(14 de septiembre del 2021. El Venezolano).- Una estilista da forma, mechón por mechón, al afro de Victoria en una peluquería de Venezuela. Tras desrizárselo por años, quebró la «esclavitud» del pelo liso en el país, que pese a ser profundamente mestizo no escapa al racismo.
«Ya estaba cansada de la peluquería, de no tener libertad de mojarme el cabello (…). Lo sentía como una esclavitud», cuenta a la AFP Victoria Mejías, de 28 años, mientras le aplican una hidratación capilar en una pequeña peluquería en el centro de Caracas.
Se siente divina con sus rizos oscuros al natural. No siempre fue así, le avergonzaba su «pelo malo, pelo chicha» como normalmente se llama en Venezuela al cabello crespo.
«Mi mamá empezó a desrizarme a los 12 años», recuerda. «Me sentía en la obligación de mostrarme de una manera ante las personas, porque el cabello liso te da estatus», añade.
Venezuela tiene una población diversa, resultado del mestizaje entre los indígenas, los conquistadores españoles que llegaron en 1498 y los esclavos africanos que fueron llevados a las colonias.
Luego, en el siglo pasado, el país recibió a europeos que escapaban de la guerra y a latinoamericanos que huían de dictaduras o conflictos armados.
«Pese a esta rica variedad cultural, en Venezuela todo lo que viene de la negritud lo concebimos como malo o (…) como exótico, es decir, no entra dentro de lo normal», explica a la AFP la socióloga Zulima Paredes, que ha escrito sobre la estética del cabello afro.
Paredes asegura que la discriminación racial sigue sucediendo en el país y empuja a una asimilación cultural del cabello liso para adaptarse socialmente.
Victoria dijo basta hace dos años y cortó su melena alisada, dando paso a rulos que le han crecido hasta los hombros.
«¡Acostúmbrense a que este es mi cabello y así me van a ver!», advirtió a sus conocidos.
Reinas… de cabello liso
Ludizay Gardona, que atiende a Victoria, es estilista de Afro Caracas, salón especializado en cabellos rizados. Clientas le confiesan que no se acuerdan cómo era su cabello tras años de químicos para mantenerlo lacio.
«Hay personas que lo desrizan desde los 6, desde los 5 años», lamenta Gardona, de 35.
«Todavía hay un estereotipo de lo que es ser venezolana o lo que es la belleza venezolana», dice Paredes, que asegura es reforzado en certámenes como el Miss Venezuela, otra obsesión nacional.
Cuando en 2018 coronaron reina nacional de belleza a Isabella Rodríguez, una morena de cabellera negra alisada que creció en la barriada caraqueña de Petare, ella fue blanco de comentarios y burlas por su raza y su origen pobre.
Siete venezolanas han ganado el Miss Universo, todas de tez clara y -claro-… cabello liso.
Las presiones sociales para alisarse el cabello son comunes para las mujeres en distintos rincones del mundo, pero también muchas, en Brasil, Uruguay o Estados Unidos, se han rebelado.
Algunas, de manera radical.
Con rastas hasta la cadera, Gabriela Delgado, otra trabajadora de esta pequeña peluquería caraqueña, usaba alisadas extensiones hasta hace cuatro años.
«Fui a un barbero a que me pasaran la máquina porque yo necesitaba ver cómo era mi cabello natural», recuerda la estilista de 28 años de edad.
«Me decían que si yo estaba deprimida, que si me pasó algo», rememora mientras una salsa retumba en el sitio.
«No puede ser malo»
La temática fue explorada en Pelo Malo, filme venezolano de Mariana Rondón que ganó la Concha de Oro del Festival de San Sebastián en 2013.
Cuenta la historia de un niño obsesionado con alisarse su cabello rizado para verse como un cantante de moda y visibiliza esfuerzos ciudadanos y legales por superar el racismo dentro del país, que en 2011 promulgó una ley contra la discriminación racial.
Hay exclusión, se queja Delgado.
Pone un ejemplo: «que vayas al colegio (…) y que tú con tu cabello afro no puedas entrar (…). Tienes que entrar con el cabello amarrado, tienes que ir con clinejas o tienes que alisártelo».
Paredes, por su parte, cita otro, habiendo sido víctima de discriminación laboral: «Mandé mi currículo (…) y me dijeron ‘mira, no, con ese cabello aquí no entras’».
«Para la sociedad es algo totalmente normal decir que este cabello es malo», lamenta Delgado. «Este cabello no le ha hecho daño a nadie, no puede ser malo».