(28 de febrero de 2019. El Venezolano).- Cuando hablamos del Estado delincuente, en nuestro libro publicado en 2013, caracterizábamos la sustitución de las leyes y de la Constitución como un complejo proceso donde el Estado se hace fallido y se mezcla también con su modo forajido de relacionarse con la comunidad internacional. A través de ese cóctel de actividades criminales, la cleptocracia se adueñó de Venezuela. Por medio de la corrupción política, y con la llave de la impunidad, se abrieron las puertas a las más diversas actividades criminales que terminaron de sustituir al Estado de Derecho por un entramado delictivo cuyos ejes principales son la corrupción, el narcotráfico y el terrorismo.
No son las sanciones ni el bloqueo las principales causas de la hiperinflación y del deterioro en todos los órdenes que sacude hoy al país. La falta de medicinas, alimentos y la violencia son el resultado del gran saqueo de los dineros públicos como también denunciamos en el libro con ese mismo título, donde a través de exhaustivas entrevistas constatamos que la nación sufrió un robo de más de 350.000 millones de dólares.
El vínculo de Maduro y su esposa Cilia Flores con investigaciones judiciales sobre corrupción y tráfico internacional de drogas en EEUU y con el caso del ex tesorero Alejandro Andrade y su cómplice Raúl Gorrín, confirman nuestra convicción de que en Miraflores opera un sindicato del crimen.
Desde luego, también se ha puesto en evidencia el fracaso de un sistema totalitario basado en un Estado grandote e ineficiente que se adueñó de todo liquidando la propiedad privada y aplastando al ciudadano con la promesa de llevar a cabo una revolución a favor de los pobres que ha terminado siendo un grotesco casino como mecanismo de extracción de las riquezas del país, donde unos pocos enchufados con el régimen jugaron y juegan con los dineros públicos para satisfacer sus intereses personales que exponen a través de un estilo de vida grotescamente lujoso, mientras los venezolanos sufren todo tipo de calamidades.
A esto hay que sumar la invasión cubana que ha tomado por asalto a Venezuela para ponerla al servicio de la dictadura castrista convirtiéndola en su colonia, como bien lo explicó la semana pasada Joaquín Villalobos en su columna de la semana pasada: Cubanos go home.
Bandas de delincuentes pagadas por Maduro aterrorizan a los principales barrios y urbanizaciones, como quedó demostrado ante la opinión pública internacional el 23 de Febrero. Las cárceles son el refugio y el centro de operaciones de los cabecillas o pranes de estos grupos criminales, que en complicidad abierta con Iris Varela, ministra del área penitenciaria, atacan a la disidencia con licencia para matar. En las fronteras actúan en complicidad con el ELN y otros grupos paramilitares, como también ya es público y notorio.
La fuerza armada nacional, el poder judicial, los diferentes grupos policiales, por medio de algunos de sus integrantes, se han convertido en motores de esta maquinaria criminal que está destruyendo a Venezuela.
La ayuda humanitaria y la cooperación militar son las opciones propuestas por la comunidad internacional que tienen viabilidad constitucional bajo el impulso de la Asamblea Nacional y su presidente Juan Guaidó, que también ha asumido las funciones de encargado de la Presidencia de la República, para liberar a nuestro pueblo.
Para ello, la indignación debe seguir organizada y en la calle. Solo así conseguiremos que, además del aislamiento internacional, el usurpador de Miraflores sienta de verdad la presión del descontento popular, logrando de este modo que los oficiales institucionales de las FAN y los jueces exijan al usurpador que se retire para lograr que la mayoría representada en la AN pueda negociar con los diputados del PSUV, una ruta de transición pacífica y la realización de elecciones verdaderamente libres y democráticas.
El usurpador Maduro representa el pasado, la ambición desmedida de mantenerse en el poder como sea, sabiendo que es el principal responsable del desastre nacional y que por ello tiene más del 80% del rechazo del pueblo.
El futuro está en el cambio propuesto por la alternativa democrática, para lo cual es necesario la renuncia del usurpador, establecer un gobierno de transición y realizar unas elecciones libres y democráticas. Como queda claro, es falso el dilema de que esta es una confrontación entre izquierda o derecha. El pueblo venezolano ha sido secuestrado por unos criminales y está luchando para liberarse.
Es indispensable seguir contando con el apoyo de la comunidad internacional. Sin embargo, este gran desafío requiere que mantengamos la unidad, la perseverancia, la valentía, la coherencia y sobre todo, la conciencia de que esta es una lucha que nos corresponde liderar a los venezolanos para recuperar la libertad y la soberanía a través de un gobierno democrático y de unidad nacional.