(29 de agosto del 2021. El Venezolano).- La frase de “hacerse el sueco, tiene un origen incierto. No hay nada definitivo, pero la versión que me agrada más es la que refiere a los intentos de Napoleón por convencer al Rey Carlos de Suecia de apoyarlo en su invasión a Rusia en 1812.
La historia relata que el embajador sueco en París fingió no entender bien el francés y boicoteo las negociaciones con continuas sesiones de traducción de documentos, hasta que Bonaparte se hartó de tanta habladera y arrancó solo para Moscú sin el apoyo sueco y todos sabemos cómo terminó esa malograda campaña.
Afortunadamente en el caso de Venezuela, con los noruegos ha sido todo lo contrario. Nunca se hicieron los locos en su empeño por ser un factor proactivo en la búsqueda de una salida política potable y los venezolanos debemos ser agradecidos por eso. Noruega nos permite tener una nueva oportunidad para recomponer el país, aunque el camino que hay que recorrer sea culebrero y lleno de patinazos.
Por ahora hay que celebrar que la cita de México arrancó con buen pie, aunque todavía es muy prematuro evaluar resultados. Si embargo lo cierto es que la ecuación ahora si esta balanceada con el madurismo solicitando alivio de sanciones a cambio de garantías democráticas para el activismo político opositor. Y eso puede ser el inicio de una ruta.
Noruega nunca renunció a Venezuela, sino que soportó desplantes y desencuentros como quien ve caer nieve en un fiordo. No se pudo en 2019, cuando incluso se les acusó de tener intereses económicos ocultos en el tema petrolero. Ni tampoco se avanzó en 2020 cuando Trump felicitaba a los escandinavos por su iniciativa, pero decía con sorna que la verdadera negociación con Maduro solo contemplaba el destino su vuelo de salida del país.
Nadie puede saber si lograrán producir un acuerdo, pero han demostrado tienen un equipo de gran experiencia bajo la dirección de Dag Halvor Nylander, quien está a cargo de una oficina especializada en las relaciones internacionales dentro del Ministerio de Asuntos Exteriores que se conoce como la unidad de Paz y Reconciliación. Así de serios son en estos asuntos.
Nylander ya jugó un papel importante en el proceso de paz de Colombia, presente en todos los momentos clave en unas conversaciones que, según él mismo le confesó, le ocupaban «las 24 horas del día, los 7 días de la semana».
En su momento fue un gran triunfo de la diplomacia noruega, aunque hoy el acuerdo parece agarrado de una brocha. El gobierno de Duque nunca se lo tragó y los disidentes de la Farc se mudaron para Venezuela, mientras que el ELN volvió a las andadas. Pero la paz sigue vigente.
En el caso de Venezuela, el principal obstáculo que han encontrado los noruegos ha sido la lengua larga de nuestros actores políticos. En un reportaje publicado por la BBC Lev Marsteintredet, profesor de Política Comparada de la Universidad de Bergen y experto en América Latina, dijo que la filtración de los contactos con el gobierno y la oposición de Venezuela fue una sorpresa para los negociadores, que seguramente hubieran preferido mantenerlos en secreto.
En México al parecer pudieron resolver ese punto y las partes volverán a reunirse el 3 de septiembre, sin haber roto el voto de silencio. Un logro extraordinario que ha pasado casi desapercibido y que evidencia que ahora realmente ambas partes están interesadas en llegar a un acuerdo. El gobierno en eliminar sanciones y la comunidad internacional en lograr un espacio para la confrontación política electoral.
En la capital azteca solo se puede producir un acuerdo muy pragmático que permita a la oposición política a Maduro tener garantías democráticas. Pero claro que eso no será suficiente para relanzar a una oposición fracturada y en buena medida alejada de cualquier escenario electoral desde hace casi cinco años. Pero por algo se empieza.
Así que si tenemos suerte será un documento sin muchas pretensiones, ni grandilocuencia. Tan solo un reconocimiento al momento político que vivimos. No será como el acuerdo por la paz en Colombia, ni mucho menos como lo que se firmó en Oslo en 1993 entre Israel y Palestina, que fue el primer gran éxito de los negociadores noruegos.
Pero el nuestro quizás sobreviva, siempre y cuando lo acompañe la voluntad política de ambas partes. Todo lo contrario a lo que ocurrió con el firmado por Yitzhak Rabin y Yasser Arafat por Israel y Palestina respectivamente. La ansiada paz nunca llegó luego del asesinato de Rabin por un fanático ultraderechista en 1995 y la guerra sigue su curso en esa sufrida tierra.
Los papeles sirven para escribir poemas y proclamas, pero no para obligar a nadie a obedecer la letra. Ni siquiera los matrimonios a juro se salvan de los cachos, mucho menos las naciones donde los liderazgos cambian y no reconocen compromisos adquiridos. Amanecerá y veremos.