(29 de abril del 2024. El Venezolano).- Luis Ernesto Aparicio Montiel llega a los 90 años… se dice fácil pero arribar a ese edad siendo el ejemplo que ha.sido y sigue siendo, es el orgullo más grande que sentimos todos los venezolanos.
Hijo de una de las más grandes leyendas del deporte venezolano; para muchos el primer gran héroe urbano que tuvo Venezuela; don Luis Guillermo Aparicio Ortega «El Grande», el niño Luis Ernesto debió vivir una infancia típica de cualquier maracaibero de mediados del siglo pasado: se subía a los árboles, jugaba béisbol informal en las calles, obedecía y respetaba a sus padres (y al resto de los adultos que lo rodeaban) y, hasta pudo haber cometido alguna travesura normal de los niños de la época; pero su talento deportivo innato en su cuerpo era lo que lo hacía diferente al resto de sus «amiguitos». Es que desde muy niño su papá se lo llevaba al estadio y en plenas prácticas le bateaba algunas pelotas que el pequeño Luis lograba dominar de una manera impresionante.
Pocos sabrán que Luis siendo un niño era arquero de fútbol y lo hacía muy bien pero ese deporte no lo terminaba de convencer ni de enamorar como si lo hizo el deporte de el bate, la pelota y el guante.
«Quiero ser pelotero»
Cuando tenía la edad suficiente como para entender qué era lo que quería para su futuro, el jovencito Luis Ernesto se le acercó a sus padres y les dijo (palabras más, palabras menos) «Quiero ser beisbolista profesional … quiero que el beisbol sea el futuro en mi vida». Ante esta declaración contundente, cuenta la historia que su mamá se opuso… Claro, ella sabía de los sacrificios que esa profesión implica… Pero el propio Luis Ernesto ha contado que su papá lo confrontó y le dijo: «Yo te apoyo pero prométeme que no serás segundo de nadie». Y de qué manera Luis Ernesto le cumplió… En perspectiva llegó a las Grandes Ligas, debutando fue el mejor de esa camada (Novato del año en 1956), ganó una Serie Mundial, bateó 2.677 hits, se robó 506 bases y como «tapa» de esos logros fue exaltado al Salón de la Fama del béisbol, allá en el templo de Los inmortales en Cooperstown.
¿Le entregó el bate o el guante?
En cualquier rincón de Venezuela y hasta en cualquier parte del mundo en el que dos venezolanos se encuentren conversando, indudablemente que al tocar el tema de Luis Aparicio surge la polémica de que si «su papá le entregó el guante o le entregó el bate» aquel 18 de noviembre de 1953, cuando en el estadio olímpico de Maracaibo (hoy Alejandro Borges) en aquella fecha, en un juego programado entre Gavilanes y Pastora ocurrió el debut en el béisbol profesional de Luis Ernesto. Una multitud de más de 10 mil aficionados había asistido a la despedida de Luis ‘El Grande» y disfrutarían del estreno de su heredero.
Antes del juego su papá le entregó, delante de su hermano Ernesto Aparicio, (tío de Luis Ernesto) el guante con el que comenzaría a trazar esa bonita historia que vivió e hizo disfrutar a todos los venezolanos; pero como Gavilanes era visitante y el Pastora era el Home Club, el lanzador Howard Fox, en una jugada preparada, hizo un envío desviado que tomó el receptor de pie, para que el primer bate de Gavilanes, que era Luis Guillermo Aparicio Ortega, se retirara del home y llamara a su hijo Luis Ernesto… Allí le entregó el bate. Entonces, en conclusión, ese día Luis El Grande le entregó «el guante y el bate» a su hijo.
Impactó a la sociedad
Entre el legado que Luis Aparicio Montiel dejó, debemos, por obligación, mencionar el impacto que logró en la sociedad de los Estados Unidos. En una época en la que el racismo se encontraba en su máxima expresión, Luis Aparicio llegó a ser la portada de varias revistas y publicaciones deportivas, como Sport Illustrated, Strett and Smith Baseball, Sport Review y además, fue la imagen de la firma Gillette, esa de las rasuradoras y las hojillas, siendo Luis Aparicio un latino y estaba por encima de todos esos peloteros anglos. Por ello es imposible no destacar el impacto social que logró Luis Aparicio en los Estados Unidos.
A pesar de no ser norteamericano, no tener los ojos verdes y el cabello amarillo, Luis Aparicio podía entrar a cualquier restaurante mientras que sus compañeros hispanos, especialmente los de piel oscura tenían que quedarse en el autobús del equipo y comer allí, en los asientos del autobús; mientras que la imagen, la figura y la estirpe de Luis Aparicio le permitía ingresar a cualquier sitio público, exclusivo para blancos… y la sociedad norteamericana lo aceptaba como «uno de ellos», reiteramos, en la época en la que el racismo radical e irracional estaba en la cúspide de su escencia.
Le debemos mucho
Una pregunta obligada en estos momentos, en la celebración de sus 90 años de vida… ¿Qué le debemos a Luis Aparicio? la sociedad venezolana ¿qué le debe a esta leyenda del deporte, de la historia?
Pensamos que aún le debemos como sociedad que la vida de Luis Aparicio Montiel, que conlleva parte de la historia dorada del béisbol zuliano y venezolano, debe ser «llevada a las aulas de clase, ya sea en la materia de historia o en la cátedra de educación física… en algunas de las dos los docentes deben instruir a los niños sobre quién fue Luis Aparicio Montiel, qué representa Gavilanes y Pastora para la región, quién fue Luis Apareció «El Grande». Esos temas deberían ser estudiados por todos los niños venezolanos, o al menos iniciarlo en el Zulia.
También a Luis Aparicio se le debe una estatua. Así como la de su padre reposa en el estadio Luis Aparicio Ortega, en cualquier arteria vial importante de Maracaibo, o del Zulia o de cualquier ciudad de Venezuela debería develarse una estatua en honor a Luis Aparicio Montiel; así como existe una en el estadio de los Medias Blancas, allá en Chicago.
No esperemos que ya no esté con nosotros para «pagarle» eso, que creemos, aún le debemos a Luis Ernesto. Desde la Redacción de El Venezolano le queremos desear muchas bendiciones a este cumpleañero especial.