(08 de septiembre del 2023. El Venezolano).- El mayor aplauso de la noche inaugural del Festival Internacional de Cine de Toronto fue para Totoro. Cuando el logotipo de Studio Ghibli de la criatura mágica de Mi vecino Totoro, de Hayao Miyazaki, apareció en la pantalla el jueves por la noche, significó para el público el estreno de la última y quizás última película de Miyazaki, The Boy and the Heron. Para muchos asistentes al TIFF, fue el acontecimiento cinematográfico del año.
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Hace una década, Miyazaki, el maestro del anime de Spirited Away, Howl’s Moving Castle, Kiki’s Delivery Service y Ponyo, dijo que se retiraba del cine y que El viento que se levanta de 2013 sería su última película. Pero Miyazaki, que ahora tiene 82 años, empezó poco después a trabajar lentamente en una más. Para Miyazaki, que realiza minuciosamente miles de dibujos a mano para una película, es un proceso largo y laborioso.
Su trabajo ha estado rodeado de misterio, en parte porque Miyazaki rara vez concede entrevistas. Además, en una rareza de marketing, The Boy and the Heron se ha estrenado en Japón sin ninguna de las promociones habituales -ni anuncios de televisión ni vallas publicitarias- que acompañan a una película tan febrilmente esperada. (Se estrenará en los cines norteamericanos el 8 de diciembre). Varias de las películas de Miyazaki figuran entre las más taquilleras de la historia en Japón; hoy en día hay pocos cineastas tan venerados -y ferozmente queridos- como Miyazaki.
Hayao Miyazaki dirige su último film animado inspirado en su propia vida que propone un homenaje a la amistad. (Studio Ghibli)
“Tenemos el privilegio de vivir en una época en la que Mozart compone sinfonías”, dijo el cineasta Guillermo del Toro el jueves, al presentar la primera proyección de la película fuera de Japón. “Miyazaki san es un maestro de esa talla”.
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El propio Miyazaki, que no viajó a Toronto, ha ridiculizado su incapacidad para alejarse por completo. En extractos de diario compartidos en las notas de prensa de la película, Miyazaki escribe: “No hay nada más patético que decirle al mundo que te retirarás debido a tu edad, y luego hacer otro regreso”. “¿Acaso el hecho de que una persona mayor se haga ilusiones de que sigue siendo capaz, a pesar de sus olvidos geriátricos, no demuestra que ya ha pasado su mejor momento?”, añade. “Claro que sí”, reportó Infobae.
El título de lo último de Miyazaki es Kimi-tachi wa Do Ikeru Ka? en japonés, que se traduce como ¿Cómo vives?. Procede de la novela de Genzaburo Yoshino de 1937, en la que se basa libremente la película. En uno de sus escasos comentarios públicos, se le preguntó a Miyazaki si su película respondería a esa pregunta. “Estoy haciendo esta película porque no tengo la respuesta”, dijo Miyazaki a The New York Times en 2021.
A los 82 años, el fundador del Studio Ghibli acaba de presentar “The Boy and the Heron”. Si es su última película, estamos frente a una despedida tremendamente emotiva
Lo que puede sorprender a algunos es que, aunque hay mucha sabiduría y reflexión en El niño y la garza, es tan infinitamente imaginativa como las anteriores películas de Miyazaki, una deslumbrante odisea en el vívido molde de Spirited Away. Es a la vez el nostálgico canto del cisne de un gran cineasta y la obra sin límites de una mente creativa siempre joven.
El protagonista es Mahito Maki (al que pone voz Soma Santoki), un niño de 12 años que, en las primeras escenas de la película ambientadas en la Segunda Guerra Mundial, pierde a su madre en el incendio de un hospital de Tokio. Poco después, su padre se casa con la hermana de la madre de Mahito (Yoshino Kimura) y, en la finca a la que se han trasladado, la vida amarga y llena de dolor de Mahito se ve interrumpida por una garza gris (Masaki Suda) que no le deja en paz.
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Al igual que Satsuki y Mei en Mi vecino Totoro, Mahito es conducido por un sendero boscoso hasta un reino encantado al que se accede a través de una torre de piedra construida por el tío abuelo de Mahito. Una vez más, se nos invita a una fantasía de otro mundo, vertiginosamente colorida, creada por Miyazaki. Puede que esté plagada de metáforas -sobre la naturaleza, el dolor, la curación-, pero también existe en la dimensión pura y sin filtros del sueño.
El director japonés y cofundador de Studio Ghibli, Hayao Miyazaki. EFE/Studio Ghibli
The Boy and the Heron puede resultar enrevesada, pero muchos reconocerán innumerables sellos distintivos de Miyazaki, aunque esta vez con una particular atmósfera aviar. Sí, hay pájaros, no sólo la garza, sino también bandadas floridas de periquitos. Hay hogares ardientes y orbes resplandecientes, montones de órganos ensangrentados y actores maliciosos que amenazan la estabilidad de este paraíso verde pero bajo asedio.
También hay un anciano tío abuelo con una larga barba que se acerca al final de su vida, consciente de que su capacidad para mantener unido este mundo que se desmorona está retrocediendo. ¿Necesita un heredero? ¿Se derrumbará todo? Para Miyazaki, que una vez dijo que el propósito de sus películas era “llenar el vacío que pudiera haber en tu corazón o en tu vida cotidiana”, The Boy and the Heron trata en última instancia de dejar marchar el reino. “Construye tu propia torre”, le dice el tío abuelo a Mahito.
Si ésta va a ser la última película de Miyazaki (sería imprudente descartarlo), se trata de una despedida tremendamente emotiva. No se trata de pulir el legado, sino de una suave súplica. Sueña tus propios sueños. Cread vuestros propios mundos. Construye tus propias torres.