(07 de julio del 2025. El Venezolano).- La afirmación, todas las dictaduras caen, no es propagandística. No estoy intentando colar un mensaje de esperanza, que nade contra la posible corriente de desánimo que podría estar creciendo en Venezuela en estos días. Es lo que sostienen historiadores, politólogos, sociólogos y otros científicos sociales afines, que han estudiado los procesos de transición: el paso de regímenes autoritarios a regímenes de fundamento democrático, en distintas partes del mundo.
En una reveladora entrevista que César Miguel Rondón hizo a John Magdaleno (el 2 de julio), quien por más de una década ha estudiado estos casos de transición, el politólogo mencionaba dos datos impresionantes: entre 1900 y 2019, se registraron en el mundo 145 “episodios” de transición hacia la democracia. De ellos, 120 se han producido entre la finalización de la Segunda Guerra Mundial en 1945 y el 2019. Quiero añadir: no solo es un número revelador, producto de una verificación científica. Es también un dato de una profunda carga política, porque establece en el horizonte, no una expectativa meramente consoladora, sino basada en el análisis de los factores que hicieron posible esos 120 procesos de transición.
Magdaleno, que además de politólogo es investigador, profesor universitario y consultor político, señalaba que el estudio de esas transiciones arrojaba la presencia de algunas regularidades que, encadenadas -es decir, actuando de modo concomitante- abren las puertas al cambio político, que puede producirse de muchas maneras.
En su análisis, esos factores recurrentes son cinco. Uno: las movilizaciones masivas (que, en la mayoría de los casos estudiados, no han sido violentas), y que posiblemente resulten insuficientes si se presentan dispersas, si no se conectan de algún modo a la marea general de disconformidad o de los esfuerzos para impulsar la transición.
El segundo elemento es el uso de las elecciones, recurso cuya efectividad es variable, pero que, al igual que las movilizaciones debe estar encadenado, interrelacionado con el resto de los factores.
El siguiente elemento señalado por Magdaleno es el deterioro de la situación económica. Como sabemos, cuando las carestías económicas se ‘cronifican’, es decir, cuando concurren hechos como desempleo, altos precios, salarios misérrimos, ausencia total o casi total de inversiones, baja productividad, estancamiento de las iniciativas empresariales, entonces la conflictividad social tiende a extenderse y a intensificarse. El hambre prolongada por meses y años, históricamente, se transforma, tarde o temprano, en una fuerza de significativa eficacia política.
El siguiente elemento anotado por Magdaleno, el cuarto en su ordenamiento, es un asunto que rara vez se menciona, pero que, sin duda, tiene un categoría fundamental: tiene que producirse un ciclo de negociaciones que faciliten el avance hacia la democratización. Se trata de un capítulo especialmente proclive a controversias, distorsiones y manipulaciones interesadas, con frecuencia por los demagogos -no solo políticos- que pululan en el espacio público.
El imperativo diplomático -me refiero al de la negociación, con todos sus complejos e indispensables componentes de preservación del secreto de las mismas y de sus contenidos-, muchas veces está relacionado con el quinto factor: la presión internacional, la actuación de otros países, tanto para facilitar posibles acuerdos como para apresurar el final de un régimen y estimular el inicio de otro democrático. Magdaleno anota que “presión internacional” no equivale a presión militar.
Si nos enfocamos en el caso venezolano, surge como evidente que estos cinco elementos están presentes, y que en cualquier momento podrían encadenarse y acelerar el período de transición. La dictadura de Maduro ha perdido sus máscaras. Ya no engaña ni siquiera a quienes, deliberadamente, estaban deseosos de continuar engañados. Lo saben sus pocos electores; lo sabe la totalidad de la sociedad venezolana; los saben los gobiernos del planeta entero; los saben los dirigentes y las organizaciones de “izquierda” de América Latina y del resto del planeta. Saben que Maduro perdió las elecciones con una desventaja abrumadora; saben que el presidente electo es Edmundo González Urrutia; saben que el gobierno carece de legitimidad; y saben, tanto con la intuición como por las evidencias que son palpables en las calles de toda Venezuela, que la dictadura de Nicolás Maduro está destinada a sufrir el mismo destino que otras dictaduras: llegará a su fin, porque ha alcanzado su estatuto de insostenibilidad. No da para más. Se agotó. Sus fuerzas están al límite. Es decir, próximas a derrumbarse.