(29 de julio del 2025. El Venezolano).- Ayer, domingo 27 de julio, se realizó en Santander una manifestación convocada por la extrema derecha española —VOX y grupos afines— para pedir la dimisión del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. La convocatoria apenas reunió un puñado de personas, lo que no habría sido especialmente reseñable de no ser por un detalle que llamó poderosamente la atención: una bandera de Venezuela ondeando en la tarima principal del acto.
La presencia de ese símbolo plantea una pregunta urgente: ¿Qué hace la bandera de Venezuela en un evento de la ultraderecha española?
Más allá del gesto propagandístico, lo que esa imagen transmite es profundamente ofensivo para la memoria de los cientos de miles de europeos —incluidos muchos españoles— que huyeron de los fascismos del siglo XX y encontraron en Venezuela un lugar para rehacer sus vidas. En Venezuela fueron acogidos como libres e iguales, sin importar su origen o ideología, y contribuyeron al desarrollo de un país que les tendió la mano cuando Europa los empujó al exilio.
Ver ahora cómo algunos venezolanos en el extranjero —desesperados, desinformados o manipulados— abrazan los discursos de quienes representan en Europa a los herederos de los regímenes que torturaron, persiguieron y asesinaron a sus abuelos es un trágico giro histórico. Es también, en gran medida, un fracaso del sistema educativo, de la memoria histórica y de la responsabilidad política.
Además, resulta especialmente paradójico e injusto que se utilice la bandera venezolana en actos contra un gobierno —el de Pedro Sánchez— que ha sido clave en la regularización de más de 300.000 venezolanos en España, brindando protección frente al régimen autoritario del que muchos huyeron. Frente a esto, conviene recordar que durante los gobiernos del Partido Popular —y especialmente bajo Mariano Rajoy— más de 3.000 venezolanos fueron expulsados, mientras al mismo tiempo se vendían armas y material antidisturbios al régimen de Nicolás Maduro, sin importar las víctimas, entre las cuales también había ciudadanos españoles.
Hay que dejarlo claro: esta no es una lucha de derechas contra izquierdas. Es una lucha de demócratas contra tiranos. Y si los venezolanos queremos reconstruir nuestro país sobre bases justas y duraderas, debemos empezar por entender que el autoritarismo no tiene ideología única, pero sí tiene patrones comunes: manipulación del miedo, uso del dolor ajeno como herramienta política y desprecio por los derechos humanos.
Nos toca exigir más objetividad en nuestra lucha. Y también más honestidad. Porque ondear la bandera venezolana en nombre de discursos que exaltan el odio, la xenofobia o el autoritarismo es no solo una falta de respeto a la historia compartida, sino también una traición al futuro democrático que decimos anhelar.