ponce / Yale Climate Connections
Luis Prats de 62 años es periodista uruguayo y colaborador del diario El País de Montevideo. Él recuerda que durante su infancia los apagones eran habituales en Uruguay porque había grandes problemas de generación de energía. “En ese momento, hace más de 50 años, la electricidad venía de dos represas chicas [Rincón del Bonete y Baygorria ubicadas en el medio de país ] y de la generación en una planta térmica”, explica Prats vía telefónica.” Si había sequía en la cuenca del río Negro, donde están esas represas, ya había cortes y a veces restricciones en el uso de la energía eléctrica”.
Según información difundida por el Instituto de Recursos Mundiales (WRI por sus siglas en inglés) hace apenas 17 años, Uruguay utilizaba combustibles fósiles para un tercio de su generación de energía
Revolución energética
En 2008, Uruguay se enfrentó a un problema que afrontan los países en vías de desarrollo. La economía estaba creciendo, pero no contaban con suficiente energía eléctrica para alimentar todo ese crecimiento. Hubo que implementar racionamientos de energía, y las facturas de luz seguían en ascenso. “Nos resultaba difícil sobrellevarlo”, dijo en una entrevista con NPR el profesor de la Universidad de la República en Montevideo, Uruguay, Ramón Méndez Galain. Él es uno de los artífices de la revolución energética en ese país. “Era difícil conseguir electricidad. Durante un tiempo, comenzamos a tener cortes de luz, pero la crisis también representa una oportunidad”.
En 2008, el presidente Tabaré Vázquez, designó a Méndez Galain como director nacional de energía. A pesar de que los apagones representaban una amenaza inmediata para la economía, la persistente dependencia del petróleo minaba la autonomía del país. Una pregunta primordial guiaba su labor: ¿Qué estrategias podrían llevar al país hacia la independencia energética a largo plazo? El físico elaboró un plan detallado para llevar a Uruguay hacia una dependencia casi exclusiva de energía renovable.
El plan de Méndez Galain se basaba en dos simples hechos sobre su país. Primero, aunque no había suministro interno de combustibles fósiles como carbón o petróleo, había una gran cantidad de viento. Segundo, ese viento soplaba sobre un país que estaba, en gran medida, compuesto por tierras agrícolas inhabitadas. Su visión para el futuro energético de Uruguay era cubrir esas tierras vacías con cientos de turbinas eólicas.
Pablo Capurro, ingeniero agrónomo y ganadero, compartió con la Deutsche Welle su preocupación sobre el posible impacto de los aerogeneradores en la vida de su granja. Para la instalación, se requerían 70 hectáreas. Capurro y otros agricultores de la región buscaron asesoramiento con un equipo de ingenieros y realizaron un viaje a Brasil para visitar parques eólicos en ese país. Tras esto, quedaron convencidos de que la implementación de los aerogeneradores no afectaría el sistema de producción. A las vacas de Capurro parece no afectarles la presencia de los molinos eólicos. “Me siento muy conforme por haber introducido un parque de energía eólica en un predio ganadero”, afirmó Capurro.
“En 2010 Uruguay alcanzó un acuerdo multipartidario y adoptó como política de Estado la transición energética hacia las fuentes autóctonas y renovables, garantizando su ejecución y continuidad. Esta política incluyó una perspectiva de largo plazo y también incorporó las dimensiones sociales, éticas y culturales además del clásico análisis técnico-económico del tema energético”, explicó vía telefónica, Walter Verri, Subsecretario de Industria, Energía y Minería de Uruguay.
La empresa estatal de energía, UTE, paga cada año un alquiler a los propietarios de las tierras donde funcionan los parques eólicos como compensación.
Don Quijote, Ivy y los molinos eólicos
En la visión del ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, los molinos de viento se erguían como gigantes desafiantes, reflejando su imaginación desbordante y su perspectiva idealista del mundo. Esta interpretación mítica de los molinos resuena con la percepción contemporánea de las torres eólicas en Uruguay, donde se ven como símbolos de una fuente de energía limpia y renovable.
En la actualidad Mendez Galain, dirige la ONG Ivy , que significa “tierra sin mal” en guaraní (el guaraní es la lengua nativa de los habitantes de esa zona y es uno de los dos idiomas oficiales de Paraguay. Se habla en Paraguay y zonas de Argentina, Bolivia, Uruguay y Brasil), representa un ideal de perfección y paz, al igual que la búsqueda del desarrollo sostenible en el Siglo XXI. Esta conexión revela un anhelo compartido de alcanzar un estado de armonía y progreso, ya sea a través de la creación de un lugar utópico como Ivy, la promoción de un desarrollo sostenible o la lucha contra los desafíos como los molinos de viento.
Así como Don Quijote enfrentó los molinos como un desafío que debía superar para cumplir su deber como caballero andante, la instalación y mantenimiento de parques eólicos en Uruguay también implicó enfrentar obstáculos significativos. Desde desafíos técnicos hasta barreras financieras y regulatorias, la transición hacia fuentes de energía limpia necesitaba un esfuerzo conjunto para superar estas dificultades y avanzar hacia un futuro más sostenible.
¿Cómo pagar por todas esas turbinas?
