(25 de febrero del 2025. El Venezolano).- La migración a la inversa ha comenzado. Venezolanos procedentes de México están cruzando Panamá con destino al Sur tras renunciar al sueño americano, algunos arrepentidos de haberlo intentado y otros no, pero con la esperanza de volver a comenzar en otro destino distinto a Venezuela.
Más de dos centenares de viajeros irregulares, incluidos niños y la gran mayoría venezolanos, estaban el fin de semana en una localidad cercana al Puerto de Cartí, en la comarca indígena panameña de Guna Yala, prestos a tomar una embarcación con destino al Sur.
Un bote con 20 migrantes, entre ellos 4 niños, salió el domingo de la isla Gardi Sigdub, situada frente a Cartí, para llegar a la isla Calidonia y luego a Puerto Obaldía, una localidad por la que se accede a la selva del Darién, la peligrosa frontera con Colombia que ha servido en los últimos años de corredor para el flujo migratorio.
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«No se dio la oportunidad (de entrar a Estados Unidos) pero no me arrepiento. Nunca me voy a arrepentir. He pasado trabajo, bastante. Ahora el regreso ha sido más fuerte, hasta más costoso está siendo (que la ida), pero bueno, por lo menos hice el intento», expresa a EFE John Orozco, un venezolano de 49 años que pasó seis meses en México.
Orozco, divorciado, con una hija en Venezuela y dos hijos en EE.UU., entró a Panamá hace un par de semanas por Paso Canoas, la frontera con Costa Rica, procedente de México. Hasta ahora ha gastado 900 dólares en este viaje de retorno.
Afirma que con la orientación de otros migrantes que ya cruzaron el territorio panameño en su viaje a la inversa llegó hasta Cartí «evadiendo los puntos migratorios», para evitar que las autoridades lo devolvieran a suelo tico. Solo en Panamá «no dejaban pasar», a diferencia de México y Centroamérica, comenta.
Orozco relata que pasó seis meses en México intentando obtener una cita migratoria a través de la aplicación CBP One, habilitada por la Administración de Joe Biden pero anulada en enero pasado por la de Trump. En México no le fue mal: trabajó y pudo ayudar a los suyos y guardar «algito de plata» para pagar este viaje de regreso. No se quedó allá «por la soledad, la distancia» de la familia.
Ahora la «meta es Chile». Orozco pagará 225 dólares por un espacio en un bote para recorrer un camino que lo llevará primero a Capurganá y luego a Necoclí, ambas localidades fronterizas en Colombia, donde lo espera en Medellín una hermana que le está ayudando económicamente para llegar a tierra austral.
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