Un régimen ilegítimo
El 28 de julio pasado marcó un antes y un después en la historia contemporánea de Venezuela. El fraude electoral ejecutado por Nicolás Maduro no solo fue desconocido por la mayoría del pueblo venezolano, sino también por la comunidad internacional, y en especial por los Estados Unidos. Desde ese día, Maduro dejó de tener legitimidad incluso ante quienes todavía buscaban pretextos para sostenerlo.
Washington lo dejó claro: no se trata de un presidente, sino de un dictador usurpador con vínculos directos al narcotráfico internacional. Y desde entonces, la ofensiva contra él y su círculo cercano no ha parado.
Cronología de la ofensiva de Estados Unidos
1. Desconocimiento y sanciones: Tras el fraude del 28 de julio, los Estados Unidos desconocieron a Maduro como presidente legítimo, consolidando la narrativa de un régimen usurpador.
2. Jefe del Cartel de los Soles: Posteriormente, fue señalado públicamente como máximo jefe del Cartel de los Soles, organización criminal vinculada al narcotráfico internacional.
3. Aumento de la recompensa: La recompensa por su captura se elevó de 25 a 50 millones de dólares, un mensaje directo al mundo de que la justicia internacional lo busca.
4. El Cartel de los Soles declarado organización terrorista: El Departamento de Estado catalogó formalmente al Cartel de los Soles como organización narco-terrorista, lo que abrió la puerta a operaciones militares y judiciales de alcance global.
5. Golpes financieros: Más de 700 millones de dólares en activos fueron congelados o confiscados, incluyendo cuentas bancarias, aviones privados y propiedades en Estados Unidos.
6. Despliegue militar en el Caribe: La Armada de los Estados Unidos desplegó destructores, portaaviones y escuadrones anfibios en el Caribe como parte de su estrategia para capturar a narcotraficantes vinculados al régimen. Estas operaciones, que recordaron la caída de dictadores como Noriega en Panamá, demostraron que el cerco es real y progresivo.
El mensaje detrás de la “cacería”
Esta secuencia de hechos no es aislada. Responde a una estrategia integral: acorralar al régimen desde todos los frentes —político, económico, judicial y militar—. La presión se incrementa mientras se cierran las rutas de escape.
Maduro y sus cómplices sienten el peso del aislamiento. Ya no tienen dónde esconder su dinero, ni cómo justificar sus alianzas, ni qué ofrecerle a sus pocos socios internacionales. El mensaje es claro: la justicia los alcanzará.
Al mismo tiempo, esta presión está generando fracturas dentro de la dictadura. El régimen de Nicolás Maduro y sus socios narcotraficantes están colapsando, mientras los militares se dividen entre ellos, dominados por el miedo a la inminente llegada de tropas norteamericanas a sus fronteras.
Esperanza para Venezuela
Como venezolanos, lo que observamos es un panorama esperanzador. No se trata solo de sanciones, ni de declaraciones políticas. Hoy vemos acciones concretas que apuntan a una misma dirección: el fin de la impunidad.
La libertad de Venezuela no es un sueño lejano. Es una construcción diaria, con la resistencia en las calles, con la presión internacional, y con un pueblo que ya no se deja engañar.
Pero también hay que recordar que esta realidad ha sido el resultado de años de sacrificio y lucha: manifestaciones en las calles, muertos, presos, desaparecidos, familias separadas, y la diáspora más grande de la historia latinoamericana. Basta ver las cifras para entender que supera incluso a los exilios provocados por otros regímenes autoritarios en el mundo.
La presión internacional ha sido constante por más de una década: activistas, organizaciones políticas y sociales han trabajado sin descanso en Washington, en la OEA y en distintos organismos de Estados Unidos. Desde la ONG Resistencia Venezolana hemos sido parte de esa presión, realizando un gran lobby internacional y solicitando intervención militar desde hace más de 7 años, junto a líderes sociales, organizaciones no gubernamentales y defensores de derechos humanos.
Todo este esfuerzo conjunto ha construido el escenario que hoy vemos: un régimen acorralado, fracturado y en cuenta regresiva.
La libertad está cerca.