Méndez Galain, ganador del Premio Carnot en 2023 (reconocimiento anual del Centro Kleinman a las contribuciones distinguidas a la política energética a través de la erudición o la práctica), concibió una variación de un enfoque utilizado por algunas empresas eléctricas en Brasil. Estas empresas funcionaban mediante asociaciones público-privadas, donde las compañías se encargaban de la generación de energía, mientras que las entidades privadas gestionaban la distribución y el servicio al cliente. La innovación de Méndez Galain radicaba en invertir esa dinámica: las empresas privadas serían responsables de instalar y mantener las turbinas eólicas que abastecerían la red de Uruguay, mientras que la empresa pública continuaría distribuyendo la energía a los consumidores.
Este enfoque presentaba la ventaja inherente de transferir el costoso desembolso inicial para la construcción de las turbinas eólicas a las empresas privadas y en esta transición hubo voluntad política, todos los partidos de Uruguay estuvieron de acuerdo con la transición. La empresa estatal se comprometía a adquirir toda la energía producida por dichas turbinas a una tarifa preestablecida durante un periodo de 20 años. “Los inversionistas necesitan la seguridad de que su inversión será reembolsada”, explicó Méndez Galain durante la entrevista con NPR, “y para eso necesitan un horizonte temporal específico”.
En 2009, Uruguay inició subastas en las que empresas eólicas de todo el mundo competían para ofrecer la energía renovable más económica al país. En 2011, una subasta específica tenía como objetivo asegurar 150 megavatios adicionales de energía eólica, lo que representaría aproximadamente el 5% de la capacidad total de generación de energía del país. Tras recibir ofertas de más de 20 empresas internacionales, el profesor y su equipo decidieron acelerar drásticamente el proceso de transición energética del país.
Finalmente, aceptaron muchas más ofertas de las planeadas inicialmente, firmando contratos que ampliaron la capacidad de Uruguay para generar electricidad no en un 5%, sino en más del 40%. Este éxito reflejó la visión de Méndez Galain. La red energética de Uruguay pasó a ser alimentada casi exclusivamente por fuentes renovables de origen doméstico, y los precios al consumidor, ajustados por inflación, descendieron. “Los precios en las facturas de electricidad bajaron sustancialmente”, declaró Alda Novell, residente de Montevideo vía telefónica. En la actualidad, Uruguay cuenta con más de 700 turbinas eólicas distribuidas por todo su territorio.
“A simple vista, el cambio se ve en muchas zonas del país: vas por la carretera y ves los modernos molinos de viento en zonas de campo”, afirmó Prats. “A partir de 2010, con la variedad de fuentes de energía, y además renovables, los apagones pasaron a ser muy raros. Para las arcas estatales fue un alivio no tener que gastar en combustibles fósiles para la generación de energía”.
Para Walter Verri, subsecretario de Industria, Energía y Minas, el desarrollo de las energías renovables en Uruguay ha sido posible gracias al concurso de variados actores. “Todo el sector político, blindando el acuerdo multipartidario; el Poder Ejecutivo impulsando su ejecución”, explicó vía telefónica. “Las empresas públicas como brazo ejecutor de las decisiones de política energética y el sector privado que confió y apostó por invertir en el país en infraestructura energética”.
De acuerdo con la estación de televisión alemana Deutsche Welle, actualmente sólo el 2 por ciento de la electricidad que se consume en Uruguay se genera a partir de fuentes fósiles. En 2012 la cifra alcanzaba un 36%. En la actualidad, las centrales térmicas del país rara vez necesitan activarse, salvo cuando los recursos naturales no son suficientes. El agua es la fuente principal del abastecimiento energético. La mitad de la electricidad se genera en las represas del país, un 10% por ciento procede de residuos agropecuarios e industriales y del sol. El viento con un 38% es el gran protagonista del cambio en la matriz eléctrica, una cifra que a nivel mundial sólo supera Dinamarca.
Nuevas carreras de cara al presente
Esta transformación energética creó nuevas carreras y oportunidades laborales en Uruguay. “Se crearon carreras nuevas como ser la carrera de Ingeniería en Energías Renovables en el marco de UTEC (Universidad Tecnológica de Uruguay), la maestría en ingeniería de la energía en el marco de UDELAR (Universidad de la República) y el CEFOMER (Centro de Formación en Movilidad Sostenible, Eficiencia Energética y Energías Renovables) que comenzó brindando capacitación en operación y mantenimiento de parques eólicos”, explicó Verri. Posteriormente se transformó en el Centro de Formación en Movilidad Sostenible, Eficiencia Energética y Energías Renovables con el objetivo de capacitar a personas de Uruguay y de la región con el fin de desarrollar actividades técnico-profesionales en empresas del sector eólico, solar- fotovoltaico, solar-térmico y movilidad eléctrica.
Países de todo el mundo han pasado la última década anunciando objetivos ambiciosos para reducir las emisiones que causan el cambio climático. Lamentablemente, muy pocos están por buen camino para lograr esa meta. En Estados Unidos, el presidente Joe Biden ha fijado el objetivo de alcanzar un 100 por ciento de electricidad libre de contaminación por carbono para 2035. EE. UU ha progresado, pero todavía hay mucho que hacer. Uruguay es un buen ejemplo de que la transición verde sí es posible.