(10 de agosto del 2020. El Venezolano).- El Gobierno del Líbano al completo ha dimitido este lunes, entre críticas y presiones por la devastadora explosión que asoló este 4 de agosto el puerto de Beirut y varios barrios de la capital libanesa, matando a 160 personas, dejando más de 6.000 heridos y 250.000 personas sin hogar. «Anuncio hoy la renuncia de este Gobierno», ha declarado el primer ministro, Hassán Diab, en un mensaje a la nación la tarde del lunes, en el que también ha insistido en la necesidad de formar un Ejecutivo de salvación nacional.
La dimisión del Gobierno libanés se produce en un momento en el que el país se enfrenta a una rampante crisis económica, el desabastecimiento de hospitales, ya desbordados por el coronavirus, y crecientes protestas ciudadanas contra lo que consideran un sistema corrupto y negligente que facilitó que se produjera la explosión que asoló Beirut, fruto de la deflagración de cerca de 2.750 toneladas de nitrato de amonio abandonados en los almacenes del puerto. «Este crimen [la explosión en el puerto de Beirut]» ha sido resultado de la «corrupción endémica del sistema», ha añadido Diab en su discurso.
Una corrupción de la que ha intentado desvincularse como actor principal, así como a su gobierno de tecnócratas, según él una suerte de chivo expiatorio de la lucha de culpas de la clase política libanesa, apuntando en cambio a que la corrupción es «más grande que el Estado». «Dije que la corrupción está enraizada en cada parte del Estado. Pero he descubierto que la corrupción es más grande que el Estado. Y un ejemplo claro explotó en el puerto de Beirut».
Con Hassán Diab cae también el resto de su Gobierno, del que ya varios ministros habían ido renunciando en los últimos días, como la ministra de Justicia, Marie Claude Najm y el ministro de Finanzas, Ghazi Wazni, este mismo lunes, y la ministra de Información, Manal Abdel Samad, y el ministro de Medio Ambiente, Damianos Kattar, este fin de semana. Otros tantos habían ya informado de su intención de dimitir.
La decisión del Gabinete, muy esperada, había sido confirmada el lunes por la tarde por el ministro de Sanidad, tras una reunión de emergencia del Gobierno, presidido por el primer ministro Hassán Diab. «Todo el Gobierno ha dimitido», detalló Hamad. La dimisión tiene todavía que ser aceptada por el presidente del país, Michel Aoun.
Hasta hace unos días, Diab mantenía que seguiría en el puesto «dos meses más» hasta la celebración de elecciones anticipadas, periodo durante el que las diferentes facciones que ostentan el delicado equilibrio de poder en Líbano podrían preparar una nueva hoja de ruta. «Estoy preparado para asumir la responsabilidad del Gobierno durante los dos próximos meses hasta que todos los partidos acuerden la próxima fase a seguir y el lunes convocaré al Consejo de Ministros para organizar estas elecciones anticipadas», había anunciado el pasado sábado.
Sin embargo, las crecientes críticas ciudadanas y amenazas por parte de varios parlamentarios libaneses de que, si el Gobierno no dimitía, «sería disuelto por el Parlamento» esta misma semana, han forzado finalmente a su dimisión.
La dimisión del Gobierno de Diab, que se convirtió en primer ministro libanés en diciembre de 2019, cuando las protestas de la conocida como ‘revolución del WhatsApp’ forzaron la dimisión de Saad Hariri, el entonces primer ministro, no implica necesariamente unas elecciones anticipadas en los próximos meses. El Parlamento libanés podría elegir un nuevo primer ministro que lo sustituyera sin necesidad de pasar por el trámite electoral. Hasta entonces, el actual gobierno continuaría funcionando como provisional en funciones, tomando decisiones procedimentales pero ninguna de gran calado. Para que se celebraran elecciones adelantadas, el Parlamento también tendría que disolverse.
Violentas protestas
Este sábado, miles de libaneses llenaron las calles de Beirut para protestar por la extendida y crónica corrupción en la clase política de la nación árabe, a la que culpan de la explosión de las 2.750 toneladas de nitrato de amonio abandonadas sin vigilancia en el puerto de Beirut y, a la que responsabilizan, en general, de la crisis que vive el país.
Más de 700 personas resultaron heridas en los choques entre manifestantes y fuerzas de seguridad, que utilizaron gases lacrimógenos, balas de goma e incluso ráfagas de munición real para dispersar las multitudes. Grupos de manifestantes, junto a algunos militares retirados, asaltaron varias sedes de ministerios (los de Economía, Comercio, Energía y Medio Ambiente) y edificios gubernamentales, semi abandonadas y con daños en la estructura tras la explosión. La sede del Ministerio de Exteriores, una de las tomadas por los manifestantes, se la llamó «Sede de la Revolución».
Cuando los manifestantes, la misma noche del sábado, entraron en la sede del Ministerio de Energía y Medio Ambiente, se encontraron con un edificio semivacío en el que estaban encendidas tanto las luces como el aire acondicionado, una perfecta metáfora de lo que muchos manifestantes denunciaban sobre la situación en el Líbano, que está sufriendo desde hace meses cortes diarios de luz y la población apenas cuenta con electricidad unas horas al día.
Los continuos cortes de luz son sólo la capa superior de la profunda crisis que acecha al Líbano, desde la incapacidad del gobierno a organizar la recogida de basuras a la escasez de pan y otros alimentos. Coartado por un sistema político anquilosado de «sectarismo equilibrado» que ha terminado favoreciendo a las élites y alimentando la rampante corrupción, según denuncian los libaneses, los sucesivos gobiernos del Líbano han sido incapaces de llevar a cabo las necesarias reformas tanto económicas como sociales que ahora se reflejan en la peor crisis económica del Líbano desde la guerra civil (1975-1990).