(04 de enero del 2024. El Venezolano).- La fundación del diario El Impulso ocurrió en Carora, un pueblito terroso y árido del estado Lara, el 1° de enero de 1904. Fue planeado por don Federico Carmona, un larense visionario que poseía una imprenta y que conocía el arte de la palabra.
Por Luis Alberto Perozo Padua
Allí, en la Imprenta Torres, de don Federico, la cual funcionaba en su casa de habitación con asiento en la esquina suroeste de la plaza Bolívar, cruce de la calle Comercio con calle Zamora, N°3, en fusión con la Imprenta Sucre del bachiller Rafael Losada, se editó un panfleto de dos hojitas de 22 centímetros de ancho por 31 centímetros de alto que fue llevado, a lomo de mula, a todos los parajes de Lara, en donde se exponía la necesidad de crear un periódico que narrara los acontecimientos más relevantes de la ciudad y su entorno.
El Impulso circularía inicialmente como vespertino en los días de labor, a dos bolívares al mes en aquella Venezuela donde apenas el 10% de su población sabía leer. Se imprimía en una prensa Washington que don Federico importaría de Estados Unidos en 1888 y que producía 60 ejemplares en una hora con la asistencia de tres operadores.
La imprenta y el material tipográfico llegó a Venezuela, por la Vela de Coro y fue trasladado a Carora en arreo de burros a través de un agreste recorrido de 300 kilómetros, cuya instalación y ensamble se realizó en dos semanas.
Fue una hazaña para aquel tiempo remoto, donde aún no se hablaba de democracia y progreso, y eso era precisamente el agudo enfoque que persiguió don Federico.
Pero el proyecto de edición de El Impulso tardaría 16 años en concretarse hasta que ocurrió el avance insurreccional de las tropas del general Cipriano Castro el 23 de mayo de 1899 contra el presidente de Venezuela Ignacio Andrade, derrocado poco después y ascendiendo Castro a la primera magistratura tras una elección.
En Barquisimeto con los mejores hombres
Don Federico Carmona, junto a su esposa doña Francisca Figueroa, y hermanos, avizoró un rumbo para el impreso, trasladándolo luego de un tiempo para Barquisimeto, idea que alimentaron en incontables conversaciones a la luz de las velas.
“… Nos mudamos (a Barquisimeto) para renovarnos y renovarse equivale a vivir dos veces” anotaría don Federico en sus Memorias.
Entre 1944 y 1948, El Impulso tenía su sede en la calle Comercio (avenida 20) entre calles 26 y 27 y su “redacción estaba integrada por hombres muy jóvenes y talentosos como: Luis Fernández Yépez, Luis Oropeza Vásquez, Andrés Rafael Chávez, José Herrera Oropeza, Amador Camejo Octavio, licenciado en periodismo, redactor de la columna ‘Ventanales’; y por supuesto Guillermo Morón, reportero quien fungía a la vez como director jefe de la Redacción.
“La noticia se produce y nadie tiene por qué matarla o asfixiarla antes de tiempo. La información se desplaza, no se empuja; se desnuda, pero no se corrompe. Es bueno que sea clara como el agua, desnuda como una lágrima”, evocaría con frecuencia Guillermo Morón a sus diligentes periodistas, oración indestructible que aprendieron a predicar aquellos personajes con devoción.
En el plano mundial
En sus crónicas, Macías Mujica relata, que El Impulso, con menos de cinco años de fundado, “ya entraba en el plano noticioso, no sólo a escala regional, sino internacional, destacando entre sus páginas, la guerra ruso-japonesa”.
“En las principales páginas, se enteraron los venezolanos quién era el comandante en jefe del Ejército japonés que ocupó a Puerto Arturo, por entonces la manzana de la discordia. Supimos del mensaje del Mikado al general Stoessel, intimidándolo a la rendición”, escribe Macías.
EL DATO
Para 1910, se registraban en el mundo 70 mil periódicos en circulación
Implacable censura
Días crueles atravesó El Impulso durante las primeras décadas del siglo XX, y sería durante la cruel dictadura del general Juan Vicente Gómez, uno de los más feroces enemigos de la prensa y del pensamiento, quien sin dilación ordenó la clausura del rotativo y el encarcelamiento de su director, quien a su vez era hijo de don Federico.
Por su osadía de abrir una sucursal en plena capital de la dictadura gomecista, Juan Carmona tuvo que soportar confinamiento en una sórdida celda de La Rotunda, a donde fueron a parar hombres con ideales democráticos.
Durante el mandato de Marcos Pérez Jiménez, en innumerables oportunidades, periodistas de El Impulso, así como sus directores, fueron detenidos y confinados en mazmorras de la dictadura, y las páginas del rotativo revisadas a diario por un sensor que verificaba con arrogancia cada línea, lo que atentaba contra la palabra y el pensamiento.
Luego, en pleno siglo XXI, El Impulso centenario, patrimonio larense y vocero con la más amplia trayectoria del país, es continuamente asediado por el gobierno revolucionario, que con punzantes amenazas públicas de cierre y con ignominiosas visitas gubernamentales, pretendieron arrodillar la línea editorial del periódico.
Desde su fundación aquel 1° de enero de 1904, hasta hoy, El Impulso ha confrontado regímenes que, sin pudor alguno, han ensayado ‑a toda costa- el arte del silencio y la mordaza. Su compromiso con la verdad, la democracia y el país, a sabiendas del riesgo, que no pocas veces se ha materializado en amenazas y retaliaciones, ha permanecido inalterable desde hace 120 años.
Quienes nos formamos y pertenecemos a esta casa editora, entendemos como principio que la verdad no es negociable porque es un eco que con estrépito cobija a todos los pensamientos, inclusive a voces que defienden a los regímenes más abominables y perversos. El Impulso, por 120 años, ha sido un connotado defensor de las libertades públicas e individuales.