(26 de agosto del 2024. El Venezolano).- Sobre un mismo tema hay dos sentencias contradictorias.
Por Simón García
Una proviene de la Sala Electoral del TSJ. La otra del veredicto electoral que percibió la mayoria.
Las dos sentencias reflejan la contradicción entre Estado y sociedad. Una contradicción que, a mediano plazo, es insostenible y menos si el gobierno decide retrotraer el Estado hacia su degradación policial militar. Esa sería, para todos, la peor de las opciones posibles.
La refutación electoral al gobierno proviene de la oposición. Pero también de una parte significativa de las bases populares que sostienen al actual presidente.
La sentencia del soberano a través del voto, distinta a la sentencia de la Sala electoral, es inequívoca: la gestión gubernamental de Maduro, al margen de su fidelidad o no con el proyecto chavista, ha sido catastrófica. Aunque aún la aprueba un tercio de los venezolanos.
El gobierno no quiere esclarecer la verdad electoral sino impedirlo.
En ese intento ha quedado aislado de la gente, de los gobiernos democráticos del mundo e incluso de líderes de la izquierda democrática del continente que abogan para que acepte reconfigurar al PSUV y renovar su modelo de cambio para volver a aspirar al poder por vía de los votos.
Es la cúpula del régimen la que está cerrando y cerrándose la opción electoral.
Aceptar los resultados y negociar ventajosamente una transición es la posibilidad para que Maduro actúe como un gran reformador que asocie justicia social con libertad. Esa oportunidad se pierde si opta por un origen tribunalicio para un tercer mandato.
El Boletín N° 1 fue una rubiera vergonzosa. Pero la decisión de sacar el escrutinio y la totalización del CNE desató procesos institucionalmente indeseables: a) Convirtió al CNE en una institución pintada en la pared, servil a la voz del Ejecutivo e incapaz de conservar sus atribuciones constitucionales. Amoroso perdió irreversiblemente todo resto de credibilidad. b) Se le impuso a la Sala Electoral del TSJ un cometido que no le corresponde y se la anuló como instancia de apelación.c) Se subsumió el proceso político administrativo de la proclamación en una judicialización de la voluntad del soberano. d) Se convierten derechos electorales en delitos penales.
Enfrentamos una voluntad de bloquear el cambio por un Estado que es un adversario poderoso. Hasta ahora habíamos tenido un régimen autoritario, focalizado en la vigilancia y el control de los ciudadanos. Ahora tenemos un Estado autoritario focalizado en la coerción y la represión.
En los años anteriores tuvimos ciertos márgenes y franjas para un ejercicio político democrático. Ahora, sin tener todavía una caracterización precisa y definitiva, el poder está reconfigurando los límites de la oposición o si se va a proponer liquidarla imitando a los gobernantes de Cuba y Nicaragua.
Las fuerzas democráticas están obligadas a repensar su papel, diversificar sus formas de lucha, ser responsables con el lenguaje, mejorar sus relaciones con la sociedad que resiste. Es un debate inevitable, aunque haya dirigentes que no lo desean.
Hay que reflexionar sobre una estrategia que no esté exclusivamente basada en la lucha frontal contra el régimen. El choque de trenes, en casi todos los escenarios, terminaría en descarrilamientos de la oposición.
Pero oponerse es desafiar con medida y con propósito.
En la lucha electoral hay un poseedor de la corona y un retador. Hay que subir al ring y ganarse significa estar presente en las instituciones; dedicarse de verdad a estimular la reconstrucción unitaria del movimiento popular; aprovechar todos los espacios comunicacionales y llevar esperanza a la gente que es el requisito indispensable parax fortalecer una construcción descentralizada de fuerzas alternativas desde muchos pequeños espacios, entre amigos, familiares y conocidos.
La dirección de María Corina y Edmundo es hoy indiscutible e indispensable.
Pero hace falta muchos más dirigentes creíbles y responsables ante la gente. No sé ve, más allá de las ocasionales ruedas de prensa con Barboza, que se haya dado el paso para poner al servicio de los millones de venezolanos una dirección colectiva.
Segundo, hay que tener soluciones a los problemas cotidianos y siempre ofrecer y debatir opciones de entendimiento que superen el conflicto de poder que generó la interrupción de los resultados y el ocultamiento de las actas.
Tercero, todo repliegue es una pausa para refrescar las fuerzas y detectar puntos debiles en la cadena de poder.
Y cuarto, siempre hay que avanzar hacia la democracia y preservar la enorme y plural fuerza de cambio que nos dejó la sentencia de los votos el 28 de julio.
El dictamen es claro: ganar es lograr tener un país de todos.