(30 de junio del 2024. El Venezolano).- En la primavera de 2022, cuando estaba por mudarse a Nueva York junto a su pareja, Valerie Weisler se dio cuenta de que quería su propio dormitorio. Venía de cursar un posgrado en Irlanda, donde vivía sola, y la idea de compartir habitación con alguien, aunque fuera su pareja, la aterraba, pero la alternativa también la llenaba de dudas. ¿Está mal que quiera esto?”, recuerda haber pensado Valerie en aquel momento. “Conocés a alguien, te enamorás y se mudan juntos, y mudarse juntos implica compartir habitación. Para mí, la vida era un poco así”.
Su pareja, Ky Dates, que entonces estaba terminando la universidad en Pensilvania, daba por sentado que dormirían en el mismo cuarto –¿o las parejas no hacen eso?– y ese cambio de rumbo le pareció casi una traición. “Estaba totalmente sacado”, recuerda Dates, que temía que fuese una señal de que la pareja no iba bien. “Supongo que reaccioné desde el miedo”, así lo indica nota de La Nacion.
Cuando Valerie le explicó que durante sus años en el extranjero había aprendido a valorar su espacio de privacidad, Ky se acostumbró a la idea y en septiembre de 2022 la pareja se mudó a un departamento con cuatro habitaciones en Crown Heights, Brooklyn, que compartían con dos roommates: cada cual en su cuarto.
Las parejas que duermen por separado son más comunes de lo que podría pensarse: una de cada cinco duermen en habitaciones distintas y casi dos terceras partes de quienes duermen separados lo hacen todos los días, según datos de la encuesta de enero de 2023 a 2200 norteamericanos realizada por la Asociación Internacional de Equipamiento para el Hogar a pedido del diario The New York Times. Esa práctica fue bautizada como “divorcio de camas” y tienen grandes defensores entre las celebridades, como Cameron Diaz, de 51 años y casada desde 2015.
Los diseñadores de interiores notan que son cada vez más las parejas que les piden que reformulen el espacio de la casa para transformar habitaciones independientes en dormitorios que se comunican y asegurarse de que no haya un dormitorio principal y uno secundario, sino que ambos tengan el mismo nivel de confort y decoración.
Tal vez esas parejas hayan descubierto el secreto de la felicidad doméstica: un cuarto propio. Todos duermen mejor, sin escuchar los ronquidos de su pareja ni tener que pelearse por la frazada o desvelarse por la afición nocturna del otro a TikTok. Pero los sexólogos y terapeutas de pareja no están tan convencidos. A Katherine M. Hertlein, profesora del programa de terapia de pareja y familia de la Universidad de Nevada, Las Vegas, le preocupan los motivos detrás de la decisión de dormir en habitaciones separadas.
Pocas metáforas transmiten mejor la idea de una relación que se va a pique que una pareja que duerme separada. La novela Anna Karenina, la oda definitiva a la discordia marital, comienza con un esposo durmiendo despatarrado en un sofá, símbolo definitorio de una familia infeliz. Si bien durante mucho tiempo los aristócratas tenían tocadores separados, como suele verse en series como The Crown y Downton Abbey, también son una clase social que tiende a casarse por dinero o título, no por amor. Las parejas que se casan por amor comparten cuarto.
Si nos quedamos sin ese momento de intimidad garantizada al final de cada día, acurrucados juntos en la cama, que además puede redundar en un gratificante encuentro sexual, las parejas podrían transformarse en poco más que roommates con chapa de algo más importante.
En sus encuestas de 3000 parejas estables, Fraser descubrió que entre el 33% y el 40% informan que están en una relación sin sexo, que desde el punto de vista clínico se define como no tener relaciones sexuales más de seis veces al año.
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