(30 de agosto del 2022. El Venezolano).- “Madres de Plaza de Mayo”: así se le llama a un grupo de madres que durante la dictadura de Jorge Videla en Argentina todos los jueves a las 15:30 realizaban rondas de forma pacífica y ordenada alrededor de la Pirámide de Mayo, en el centro de la ciudad de Buenos Aires. Con pañuelos blancos sobre sus cabezas, símbolo con el que se identificaron, querían saber el destino de sus hijos desaparecidos. Reclamaban información y atención a sus solicitudes. Se estima que durante la dictadura de Videla se produjeron más de 30.000 desapariciones forzosas.
Por Luisa Ortega Díaz.
Estas mujeres, sin ningún acompañamiento de partidos políticos, se atrevieron a desafiar el aparato estatal represivo y cruel de aquella época. Jamás desmayaron en su propósito. Le llamaban “locas” y, pese a las amenazas y a que algunas de ellas fueron asesinadas, eso no las desalentó ni las intimidó. Su determinación era firme.
Una vez iniciaron su lucha, progresivamente se unieron a ellas más personas, lo que ocasionó el surgimiento de organizaciones sociales que mucho después se consolidaron como las de mayor importancia y trascendencia en América Latina y en el mundo, debido a sus aportes en la construcción de la memoria histórica en la defensa de los derechos humanos. Se convirtieron en un símbolo mundial de resistencia a la dictadura argentina, y hasta la fecha, en gran parte debido a su persistente presión y reclamo, más de mil personas han sido condenadas en ese país sureño por crímenes de lesa humanidad perpetrados durante esa época.
Pero, ¿por qué hago referencia a este acontecimiento? Porque quiero destacar que este grupo de mujeres tenían confianza en ellas mismas, claridad en sus objetivos, determinación para alcanzar un resultado y sobre todo convencimiento de que en sus manos estaba la solución del problema. No podían contar con nadie más, sino con sus capacidades dentro de las obvias limitaciones que debían enfrentar. Fueron perseverantes, constantes en sus luchas. No cedieron a ningún chantaje ni presión, lo que le dio a sus reclamos un carácter de evidente lucha política.
Este es un ejemplo de utilidad para Venezuela, ya que el restablecimiento de la democracia en nuestra patria se iniciará en el momento que nos convenzamos de que el poder está en nuestras manos, que somos dueños de un poder inmenso que aún no lo hemos usado. Podemos desafiar el aparato represor del Estado. Podemos crear un movimiento que ejecute una agenda democrática que sea permanente, organizada y sostenida. Podemos enarbolar una bandera de lucha que nos unifique a todos. Esa bandera es muy clara: el voto. Organizarnos en torno a la importancia, el valor y la trascendencia del voto. Entender que el voto es la herramienta más poderosa con la que contamos, pero, para que todo su poder se libere, tenemos que hacerla valer.
Convertirnos en organizadores de esta vital acción es dar un paso de enorme importancia para lograr el triunfo. Tenemos un ejemplo reciente de la importancia que tiene el hacer causa común en torno a un objetivo compartido. Se trata de las protestas pacíficas que en estas últimas semanas han puesto contra las cuerdas a la autocracia, obligándolos a ceder y a repensar si pueden o no persistir con sus acciones abusivas contra la clase trabajadora. Representantes naturales de distintos gremios y organizaciones sociales han conquistado algunos de los objetivos que se han propuesto gracias a su perseverancia. No se trata de postulados abstractos. Son reclamos específicos vinculados a las necesidades reales de trabajadores venezolanos cansados de ser víctimas de abuso. No son aventuras solitarias, pues su base es la articulación entre sectores muy específicos de la población.
Está claro, pues, que es posible conseguir resultados muy significativos si nos organizamos desde la base, sin la mediación de políticos desacreditados y si tales acciones se vinculan directamente a la solución de los padecimientos reales de la población. No es un milagro. Es sensatez. No es magia. Es el uso acertado de la fuerza social que tenemos en nuestras manos.
Levantemos, entonces, la bandera simbólica del pueblo sufrido para continuar con esa lucha, para que no se detenga y que vaya más allá de lo reivindicativo. Esta lucha no debe detenerse cuando se consiga la reivindicación que motivó la acción, porque la causa de todos los problemas que sufre Venezuela sigue allí dispuesta a continuar con su empeño de dominarnos y someternos al atropello y la arbitrariedad.
Así como se logró canalizar el descontento gremial que puso de rodillas a Maduro, es posible convertir cada acción en una motivación inspiradora que se organice en torno a una tarea mayor: convertir el voto ciudadano en la avalancha democrática que acabe definitivamente con esta autocracia.
Se pueden aprovechar las distintas concentraciones, ya sean espontáneas o planificadas, las asambleas y otras expresiones de descontento popular para que, una vez que se logre el objetivo reivindicativo, las luchas continúen, para mantenernos activos y organizados, que la bandera siga enarbolada hasta lograr el objetivo definitivo que es recuperar nuestra dignidad como personas y la seguridad como nación.
Estoy segura que nuestro espíritu libertario nos hará persistir como las madres argentinas, porque estas pequeñas pero significativas victorias que vamos obteniendo no sean ahogadas con las limosnas y las sobras que da el gobierno, sino que con unidad de propósito seamos capaces de seguir consecuentes y en pie de lucha, hasta expulsar del poder a la mafia que hoy aplasta la democracia en Venezuela.
También es importante no dejarse atrapar por las improvisaciones, las aventuras, las estériles acciones violentas y los discursos intolerantes. Tenemos que ser ejemplo para que todos se sumen con confianza a esta causa, para que nos veamos representados y acompañemos el sentir de todo un pueblo que clama soluciones.
La Constitución nos ofrece una herramienta poderosa, extraordinaria y cuyo control está plenamente en nuestras manos: ese es el voto. Convertir el voto en fuerza social es una decisión nuestra. Convertir la indignación que siente cada venezolano en un voto liberador es posible y podemos hacerlo. Vamos a hacerlo. Vamos a prepararnos. Vamos a organizarnos y seremos invencibles.
Son muchas las razones que se suman para continuar reclamando nuestros derechos. Eso no debe parar. Pero podemos lograr más si nos proponemos convertir la energía y la organización que ya hemos conseguido, en el punto de apoyo para reunir, organizar y motivar el movimiento cívico más poderoso y grande de la historia de Venezuela. El movimiento que finalmente logre aplastar con votos a quienes han traicionado a la patria y a los venezolanos.
De nuevo los maestros y profesores comparten con nosotros una enseñanza. Esta vez convertida en reclamo, organización, persistencia y valentía. No esperaba menos de ellos. ¡Mil gracias!