(22 de agosto del 2021. El Venezolano).- Si nos vamos por lo simple, por lo supuestamente obvio, siempre va a sonar absurdo relacionar algunos sucesos del mundo con lo que tristemente acontece en nuestro país. Eso lo dicen quienes abstraídos, a veces a propósito, de la globalización tecnológica piensan en este siglo, que cada país es una burbuja aparte sin influencia de nada más que su propia dinámica y realidad social, cultural, religiosa y política.
Imagínense si influyen los acontecimientos de otras fronteras que aún cuando las comunicaciones eran arcaicas, lentas, casi inexistentes, los pueblos tomaron la información, demorada por cierto, transmitida por viajeros para realizar transformaciones importantísimas en muchos casos positivos, en otros no tanto. Es indiscutible que la Revolución Francesa, en un pais a casi 8000 kilómetros de distancia, influyó grandemente en la independencia de América Latina. La historia lo relata y confirma y hoy por hoy está «ola» infame ya de comunismo, terrorismo y radicalismo tienen una hebra que los une, donde conozcan de grupos extremistas quienes además tienen como objetivo imponerse en el poder de sus países, ahí están los financistas del terror, (Hugo Chávez el más traidor y hoy felizmente difunto) para aliarse y darles cabida en nuestro suelo y riquezas. Nadie dude de que los insurgentes radicales islámicos que tomaron el poder en Afganistán días atrás tienen apoyo de la mano sanguinaria del castrochavismo y el grupo de Sao Paulo.
Informarnos un poco sobre quienes son y cuál es su «lucha» nos aclara aún más la opinión sobre estos salvajes.
El pasado domingo entraron triunfantes a Kabul, capital de Afganistán los Talibanes, tomando el poder por la fuerza, para luego de 20 años hacer retroceder a ese país, de vuelta al régimen Talibán. A principios de los años 90 del siglo XX, este grupo nace de una guerra entre sectores mayahidines: los Talibanes, un grupo fundamentalista islámico provienen de un estado fallido, tras la guerra contra la Unión Soviética y numerosos conflictos internos tribales y étnicos. En 1996 consiguen entrar en Kabul, instaurando el Emirato Islámico de Afganistán a las órdenes del mulá Mohammad Omar. El nuevo régimen se basa en la ley Islámica, relegando a la mujer al interior de las casas, despojadas de cualquier derecho fundamental, no pueden trabajar, estudiar ni salir de sus casa a menos que fueran acompañadas por un miembro masculino de la familia y fueron obligadas a llevar la burka (velo integral que cubre todo el cuerpo en público), todo esto alegando respeto al Islam.
Durante los años de gobierno taliban se imponen ejecuciones públicas, amputaciones, latigazos y restricciones a cualquier expresión artística. El territorio se convierte en sospechoso de ser el campo de entrenamiento de Al Qaeda y refugio de terroristas. Los atentados sobre las Torres Gemelas de Nueva York tuvieron como respuesta la operación «Libertad duradera» de EEUU ante la negativa de Afganistán a entregar a Osama Bin Laden. Con el apoyo de la OTAN y otros aliados fueron derrocados.
Pero la estabilidad nunca llegó a lo que quedó de ese país; la presencia de las fuerzas extranjeras y la corrupción de sucesivos gobiernos débiles han propiciado no sólo la supervivencia de los insurgentes durante años, sino su crecimiento, resentimiento y fortalecimiento hasta controlar de nuevo el país. Años de conflicto, miles de millones invertidos, muerte de soldados y ningún avance hacia la democratización del territorio, llevando a Donald Trump a acordar la retirada progresiva de tropas, propiciando la rápida toma de posiciones del islamismo más ultraortodoxo que vuelve al poder tras 20 años de relativo anonimato, tomando a Kabul con la huida de su presidente Ashraf Ghani, el 15 de agosto del 2021.
La evacuación de emergencia de las embajadas deja una triste réplica de lo ocurrido en Saigón, en 1975, en la guerra de Vietnam. El pueblo de Afganistán recuerda los cinco años del régimen taliban con mucho terror, no los quieren de regreso.
Sin mucho que me sorprenda, los primeros gobiernos en reconocerlos fueron, Rusia, China, Cuba y Turquía. A la hora que estoy escribiendo está columna aún no había pronunciamiento de la narcotiranía venezolana pero repito, no tengo lugar a dudas que son sus socios y aliados, son el mismo pensamiento, el resentimiento, odio, rencor, envidia y todo lo que representa la maldad en el planeta. Un dato muy importante de coincidencia con la tiranía venezolana es que su financiamiento proviene del narcotráfico, minería, extorsión y financiación extranjera. Estas son las cuatro fuentes principales de ingresos de los talibanes para financiar su maquinaria de guerra. Son caimanes del mismo pozo.
Son mentirosos, cínicos y utilizan argumentos similares para justificar la violencia. En Venezuela aparentan defender la lucha de género pero apoyan está atrocidad que considera a la mujer un objeto, una esclava.
Desde la cárcel del exilio les recomiendo que no sigan creyendo que la narcotirania venezolana saldrá con votos, por una sencilla razón, ellos saben que están solicitados por la justicia internacional y con recompensas para quienes los atrapen, saben que si caen el pueblo los liquidará. Cómo es que aún se puede ser tan «ingenuo» para creer que la vía hacia nuestra libertad es electoral y menos aún la farsa del 21 de noviembre próximo en la que no está en consideración la salida de Maduro.
Coincido en mi preocupación con el poeta y cantautor Facundo Cabral quien decía: «solamente le tengo miedo a los pendejos ¿por qué? porque… son muchos no se puede cubrir un frente tan amplio y al ser mayoría son peligrosos pueden elegir hasta al presidente..» Agrego yo, relegitimarán a Maduro y sus 40 narcoladrones hasta el año 2100.
Definitivamente los narcomunistas son la peor peste y desgracia de la humanidad, necesitaban un país con inmensas riquezas y nos ha tocado ver con dolor cómo nuestra Venezuela ha sido desfalcada y desmantelada para el crecimiento y la propagación de esta plaga que sólo deja a su paso odio, pobreza y destruccion. Cada instante y sin pausa continúo denunciandolos y haciendo todo lo que está en mis manos para acabarlos y cada semana por esta vía los fustigo con lo único que me queda LA PLUMA Y LA PALABRA
José Gregorio «El Gato» Briceño Torrealba
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