(19 de septiembre del 2022. El Venezolano).- Como pocas veces en su vida, Vladimir Putin está a la defensiva adentro y afuera de Rusia.
En su mayor golpe de efecto desde que comenzó la guerra, Ucrania acaba de darle una paliza militar en la crítica región de Kharkiv. Esa contraofensiva despertó en Rusia un fenómeno aletargado por completo durante estos siete meses de guerra: críticas furiosas y abiertas al Kremlin por su estrategia.
En un reportaje de La Nación reseñó que el presidente ruso se topó también con reproches fuera de su país, en un ámbito que creía le sería amigable. En Uzbekistán, la India y China le reprocharon su aventura bélica, la primera de forma más pública y atrevida que la segunda. Ambas naciones, de todas maneras, compran con descuento el petróleo que Rusia dejó de venderle a Occidente y siguen siendo el salvavidas económico de Putin.
Con esos ingresos récord, el gobierno ruso logró contener, por ahora, el desastre económico al que apuntan las sanciones occidentales. Pero Estados Unidos y la Unión Europea (UE) estiman –y también esperan- que sus medidas empezarán a sentirse con fuerza en la vida diaria de Rusia en 2023.
Aun cuando los pronósticos iniciales sobre el tamaño de la recesión se hayan moderado, un informe de la consultora Scope advirtió, esta semana, que recién en 2030 la economía rusa podría regresar a su nivel anterior a la guerra, que ya de por sí era bajo luego de casi una década de crecimiento anémico.
La guerra hoy se desarrolla, sobre todo, en tres planos: el militar, el económico y el político y diplomático; en los tres, Rusia se debilita.
Ucrania, en cambio, tiene ahora la iniciativa, al menos en la dimensión bélica y política. La contraofensiva que, el fin de semana pasado, le permitió repeler a las fuerzas rusas y recuperar la región de Kharkiv fue el tercer gran logro ucraniano en la guerra, después de la defensa de Kiev, en marzo, y de la retirada rusa de Snake Island, en junio.
Este éxito, sin embargo, podría tener un impacto mayor que los otros. Por un lado, reveló unas fuerzas armadas ucranianas ágiles y preparadas en el combate de infantería y en la estrategia militar y potenciadas por el armamento enviado por Occidente, todos elementos críticos para las siguientes fases de la guerra. Y por el otro, envalentona y alimenta la moral del gobierno de Volodimir Zelensky y de sus socios internacionales y cierra las fisuras internas de la OTAN a las que apuesta Putin.
Hasta ahora, la guerra de desgaste en Ucrania, como la mayoría de los conflictos bélicos, fue pendular. La iniciativa fue tomada cíclicamente por Rusia, con su avance sobre todo el Donbass y la ocupación de ciudades clave como Mariupol, Zaporiyia o Kherson, y por Ucrania, con la defensa de Kiev o el hundimiento de navíos rusos.
¿Podrán ahora las fuerzas ucranianas mantener la iniciativa y dominar las próximas fases de la guerra hasta forzar a Rusia a una capitulación?
Más que nunca en estos siete meses, especialistas militares y funcionarios occidentales piensan que sí, que la victoria de Ucrania es posible, pero no será ni fácil ni rápida.
Ese creciente grupo de expertos advierte que la contraofensiva ucraniana desnudó un problema ya casi estructural en la estrategia rusa: la falta de tropas entrenadas. Michael Kofman, director de Estudios Rusos del Centro de Análisis Naval norteamericano, resumió ese déficit, en el blog War on the Rocks, como “falta de rotación de tropas [lo que lleva al agotamiento], poca capacidad de retención [soldados que desertan] y poco reclutamiento de nuevos combatientes”. Ninguno de esos problemas se arregla en el corto plazo.
Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, se sumó al optimismo sobre las posibilidades ucranianas al describir, el miércoles pasado, cómo las sanciones empiezan a deteriorar el potencial del arsenal ruso. “Las Fuerzas Armadas rusas sacan los chips de los lavaplatos y las heladeras porque Rusia ya no tiene acceso a semiconductores”. Otro problema para el Kremlin que tampoco se soluciona fácilmente.
Más escéptico y precavido, el gobierno de Zelensky responde que ni los ucranianos ni Occidente deben dejarse llevar por la euforia y que, de llegar, el triunfo será a largo plazo.
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