(07 de julio del 2021. El Venezolano).- Me dicen que por las calles de Puerto La Cruz es común ver carros circulando con una botella plástica de cinco litros llena de gasolina, conectada con una manguera al carburador. La colocan sobre el capó bien sujeta, para no perder de vista cuanto combustible dispone, para no quedarse varado en estos tiempos de autonomía reducidísima.
¿Se puede estar peor? La triste respuesta es siempre. Por ejemplo, que no se pueda llenar ni siquiera la pimpina de cinco litros. Pero ese es el retrato de lo que ocurre ahora en la economía venezolana, enferma de hiperinflación, dolarizada de la manera más salvaje y sin capacidad de producción. Donde todo es sobrevivir.
La responsabilidad del desastre es de Maduro, que tiene récord imbatible de recesión y caída del PIB desde 2013. Porque si bien las bases del colapso actual se echaron fundamentalmente durante el segundo mandato de Chávez, Maduro fue hacia el fondo sin que le temblara el pulso. Y luego culpó a las sanciones de EEUU de la penuria. Pero esa política internacional está por cambiar, básicamente porque no es efectiva para derrocar gobiernos autoritarios. Y en Miraflores se relamen, por ahora.
El hecho es que Maduro sobrevivió y el país está mucho peor. Pero el círculo de poder al parecer se mantiene intacto, sin fisuras apreciables y lo que es más importante, con el férreo apoyo del Ejército venezolano, el verdadero gran gendarme y sustento de Maduro.
Por eso incorpora a destacadas figuras de la oposición al CNE, como Leonardo Picón, artífice de la aplastante victoria de la MUD en las elecciones de 2015 y quien prácticamente salió de la prisión, acusado de rebelión, a su oficina rector.
Pero no todos son gestos amables. Con la otra mano el gobierno detuvo sin derecho a la defensa, al director de Fundaredes, Javier Tarazona, quien fue imputado de los delitos habituales, como son traición a la patria, terrorismo e instigación al odio. En realidad, el único pecado de Tarazona fue investigar y denunciar la situación que se viven los soldados venezolanos en Apure, bajo el ataque de irregulares colombianos disidentes de la FARC.
Allí están los límites. Pero es válido que, en un entorno internacional más pragmático, Maduro considere mejorar la economía y seguir el ejemplo chino o ruso. Capitalismo económico y control político autoritario. Una fórmula que permita incluso florecer al empresariado local, siempre y cuando solo se dedique a producir riqueza y no a caer en tentaciones políticas.
Maduro ya lo ha insinuado, pero como es habitual en su forma de gobernar, un día elogia al nuevo empresariado venezolano y poco tiempo después lo cubre de insultos y de acusaciones de golpismo. Sin embargo es cierto que ha habido conversaciones que apuntan a devolver algunas de empresas expropiadas durante los gobiernos de Chávez y Maduro, pero sin resultados concretos.
También se ha referido a la creación de las polémicas Zonas Económicas Especiales, donde se permitiría el ingreso sin restricción de capitales foráneos, que operarían al margen de las leyes nacionales en materia económica. Pero igualmente nada de nada.
Otra opción ha sido ceder a grupos empresariales cercanos la operación de industrias nacionalizadas y luego saqueadas, como Lácteos los Andes. La parte privada asume la gerencia de la empresa y paga una cuota al Estado, que mantiene la propiedad. Una fórmula que tiene un atractivo irresistible para un gobierno venezolano. Dinero sin esfuerzo.
Maduro desoja la margarita, pero no tomará una decisión sobre materia económica. En primer lugar, porque no le interesa y luego porque no ha sido capaz ni siquiera de adelantar alguno de los proyectos con sus aliados. Ni los iraníes pudieron fabricar carros, ni los chinos lograron desarrollar los trenes y vías para el Metro de Guarenas, ni los rusos, gracias a Dios, instalar las fábricas de fusiles de asalto Kalishnikov. Todo se hundió en el pantanal de la corrupción.
Ha tenido muchas oportunidades de mejorar la economía y nunca lo hizo. La primera fue en el mismo comienzo de su mandato, cuando Rafael Ramírez (PDVSA) y Nelson Merentes (BCV) anunciaron el inminente fin de control de cambio y estímulos para la inversión privada.
El antiguo Zar de Pdvsa incluso viajo a Londres para presentar el plan ante el mundo financiero, pero lo llamaron de vuelta antes que abriera la boca. Esa vaina no va, le dijeron en Miraflores y desde allí se definió la enemistad definitiva entre ambos. Al parecer Maduro desconfiaba de Ramírez, quien a su vez despreciaba al primero.
Maduro no quiso o no pudo. Quizás fue su desconfianza hacia los que lideraban la apertura o simplemente no le pareció. Siete años más tarde el panorama es desolador: Venezuela está en su peor momento fuera de la guerra federal o la guerra de independencia. Y Maduro es el gran responsable sin el menor atisbo de duda.
Hoy luego de triunfar en la arena política a un costo terrible, tiene la posibilidad de desatar el rehén que es la economía venezolana y paradójicamente recibir reconocimiento. Incluso agradecimiento por parte de la propia población, hastiada de tanto sufrimiento.
¿Estará dispuesto? No lo creo y si me preguntan la razón, conversen con el alacrán que mató a la rana al cruzar el río del Arco Minero.