(14 de febrero del 2021. El Venezolano).- Desde un apartamento ordinario en una tranquila zona residencial de la capital de Venezuela, un joven delgado con corbata libra una batalla cada vez más solitaria contra el gobierno autoritario del país.
Hace dos años, Juan Guaidó se transformó de legislador poco conocido a héroe nacional al representar la amenaza más seria hasta la fecha para el presidente profundamente impopular, Nicolás Maduro.
Durante una protesta eufórica contra el gobierno, Guaidó declaró a Maduro un gobernante ilegítimo y a él mismo como jefe de estado interino, lo que generó un gran apoyo de los venezolanos, el reconocimiento diplomático de alrededor de sesenta democracias y el firme respaldo estadounidense. Contra todo pronóstico, unió a la fracturada oposición del país y ofreció esperanza en una nación aplastada por la represión y el colapso económico.
Hoy en día, las multitudes que lo adoran se han ido, muchos aliados internacionales vacilan y la coalición de oposición se está desmoronando, mientras que Maduro parece más atrincherado que nunca.
El meteórico ascenso de Guaidó en enero de 2019 y ahora su declive han llevado a Venezuela a una encrucijada política que podría definir al país en los próximos años. Está en juego el futuro de los venezolanos sumidos en una de las peores crisis humanitarias del mundo y la supervivencia de la disidencia política organizada en una nación que alguna vez fue una democracia próspera.
Guaidó y sus aliados aún insisten en que constituyen el gobierno legítimo y tratan de utilizar la presión internacional para obligar a Maduro a celebrar elecciones presidenciales libres y justas.
«Creo que estamos cerca de una solución política», dijo Guaidó. «No hay forma de que Maduro pueda recuperar la confianza internacional que es la piedra angular de cualquier recuperación económica».
Pero a pesar de su desafío, muchos de los líderes de la oposición que quedan en Venezuela hablan en privado de un movimiento en su punto más bajo, sumido en el miedo, las recriminaciones y la moral menguante.
Las sanciones estadounidenses diseñadas para ayudar a Guaidó han destruido los ingresos del gobierno, pero también han obligado a los ciudadanos a centrarse en la supervivencia diaria, no en la movilización política. Sus intentos de desencadenar un levantamiento militar terminaron por consolidar el control de Maduro sobre las fuerzas armadas.
Un funcionario de la oposición rompió a llorar al describir la tensión de vivir bajo la constante amenaza de arresto. Otro habló de la creciente apatía del público hacia la política y agregó: «Estamos a punto de desaparecer». Ambos hablaron bajo condición de anonimato para discutir asuntos internos del partido.
Los riesgos, frustraciones y fracasos de los últimos dos años han tenido un gran costo personal para Guaidó, de 37 años, y quienes lo rodean.
Con información de New York Times