(19 de enero del 2022. El Venezolano).- El régimen de Nicolás Maduro inició el año tratando de imponer un discurso de impugnación sobre la crisis económica que atraviesa Venezuela. La narrativa generada con la ayuda de las agencias de noticias internacionales busca desafiar las sanciones de segundo piso impuestas por Estados Unidos a la petrolera venezolana Pdvsa.
Escrito por Antonio de la Cruz
Sabe el sucesor de Hugo Chávez que si no reta las sanciones económicas estadounidenses, su permanencia en el poder será cuestionada este año. Lograr la normalización con el sector privado del país y algunos factores democráticos será cuesta arriba. Los ingresos por las actividades ilícitas, narcotráfico, contrabando de minerales y combustibles alcanzan casi los 10.000 millones de dólares, incluidas las remesas enviadas por los venezolanos en el exilio a sus familiares que siguen en el país.
El blanqueo de capitales ─producto de la economía ilegal─ no permite reactivar el aparato productivo que tanto necesitan Maduro y compañía para la normalización del país. Solo alcanza para el desarrollo de la economía de los bodegones y el mercado inmobiliario al que no tiene acceso el 94,5% de la población pobre ni el 76,6% ubicado por debajo de la línea de pobreza extrema, con ingresos inferiores a 1,2 dólares por día según la última Encuesta de Condiciones de Vida. Por ello, Superbigote crea el relato de la Venezuela petrolera. Para esto, como dijimos al comienzo, utiliza los servicios internacionales de noticias.
La agencia EFE, por ejemplo, afirma: “Venezuela alcanza la producción de 1 millón de barriles de petróleo”. Bloomberg: “Tras 12 años de declive, Venezuela habría recuperado el millón de barriles diarios de petróleo con escepticismo”.
El relato continúa con el ministro de Petróleo, Tareck el Aissami, quien dio a conocer el día de Navidad que “Venezuela habría alcanzado nuevamente una producción de 1 millón de barriles diarios de petróleo, lo que no se lograba desde 2018”. En el mensaje difundido por la televisora Telesur, El Aissami recalcó que esa recuperación fue posible “a pesar de las amenazas del bloqueo criminal de Estados Unidos”.
Sin embargo, los hechos demuestran todo lo contrario. Además, en el caso hipotético de que se aceptara la afirmación del millón de barriles diarios, “una golondrina no hace verano”.
La producción de petróleo de Venezuela apenas aumentó 20.000 barriles/día en diciembre con respecto a noviembre, cuando fue de 661.000 barriles/día según las fuentes secundarias de la OPEP. Y el promedio anual se incrementó 52.000 barriles/día en relación con 2020 (501.000 barriles/día).
Un incremento ─sobre todo en los últimos tres meses─ que obedece a la inclusión de los volúmenes de naftas, condensados, crudos livianos importados desde Irán, usados para diluir el crudo extrapesado de la faja del Orinoco. El petróleo mediano resultante es mayor en volumen porque está compuesto por una parte agregada iraní (1/8) y la otra venezolana (7/8). Por lo tanto, la cifra de producción de la faja está abultada. En el caso de la División de Occidente y Oriente, la suma no supera los 300.000 barriles/día.
Además, para elevar la producción de petróleo en Venezuela se requiere el concurso de las empresas internacionales de servicios (operadoras de taladros) que llevan 1 año fuera del país. Asimismo, se necesita de las transnacionales del petróleo que tienen músculo financiero (big pocket) para invertir en el desarrollo y mantenimiento de la infraestructura. De este modo, se necesitan cerca de 50.000 millones de dólares para aumentar en 500.000 barriles la producción en Venezuela. Una cifra de la que no disponen ─¿o sí?─ los jefes de la revolución chavista.
Por supuesto, la otra parte del relato del renacer de la economía petrolera venezolana es el incremento de las exportaciones. Necesarias para que el régimen de Maduro disponga de dólares lícitos y pueda motivar al sector privado a invertir en la reactivación de la economía. Porque sí hay divisas que respaldan la producción de bienes en el país.
En ese sentido, la agencia de noticias Reuters publicó el pasado 5 de enero que “Venezuela detiene la caída libre de sus exportaciones [petroleras] a medida que la producción se recupera”.
Sin embargo, los datos de la empresa TankerTrackers.com indican que el promedio anual en 2021 estuvo apenas por debajo en relación con 2020. Se podría afirmar que no hubo variación entre ambos períodos. Aunque en diciembre se observó un incremento de 18% con respecto al mes anterior.
Además, las exportaciones de petróleo en 2021 tuvieron dos destinos: China (92%) y Cuba (7%). El ingreso neto por esta venta fue cercano a 4.300 millones de dólares, de los cuales ingresaron a las reservas internacionales del Banco Central de Venezuela 919 millones de dólares. El resto se quedó en cuentas de los operadores políticos que controlan la economía del bodegón.
Los otros dos elementos de la normalización son el fin de la hiperinflación y el crecimiento de la economía.
La agencia de noticias alemana DW tituló “Nicolás Maduro: Venezuela abandona el estado de hiperinflación”.
El jefe del PSUV aseguró que 2021 es el primer año de crecimiento económico en el país desde que empezó la «guerra económica» y se impusieron las «sanciones criminales del imperialismo norteamericano».
Sin embargo, los cálculos del Fondo Monetario Internacional siguen previendo una recesión de 5 puntos del PIB para Venezuela en 2021.
La narrativa de la normalización busca la flexibilización de las sanciones económicas estadounidenses a Maduro y compañía. Por ello, el heredero de Chávez usa las agencias internacionales para imponerla. Pero nada más falso. Sabe entonces que el enemigo que hay que vencer no es otro que el reconocimiento de Juan Guaidó como presidente interino por parte de Estados Unidos y países de la Unión Europea. Si siguen con una estrategia multilateral, Maduro tendrá que negociar porque el pueblo no aguanta más. La muestra fue la elección de gobernador de Barinas.
Por lo tanto, la narrativa de la normalización en Venezuela es solo eso, un relato de ficción.