(12 de junio del 2025. El Venezolano).- En la vida política, económica, cultural y social de cualquier nación, el relevo generacional no es sólo inevitable, sino también necesario. Es un proceso que garantiza la renovación de ideas, la adaptación a nuevos tiempos y la continuidad de los valores que sustentan una sociedad. Nadie es indispensable, y reconocer esta verdad es un acto de humildad y generosidad que permite abrir camino a nuevas voces y liderazgos. Hoy, más que nunca, Venezuela necesita abrazar este principio para avanzar hacia un futuro de esperanza y progreso.
Un ejemplo emblemático de este relevo es Pedro Urruchurto, un joven graduado con honores de la Universidad Central de Venezuela. Su trayectoria es un testimonio vivo de cómo la juventud, cuando se le da la oportunidad, puede asumir responsabilidades de gran envergadura con éxito y visión. Urruchurto ha demostrado una capacidad excepcional para desempeñarse en el ámbito internacional, trabajando codo a codo con figuras de la talla de María Corina Machado y, más recientemente, de Edmundo González. Su labor ha sido digna de elogios, no solo por su destreza técnica, sino también por su habilidad para navegar en escenarios complejos con pragmatismo y astucia.
En Pedro Urruchurto confluyen cualidades que recuerdan a grandes líderes del pasado. Posee la astucia y la habilidad pragmática en el ejercicio de la diplomacia de Marcos Falcón Briceño, figura clave en la política exterior venezolana del siglo XX, conocida por su capacidad para maniobrar en contextos adversos.
Al mismo tiempo, su formación intelectual sigue la estela que nos dejó Simón Alberto Consalvi, que tenía unas facultades virtuosas para desplazarse con éxito por los precios de la ONU, despachar desde la embajada de Washington y los no menos enigmáticos pasillos de los palacios de Miraflores y de La Casa Amarilla, a la vez que brillo como parlamentario en Palacio Federal venezolano. Consalvi fue un erudito y diplomático cuya profundidad de pensamiento marcó una época.
Además, Urruchurto ha mostrado una notable capacidad para negociar y dialogar en busca de consensos, una virtud que evoca el legado de Arístides Calvani, quien siempre abogó por el entendimiento y la cooperación. Finalmente Pedro Urruchurtu ha evidenciado que, además de talento y formación intelectual, está asistido de ese coraje indispensable para asumir responsabilidades en estos trances tan desafiantes que nos corresponde encarar. Basta con recordar el martirio al que fue sometido junto con sus compañeras ¨guacamayas¨ secuestradas en la sede diplomática de Argentina en Caracas.
Estas cualidades no son meras coincidencias. Urruchurto representa a una nueva generación que, sin olvidar ni despreciar las lecciones del pasado, está lista para asumir el timón con una perspectiva fresca y adaptada a los desafíos contemporáneos. Su trabajo junto a Machado y González no solo ha sido efectivo, sino que ha servido como un puente entre la experiencia acumulada y la energía innovadora que los jóvenes aportan.
Es crucial que, como sociedad, seamos generosos y abramos camino a este relevo. El futuro de Venezuela depende de nuestra capacidad para reconocer y apoyar a líderes emergentes como Urruchurto, quienes están preparados para llevar adelante la tarea de reconstrucción y reconciliación que el país tanto necesita. Al hacerlo, no sólo honramos el principio de que nadie es indispensable, sino que también aseguramos que las nuevas generaciones puedan florecer y contribuir al bien común. Claro debe quedar que el hecho solo de tener unos cuantos años menos registrados en un documento de identidad no equivale a una licencia para ascender, esa condición cronológica debe estar aderezada de espíritu de superación, de inteligencia, de vocación de servicio, de solidez ética y de una buena dosis de coraje.
En conclusión, el relevo generacional es una oportunidad para revitalizar nuestra nación. Pedro Urruchurto es un claro ejemplo de que hay talento, preparación y compromiso en la juventud venezolana. Apoyemos este proceso, seamos generosos en compartir el escenario con “la juventud que puede, que tiene vitalidad y la vejez que sabe por la experiencia que acumula”, esa es una alquimia triunfante. Y confiemos en que el futuro está en buenas manos. Sí, hay relevo, y es nuestro deber fomentarlo.