(13 de julio del 2022. El Venezolano).- Sensor de huellas dactilares, puerta de seguridad, bata de laboratorio: quien quiere entrar en la pequeña sala de producción de drones en Riga, la capital de Letonia, tiene que llevar una red para el pelo y cubrezapatos desechables. Incluso el aire se filtra. Todo tiene que estar impecable para la producción de estos dispositivos de alta tecnología. En la fábrica trabajan ahora también refugiados ucranianos. «Cuando empecé aquí, ni siquiera sabía en qué dirección había que girar para atornillar y desatornillar», dice una trabajadora ucraniana, señalando su destornillador. Sus compañeros y ella llegaron a Letonia tras el inicio de la guerra en Ucrania. En su país natal solían trabajar como bibliotecarios y contables, ahora construyen drones para el ejército ucraniano. Atornillan motores en los drones, ensamblan placas de circuitos y montan piezas de cámaras.
Su nuevo empleador, la empresa letona Atlas Aerospace, respondió a la explosión de la demanda de drones de reconocimiento militar ampliando la producción. «Antes, me conformaba con vender diez drones al mes. Hoy en día estamos intentando aumentar la producción a 700 drones al mes, y eso todavía no es suficiente. Tenemos que pensar en cómo vender más», dice el director general de Atlas, Ivan Tolchinsky.
«Una revolución a nivel táctico»
Tolchinsky, de 36 años, nació en Ucrania pero creció en Israel. Es un veterano de guerra: en una de sus misiones sirvió como francotirador en el ejército israelí en una unidad especial durante la guerra del Líbano. Más tarde estudió ingeniería aeroespacial. El hecho de que su empresa tenga su sede en Letonia es pura coincidencia, dice. Producir drones en Israel habría sido mucho más difícil.
Atlas Aerospace construye drones pequeños, compactos y plegables que pueden caber en una mochila. Son muy solicitados por las fuerzas especiales ucranianas: la empresa ya ha entregado más de 100 drones al ejército ucraniano, y todavía hay demanda, reportó DW.
«Los drones son una revolución a nivel táctico», afirma entusiasmado Tolchinsky, director general de Atlas. «Los soldados en el campo pueden hacer el reconocimiento por su cuenta. Por ejemplo, si un grupo de soldados quiere cruzar una carretera, puede comprobar con el dron de antemano si el enemigo ha tendido una emboscada.»
Ayudando desde el exilio: estas refugiadas ucranianas ensamblan drones que serán enviados al ejército ucraniano
Los drones espían a los enemigos y lanzan bombas
En el mayor conflicto armado en Europa desde el final de la Segunda Guerra Mundial, los drones son ahora omnipresentes. Los más comunes son los dispositivos para aficionados, disponibles en el mercado de la electrónica. Muchos de estos drones civiles proceden de DJI, un fabricante chino de drones y líder del mercado. Los soldados ucranianos acusan a esta empresa de pasar información de seguimiento y datos de vuelo a los militares rusos. DJI niega tal cooperación.
También los ejércitos occidentales tienen drones chinos en sus reservas. Un problema, dice la investigadora Ulrike Franke del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores: «El Cuerpo de Marines de Estados Unidos y la marina alemana y holandesa han adquirido sistemas civiles de drones chinos para utilizarlos en sus buques de guerra. Para la seguridad nacional, esto es por supuesto problemático».
Los drones del sector de aplicaciones civiles tienen una segunda desventaja crucial: operan en una banda de frecuencia fija que puede ser interferida fácilmente. Los llamados «jammers» pueden hacer que los drones se estrellen. Los drones de Atlas Aerospace cambian de frecuencia para evitarlo, otra razón por la que son muy populares.
En Letonia, un grupo de mujeres se inclina sobre una mesa de reuniones. Con guantes, pinzas y cuchillos, están practicando cómo montar una cámara de dron. Dos de las mujeres son de Ucrania. Están orgullosas de su nuevo trabajo: «Estamos construyendo drones para el ejército ucraniano. Con su ayuda, ganaremos la guerra», dice la instructora.
Atlas quiere ampliar la producción y construir otra planta de fabricación para satisfacer la creciente demanda. De media, un dron sobrevive 48 horas en combate, por lo que el flujo de material bélico hacia Ucrania continuará.