(15 de octubre del 2019. El Venezolano).- Un estudio publicado recientemente por la Unicef, reveló que casi 200 millones de ellos sufren de desnutrición en alguna de sus formas (crónica o aguda), mientras que 40 millones viven con sobrepeso. El número de menores que comen menos de lo que deben se ha reducido en todos los continentes salvo en África, mientras que los que están por encima de los kilos saludables han aumentado en todo el mundo, incluido el continente africano.
En este sentido, a través de un reportaje de El País se conoció que el resultado es que un tercio de los niños menores de cinco años en el mundo no está creciendo sano.
«La última vez que Unicef abordó este tema en el informe anual fue hace 20 años. Lo hemos vuelto a hacer ahora porque el escenario ha cambiado. Las miradas están puestas en la obesidad. El de la alimentación es un tema que hay que poner en la agenda en este contexto cambiante«, defiende Blanca Carazo, directora de programas de Unicef España. «Los patrones de nutrición se han modificado, los niños cada vez comen más fuera de casa. Hay que fijarse en los colegios. En mi época no había en ellos máquinas de vending, esto es un ejemplo de uno de los cambios, que no siempre es positivo», apunta Trudy Wijnhoven, especialista de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) en nutrición y sistemas alimentarios.
¿Qué está pasando?
Que se están juntando dos problemas. Por un lado, el acceso a productos ultraprocesados se ha multiplicado y se ha puesto al alcance de las personas con menos recursos, que están abandonando su dieta tradicional. Por otro, los conflictos, las crisis humanitarias y el cambio climático hace que persista el hambre sobre todo en África subsahariana, aunque las cifras no aumentan en el resto de continentes. Solo Unicef trató a más de 3,4 millones de niños con desnutrición severa en 2018. El hecho de que el hambre infantil se haya reducido en general no se puede calificar de éxito. «Muchos más niños y jóvenes sobreviven, pero eso no quiere decir que prosperen», resume de forma cruda el informe global.
Si miramos el mapa de la mala alimentación, la región más afectada por el hambre es el sur de Asia, donde el 34,4% de sus menores de cinco años sufre desnutrición crónica.
La otra cara de la moneda, la obesidad, afecta especialmente a Europa del este y Asia central, con una tasa de casi un 15%. Aunque si combinamos los datos de sobrepeso y hambre, el sudeste asiático es el peor parado: casi la mitad de sus niños no está desarrollándose como debe por alguno de los dos motivos. En segundo lugar está África oriental y del sur, con una tasa del 42%.
Para luchar contra la expansión de la obesidad, los expertos proponen fijarse en las iniciativas que se han tomado en la lucha contra la adicción al tabaco. La Organización Mundial de la Salud (OMS) promovió en 2003 un tratado contra esta sustancia del que salió la prohibición de publicidad, las normas del empaquetado y medidas sobre la concienciación de los peligros, por ejemplo. «En el caso de la industria de la alimentación no es tan sencillo, porque incluye, no solo a las fábricas, sino también a productores, a las cadenas de supermercados… Ahora mismo estamos debatiendo en la FAO sobre si debemos realizar una convención marco precisamente sobre medidas regulatorias de la industria. Pero es algo que todavía es un germen», admite Wijnhoven. El 77% de los productos procesados que se consumen en el mundo provienen de 100 firmas.
Ya hay países que están tomando acciones por su cuenta. «Estamos viendo cómo Gobiernos conservadores, tradicionalmente del lado de la industria, han puesto restricciones. La epidemia de obesidad infantil en el Reino Unido hizo que su Gobierno regulara la venta de determinados productos en los colegios», cuenta el epidemiólogo experto en salud pública de la Universidad de La Laguna, Antonio Cabrera. «Otros países, como Holanda, han optado por establecer un diálogo con la industria alimenticia para que voluntariamente comiencen a reducir el nivel de azúcar en sus productos. Hungría realizó una encuesta nacional sobre entorno alimenticio en las escuelas. Descubrieron que los estudiantes no bebían agua porque no se fiaban de la que salía por los grifos, así que trataron de corregirlo y también introdujeron frutas y verduras en las escuelas», señala la especialista de la FAO.
El 42% de los jóvenes consume refrescos a diario y el 46% toma comida rápida al menos una vez a la semana. «En general, creo que en la adolescencia ya es tarde para actuar, porque los hábitos ya están creados. Hay que comenzar a tomar medidas antes», afirma Wijnhoven. «Sigue habiendo pacientes que debutan con la obesidad en la adolescencia pero se ha sumado otro porcentaje que la arrastra desde la infancia. He llegado a ver obesidad en niños de cuatro años», resume el epidemiólogo Antonio Cabrera. A principios de siglo, uno de cada 10 niños tenían esta condición a nivel global, ahora son uno de cada cinco.
Desiertos alimenticios
Un enemigo silencioso es el hambre oculta, aquella que deja al niño sin minerales y vitaminas necesarias en sus primeros años de vida, lo que puede suponer un retraso en sus funciones motoras e intelectuales.
El informe de Unicef habla de «desiertos alimenticios». Es la paradoja que se da en muchas ciudades, en la que sus habitantes están rodeados de opciones nutricionales, pero todas ellas son altamente calóricas, bajas en nutrientes y se trata básicamente de comidas ultraprocesadas. La FAO está desarrollando un proyecto para mapear los lugares de venta y consumo de comida en diferentes distritos de Tanzania y Túnez. «Señalamos los que ofrecen solo comida rápida, cuántos de ellos se encuentran cerca de los colegios, cuánto tiene que andar una familia para comprar un alimento saludable…», detalla Trudy Wijnhoven. El objetivo es presentar estos datos a las autoridades para que sean conscientes de que existe un problema y dónde hay que actuar. Esta recogida de datos confirma lo que ya han constatado muchos estudios, que es que los ultraprocesados se concentran en barrios más desfavorecidos. «Mi directora, que es de Ghana, siempre me pone el mismo ejemplo, que es más fácil comprar una coca-cola que un pedazo de melón o mango».
Otro de los enemigos silenciosos que señalan los expertos es el hambre oculta, una mala alimentación que deja al niño sin minerales y vitaminas necesarias en sus primeros años de vida, lo que puede suponer un retraso en sus funciones motoras e intelectuales. Son 340 millones de menores de cinco años los que la sufren en el planeta.
Hay cosas que se pueden hacer para combatirla hasta cierto punto, como facilitar la lactancia. «Solo dos de cada cinco niños en todo el mundo se alimentan con la leche materna en los seis primeros meses de vida como recomienda la OMS. Si los permisos de maternidad no lo favorecen, es muy difícil que esto se cumpla. Esto cuando está regulado, cuando no lo está y la madre tiene que irse a las pocas semanas a trabajar el campo o a atender su pequeño negocio, tienen que dejarlo y la leche de fórmula está a mano y es relativamente asequible», apunta Carazo. Los datos de la organización indican que la venta de leche de fórmula ha crecido un 42% en todo el mundo, y un 72% en los países de ingresos medios y altos. «También hay que seguir trabajando en el acceso a servicios de salud y proporcionar agua potable y saneamiento para que, por ejemplo, un niño no caiga en episodios constantes de diarrea», añade.