(11 de febrero del 2021. El Venezolano).- El diálogo es una condición muy necesaria en la aveniencia ante todo conflicto; la negociación, implica un proceso complejo y sistémico que atiende a una serie de reglas estudiadas y sistematizadas desde el Renacimiento. Pero, sobre todo, es un arte en el cual los negociadores deben concienciar, muy claramente, no pretender fungir de protagonnistas; resultado de una negociación excelente podríamos compararla con una partida de ajedrez. Y, para que resulte exitosa, duradera y estable, ninguna de las partes debe sentirse derrotada o que haya perdido algún privilegio; mucho menos, en situación de jaque o desventaja ante su rival.
Lamentablemente, aún no se asimila en Venezuela que el resultado del diálogo y la negociación no debería ser la derrota absoluta de alguna de las partes en conflicto. En nuestra historia del siglo XIX tenemos ejemplos de tales acciones: Tratado de Coche, que puso fin a la Guerra Federal, durante una etapa tan difícil más no irresoluta como aquella de la lucha entre liberales y conservadores. También, tenemos el Tratado de Armisticio, firmado en Santa Ana de Trujillo el 26/11/1826 Bolívar/Morillo.
Venezuela ostenta, hoy por hoy una crisis sin precedentes, de origen múltiple sobre la que de alguna forma, tenemos responsabilidad directa y solidaria.
Por tanto, si queremos superar esta crisis inadmisible que vivimos deberíamos reflexionar que al adversario no podemos aniquilarlo en la mesa de negociación y siempre habrá que dejar algo que le permita dar cara ante sus afectos, ya que de lo contrario, surgiría un revanchismo irracional. Dentro de la dinámica de los DDHH no existe otra alternativa sino el carearse a fin de alcanzar acuerdos válidos y ciertos.
Aunque son dos bandos de ideologías intolerables, mutuamente, por amor propio y estima a las generaciones futuras, diálogo y negociación serían la tabla de salvación.
Trátase no de conmiseración, condescendencia; tampoco, una toma de potencia entre gladiadores, sino de una actitud abierta a escucharse mediante una interacción concienzuda, ponderada y objetiva con miras al logro de una salida idónea a la crisis que nos agobia a todos, sin excepción, o caeremos en una involución traumática y dolorosa, sobremanera.
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