(11 de octubre del 2021. El Venezolano).- “Era lo último que iba quedando de un pasado cuyo aniquilamiento que no se consuman porque seguía aniquilandose indefinidamente, consumiendose dentro de sí mismo, acabándose en cada minuto, pero sin acabar de acabarse”.
No. No es de Ricardo Arjona. Es de Gabriel García Márquez en Cien años de soledad.
Vivimos la destrucción de nuestra cotidianidad gracias a un Estado fallido que cada año renueva las mismas promesas, pero que el paso del tiempo deja en evidencia, como el rey desnudo que visibiliza la ignorancia.
Cómo se puede creer y esperar un milagro económico de los autores de esta agonía infinita.Es como el Informe de ciegos del capítulo más conocido del libro Sobre héroes y tumbas del escritor argentino Ernesto Sábato sobre una hipotética secta de ciegos que domina cada aspecto del mundo y de la vida. Ese capítulo independiente del libro es todo un descenso al infierno, a la perdida de toda esperanza y cualquier posibilidad de redención.
En Venezuela existe una secta de ciegos muy particular. La que no puede ver y aceptar la destrucción de un país ante sus narices e incapacidad. Vamos a llamarlos por aquí. Los ciegos ojo pelaos.
Es una secta que siempre encuentra a alguien a quién echarle la culpa de todas las desgracias de patria, que en la mayoría de los casos tienen origen en la ambición de un peculio mal habido que arrecia su ceguera con la premisa obtusa de que “ si yo estoy bien es porque todos están bien”.
Es llegar a ser lo que siempre se criticó lo que en términos psiquiátricos podríamos llamar el Síndrome de Artemio Cruz como la degradación de los ideales, el desgaste de las consignas y la ubicación en la irrealidad o vulgarmente la derrota del sentido común.
Es una agonía tan larga como el estado muribundo del personaje que conoce los secretos más Reconditos de una telenovela.
Como le escuché por estos días a Viviana Gibelli, respeto los que tuvieron la valentía de irse de este hermoso país, pero también respeto a los que se quedaron, los que nos quedamos a ver el desenlace de esta larga y tortuosa agonía.
Porque ni adelantando las navidades más tristes del mundo, podrán recoger tanto vidrio roto y devolver una cotidianidad que los autores de esta infamia nacional arrebataron.
Aunque sea el último que me quedé a cerrar la santamaría sé que voy a sobrevivir para verlo. Así que como decía el ciego más egregio de esta extensa moribunda involucion. “ El que tenga ojos que vea”.