(14 de noviembre del 2022. El Venezolano).- La esencia de tres de estos conceptos está claramente documentada a través de la historia. Crimen es privar de la vida a otros seres sin justificación alguna. Corrupción es apropiarse de los bienes colectivos para beneficio individual. Diplomacia es el arte de mantener relaciones pacíficas entre naciones, grupos o individuos (o la continuación de la guerra por otros medios).
Por Gustavo Coronel
De estos tres conceptos, dos son claramente opuestos al buen vivir y rechazados por la gente honesta, mientras que la diplomacia es generalmente considerada como una manera de actuar que puede llevar al mejoramiento de la sociedad, al promover la resolución de conflictos que afectan el bienestar colectivo. Sin embargo, la diplomacia también puede ser una herramienta de degradación ética/moral que, tratando hacer bien, termina por destruir lo que quiso construir. Peor aún, la diplomacia puede ser también un fraude mediante el cual grupos con agendas tribales actúan para defender sus intereses bajo un manto de acción humanitaria, lo cual ya no se trataría de diplomacia sino de degradación y cobardía.
Un ejemplo de diplomacia equivocada de buena fe es la misión que llevó a Berlín al canciller inglés Neville Chamberlain, diseñada para apaciguar a Adolfo Hitler. Al bajar del avión que lo llevó de regreso a Inglaterra Chamberlain dijo”: “Regreso con la paz para Europa en mi bolsillo”. Ya sabemos lo que sucedió después, puesto que Hitler era un criminal y los criminales no creen en la equivalencia moral con la gente honesta, ya que no tienen los mismos objetivos. Los casos de intereses tribales disfrazados de diplomacia son moralmente más censurables, ya que no están basados en un genuino deseo de mejorar la situación del país sino en lograr posiciones o privilegios derivados de su acción.
Las intensas presiones existentes para llevar a la mesa de negociaciones a la llamada oposición venezolana con el régimen criminal y corrupto de Nicolás Maduro es un caso que parece oscilar entre la diplomacia bien intencionada, pero equivocada, y el fraude. Sinceramente, no tengo suficientes datos para aseverar lo uno u lo otro en todos los casos, pero si estoy seguro que estos esfuerzos no son totalmente bien intencionados. Entre quienes hoy promueven intensamente estas negociaciones no todos poseen la misma motivación. En la base de su acción podrían existir muy diferentes porcentajes de cinismo.
- Creo que en el caso del presidente francés Macron, el grado de cinismo es bajo, mientras que el grado de vanidad es alto. En su twitter dijo: “negociadores de ambas partes venezolanas, presidentes de Argentina y Colombia: todos estábamos en torno a la mesa del Foro de París sobre la Paz. El diálogo debe ser retomado para que en 2024 Venezuela tenga unas elecciones libres y democráticas”. Hay en esta postura un intento de lograr protagonismo “a la francesa”, de búsqueda de un papel de liderazgo moral para la “Francia gloriosa”. Sin embargo, esa promoción de diálogo entre víctimas y victimarios difícilmente podrá dar frutos favorables a las víctimas.
- La insistencia de los Estados Unidos en este “diálogo” está dominado por el predominio de la “real política”, la cual carece de escrúpulos éticos. Es una actitud, digamos, 60% cínica, basada en la expectativa que un arreglo pueda bajar la presión inmigratoria actual sobre los Estados Unidos y hasta pueda contribuir un tanto al suministro energético que los Estados Unidos aún necesitan. Ello hizo posible la impunidad en el reciente viaje de Maduro a Egipto (tiene una recompensa de $15 millones del gobierno de USA sobre su cabeza), lo cual lo hizo lucir como defensor del ambiente y hasta le permitió estrecharle la mano al representante de USA, John Kerry;
- En el caso de Gustavo Petro y de Alberto Fernández, presidentes de Colombia y Argentina, creo que el grado de cinismo se aproxima al 90%. Petro ni siquiera disimula su defensa del gánster venezolano, al pedir el levantamiento de las sanciones, tanto las económicas como las personales, contra Maduro y su pandilla de criminales. Petro es un proto-gánster, como se evidenció en su discurso en la ONU en defensa de las drogas., aunque aún no está al nivel del pantano chavista (denle tiempo).
Consideraciones diferentes merecen los miembros venezolanos que se sientan o proyectan sentarse en la mesa de negociación con Maduro. Los miembros chavistas del grupo están allí con la misión exclusiva de sobrevivir políticamente hasta que sea posible y, cuando ello sea imposible, lograr irse del poder sin ser molestados por la comunidad internacional o por lo que reciba el nombre de justicia en Venezuela. De ellos no se puede esperar ningún componente genuinamente humanista en su actitud. Son lavadores de dinero mal habido y expertos en el arte de burlar la aplicación de justicia, arte recibido de los castristas.
Por su parte, los miembros de la llamada oposición pertenecen a partidos políticos que se han ido reblandeciendo en su actitud adversa al régimen, seducidos por posibles concesiones menores de parte de Maduro, migajas del botín del poder. Apuntalados por un falso liderazgo de las mal llamadas fuerzas vivas, como es el caso de Fedecámaras, de algunos encuestadores que viven de mantener la ficción de normalidad política en el país y de un grupo de politólogos con bajos niveles de hemoglobina, estos miembros del grupo liderados por Gerardo Blyde (grupo muy desdibujado, cuyos nombres no hemos logrado ver publicados), están llevando a cabo, para todo efecto práctico, una estrategia de cohabitación, de coexistencia pacífica con los criminales del chavismo. Aquello que solía decirse, con tono de disculpa, sobre la necesidad de comer sapos, se ha olvidado para comer juntos en París, a lo sumo ancas de rana. En este grupo hay de todo: los equivocados de buena fe, que son los menos; los cínicos que saben a lo que van y los cobardes, quienes no representan, sino que deshonran al bravo pueblo.
Por esa vía Venezuela camina, cuando no corre, hacia la anomía.