(06 de agosto del 2024. El Venezolano).- Algunos dicen que le veamos los ojos a Maduro porque tiene cara de no dormir, otros que se le fue la hoya con lo de WhatsApp, otros que utiliza a sus seguidores como marionetas y, otros que está preocupado por lo que se le viene encima.
Por José Antonio Medina Ibáñez
Particularmente no le veo preocupado, ni adormilado; más bien le veo tranquilo, le veo asumiendo su nuevo rol de dictador del siglo XXI y, a la espera de entrar en los BRICS.
Si esta jugada le sale bien, le saldrá como un día lo dijo: “…si tengo que hacer las cosas por las malas…, me convertiré en dictador y lo haré por las malas”. Para Maduro ser un rampante es natural.
Eso de apoyarse en argumentos jurídicos como los de su Tribunal Supremo, le preocupa tanto como el no poder subir un palo encebado en una pachanga; una periodista le ha preguntado por las Actas y, tan alegre respondió que nadie se las ha pedido, así, tan feliz como quien se come una paella valenciana frente al mar.
Que, si hay crisis en Venezuela, lo dicho, “… si no me dejan hacer las cosas por las buenas…”, así que, los culpables están enfrente y, si vienen más sanciones pues, a vivir con ellas, como aquella que le metió en 2017 la Oficina de Control de Bienes Extranjeros del Departamento del Tesoro de Estados Unidos, por debilitar la democracia en Venezuela a través de las elecciones de la Asamblea Nacional Constituyente despojando del papel constitucional de la Asamblea Nacional.
Le congelaron todos sus activos bajo la jurisdicción de los Estados Unidos, prohibiendo a los estadounidenses a negociar con él y, qué ha pasado, pues que paga la deuda china con petróleo y, está a punto de vendérselo de nuevo a la India.
A los que aspiran tener estatuas en las plazas públicas, no se les debe subestimar, menos cuando los faros que les guían tienen nombres y apellidos como Fidel Castro, Marcos Pérez Jiménez, Vladimir Putin o, Xi Jinpin.
Maduro va a por todas, va a por lo que Juan Domingo Perón en 1943 proclamó, “Trabajo y Obediencia”.
El hijo de Chávez le ha cogido el gustillo a mandar y, a que le hagan caso, además sabe que, si Cuba, que nunca ha tenido el músculo económico venezolano lleva toda la vida subsistiendo, Venezuela le durará un rato largo en sus manos.