(05 de agosto del 2021. El Venezolano).- Ya lo he escrito anteriormente pero creo importante repetirlo, la miseria no sólo la provoca la carencia de bienes materiales indispensables para sobrevivir, hay una carencia mayor que es la de principios y valores que nos orienten en la vida, es la miseria espiritual, la miseria del alma.
Hay que insistir en educar para la libertad, educar para la democracia. Enseñar a discutir, formar ciudadanos demócratas, inconformes, pero conforme a lo que los valores democráticos establecen. Despertar la inquietud por el destino personal apegado a los valores individuales, sin desconocer las exigencias armonizadoras con los valores sociales, entre los cuales los democráticos son esenciales. Dicho en palabras de Savater: “buscar en común una verdad que no tenga dueño y que procure no hacer esclavos”.
La realidad de Venezuela, su pasado y su presente, es rica en enseñanzas pero no aprendemos de ellas. Pensamos, repensamos y hacemos alusión a ellas, pero no aprendemos, lo cual es muy peligroso, según Confucio.
Los tiranos buscan idiotizar a los pueblos, sumergirlos en la ignorancia, hacerlos sumisos a una propaganda dogmática y al culto de los semidioses analfabetos pero audaces. Aquellos que mezclan las escrituras celestiales con los afanes materialistas y con los ideales de nuestros libertadores. Aquellos que hablan con rimbombancia para los ignorantes sin culpa y los miserables con intelecto pero sin honor,
Decía Ronald Reagan que no hay una bestia más peligrosa en el mundo que un ignorante con poder, y nosotros tenemos evidencias de eso ahora mismo. Hay que hacer un esfuerzo sobrehumano para enfrentar y sobreponerse a un modelo ideológico y político con un pensamiento único. Un esfuerzo por devolver a la democracia sus valores fundamentales. Una democracia que se sustente en la libertad plena de la persona humana.
No ha existido cultura alguna en la que se haya impuesto, ni siquiera dicho, que la mentira es preferible a la verdad o que los cobardes sean más apreciados que los valientes. La mentira permanente es degradante, es el instrumento preferido de los mediocres y viles para intentar imponer sus ideas. El comunismo ha sido eso y el socialismo del siglo XXI va por el mismo camino. Cualquier parecido con la destrucción material y moral de un país como Venezuela, no es una coincidencia, es la triste realidad producto de querer imponer ideas caducas con actitudes infamantes.
La historia política y económica de Venezuela nos revela una sucesión de hechos desafortunados, de francos desatinos, cuyas consecuencias sociales se han ido arrastrando y acumulando tumultuosamente hasta llegar a la indeseable situación de hoy. Tenemos que sacudirnos “el efecto Dunning-Kruger” que nos ha afectado desde hace muchos años, según el cual, las personas con escaso conocimiento tienden sistemáticamente a pensar que saben mucho más de lo que saben y a considerarse más inteligentes que las otras personas más preparadas. Los problemas complejos requieren soluciones complejas y para ello se necesitan personas competentes, y de esas tenemos en abundancia, dentro y fuera del país.