(02 de septiembre del 2021. El Venezolano).- “Señor concede a los cristianos que vivamos el evangelio y podamos reconocer a Cristo en cada ser humano para verlo crucificado en las angustias de los abandonados y olvidados de este mundo y resucitado en cada hermano que se levanta.” Oración Cristiana Ecuménica.
Esa frase profética adjudicada a Jesús en los últimos momentos de su dolorosa pasión, crucificado y abandonado a su suerte supuestamente para la redención de la humanidad, podría decirse en el caso venezolano y su desgraciada y trágica situación. Casi todos los fariseos han logrado lo que les conviene, por que, dicen, es lo que quería el pueblo o más concretamente la sociedad civil, unas elecciones que legitiman a un régimen delincuencial y oprobioso, que se cubren con el manto de la democracia, y unos “opositores”, cuya división se ha consumado, que se sacrificarán en la cruz de los espacios arrebatados a la dictadura con el único instrumento que la democracia permite, las elecciones.
No importa quien las organice y que antes las habíamos rechazado, éstas las ganará “la oposición” según las encuestas, los encuestólogos y opinadores de oficio. Nuevamente los espacios serán recuperados “democráticamente” según los sacrificados aspirantes y seguramente las leyes del Estado Comunal no serán aplicadas y el régimen se verá obligado; cambiará su comportamiento y aceptará humildemente la derrota en la mayoría de los Estados y Municipios. Maduro y sus compinches seguirán al frente de su poder fáctico, pero esta vez lo harán respetando las reglas del juego democrático.
¿Ingenuidad o cinismo político?. Es suficiente el argumento de que el pueblo quiere ir a elecciones así le falte el pan, los medicamentos, los servicios públicos, la seguridad personal, social y económica y que sean organizadas por los mismos pillos de hace veinte años? No importa, el espíritu democrático lo exige. El régimen dictatorial compartirá el poder con quienes creen en la democracia como sistema y atrás quedarán los crímenes de lesa humanidad, los precios por las cabezas de los bandidos, y el perdón se impondrá por encima de la impunidad.
Ya lo había dicho Salman Khan, “La degradación humana tiene que ver con la mente, con las adicciones y con cómo combatirlas. También con la democracia y la polarización, con la tergiversación de la verdad.”
Sin duda, estamos en presencia de lo que José Ingenieros denominara la política de los piaras, donde ella se degrada, convirtiéndose en una profesión de habilidosos, que no hábiles. El régimen requiere de ellos. En lugar de competencias se exige un pugilato entre aventureros y mercenarios de la política. Esta conducta política es propicia cuando existe un clima de mediocridad. Es una aclimatación al ridículo “donde la improbidad se pavonea y ostenta en vez de ser vergonzante y pudorosa.”
Ya lo dije antes, nosotros tenemos muchos lémures en nuestra política, esos animalitos que ciegamente cuando uno se lanza por un precipicio todos lo siguen. La tipología humana permite que quienes han hecho de la política su medio de vida, sin principios, sin valores, y sin dignidad aparezcan periódicamente como las focas en un parque de atracciones, con el agua al cuello siguen aplaudiendo a pesar de que el país rueda por un profundo barranco. Qué Dios los perdone a pesar de que la degradación humana no se detenga. El perdón sigue siendo relativo. Perdónalos Dios si es que no saben lo que hacen.