(26 de enero del 2023. El Venezolano).- Imposible saber con exactitud lo que entra y sale de un país, en términos de mercancía, su peso, el valor que le otorga el cliente; por más control que haya, por más éticos que sean los agentes aduaneros, por más transparente que sea el sistema, siempre habrá una arruga, el alegato, algo que desapruebe el status quo, o la norma cívica. Las aduanas representan el filtro de los filtros, y su mundo, es una compleja constelación de órdenes y contraórdenes que solo la supervisión adecuada, hace de este escenario un aceptable torbellino de sorpresas.
Escrito por: Ramon Navarro
Para un experto en el área como George Burguillos (La Guaira, 65 años) director de Servicios Agecom, agente aduanal, fundada en 1978, las circunstancias aciagas no son la regla, sino la excepción en esta barahúnda, que mueve signos de infortunio y prosperidad material, cuyos indicadores de crecimiento –lo que se exporta e importa– se notan cuando la micro y macroeconomía se instalan en las memorias y cuentas de los entes oficiales y privados.
Burguillos, quien llevan más de cuatro décadas en el ámbito de las aduanas, conoce demasiado bien el monstruo por dentro, no podía sino formarse en esa especie de sociedad movediza que representan los aeropuertos, y en especial, el Internacional de Maiquetía Simón Bolívar. Allí, desde niño, echó sus raíces, afloró con ese condimento energético que la voluntad reconoce cuando hay hambre de crecer profesionalmente.
“Me formé en el ambiente de puertos y aeropuertos. Mi primer trabajo fue en un duty free, en Maiquetía. Luego trabajé unos meses en Viasa, en carga, luego otros meses en Pan Am (Pan American World Airways). Estuve dos años allí, e hice mis primeros cursos de carga, en Miami, un total de tres. Paralelo a eso, estudié en el Instituto Universitario de Relaciones Públicas, me gradué e hice la licenciatura de Ciencias Fiscales, mención aduana”.
Burguillos explica por qué la empresa aduanera que representa, que tiene 45 años en el mercado, es número uno de Venezuela, en relación con el registro oficial. Para el año 1978, primer gobierno de Carlos Andrés Pérez, fundó Triple A, pero la mayoría de las compañías del mismo rubro, tenían ese nombre, y más adelante hizo el cambio con Agecom, con la licencia número 42 del territorio nacional. Reitera que las 41 empresas que le precedieron, y fueron licenciadas del 0001 al 0041, hoy no existen, y deduce, lógicamente, que es la compañía de aduanas más antigua de Venezuela.
Nadie quería hacer ese trabajo
“Vengo de una familia muy pobre, de bajos recursos. De modo que no podía tener una oficina. Empecé con una máquina de escribir que me regalaron, y al rato, el presidente de Pan Am, Antonio Lutz, con quien tenía buenas relaciones, me ofreció una pequeña oficina. Yo me dediqué a sacar mercancía imperecedera, en Maiquetía. Por ejemplo, quien traía un perrito de Nueva York, eso significaba que había que habilitar la aduana, era un trámite que hacía que saliera del aeropuerto a medianoche, y nadie quería hacer eso por 150 bolívares, y eso para mí, era muy significativo”.
La historia también fortalece la marca. La firma aduanera de Burguillos logró emplear en toda Venezuela –en su momento de mayor esplendor– cerca de 1.039 empleados, con oficinas en Puerto Cabello, Guanta, Margarita, Valencia, Maracaibo y Caracas. Pasa el tiempo, muta el país, y las dinámicas sociales, estabilidad económica y yugo político, mediante, ajustan a la empresa, que en la actualidad solo tiene presencia en Caracas, Maracaibo, Maiquetía y Puerto Cabello.
A todas luces, Burguillos estando en Pan Am, no dejaba de observar su entorno, la vigorosa actividad aduanal que se movía en toda la estructura. Con su perspicaz verbo, su carisma para relacionarse con los de arriba y los de abajo, logró que Manuel Mejías, director de Pan Am, en Panamá, lo empezara a enlazar con otros tejidos del ensamble aduanero en Estados Unidos.
“Me conecta con empresas en Nueva York y Miami, y entonces, tuve mi primera representación personal Sky Courier. Era pequeño, ya que empecé a llevar sobres al Bank of America, al City Bank, y ese tipo de cosas. Luego recibí la representación de TNT Courier, luego representé Express 24. También distribuí los periódicos del Miami Herald durante años. También representé a OCS, así como a ItalPrensa, y cree Domesa Internacional. Los primeros ocho courier que existieron en Venezuela los hice yo con mi empresa”.
La profusión que ha tenido Burguillos en su oficio le ha permitido desarrollar un olfato global. “Soy precursor del puerta a puerta aéreo”, reitera. Mucho antes de que se instalara en toda Venezuela las agencias Federal Express, DHL, y otras, ya andaba el guaireño marcado el compás de las entregas inmediatas, y estableciendo fuertes alianzas estratégicas como el caso de Domesa.
“Seguimos creciendo”, fija su mirada en el pasado, “abriendo oficinas en todos lados, almacenes congelados, refrigerados, secos; empezamos a representar a consolidadores de EEUU y luego, abrimos oficinas propias en EEUU que tiene más de 30 años. Nos fuimos convirtiendo en líderes de logísticas internacionales”.
La caza del Tiburón
Burguillos es el actual presidente del Grupo Editorial El Venezolano, cuya sede principal está en Miami. Así como vive el aquí y ahora, desde Puerto Rico, donde reside, recuerda que su papá fue taxista en La Guaira, “y hasta fue mi empleado, hasta que falleció”, y el hecho de haber trabajado en el Departamento de Cargas, de Pan Am, haberse fogueado por innumerables tesituras de una ocupación exigente, en la que trabajó nada menos que 17 años, durante siete días a la semana, ininterrumpidos. Aviva el recuerdo de aquellos “perreros” que se movilizaban por Maiquetía, hasta que los superó creando su propia compañía.
“Perreros porque no tenían oficina, igual que yo. En ese momento me di cuenta de la magnitud y el servicio que, como agente aduanal, debía ofrecer, pero los perreros solo estaban pendientes de hacer un par de trámites y listo”. Burguillos, en el fragor de aquella actividad singular, dejó atrás a Venezuela y se instaló en Miami en 1989. “Estoy preparado en aduanas y eso no me quita que tenga obstáculos. Pienso que fue rápido el crecimiento. Me posesioné, y con las relaciones públicas como guía”.
Dado su celeridad en el ambiente aduanero, todos, dentro y fuera de Venezuela, lo conocen como “El tiburón”. Aunque hay particularidades que, por muy raudo y veloz que seas, te convierten en víctima, como cuando Chávez subió al poder, y en un arbitrario operativo, “me destruyeron la carrera, me quitaron todas las cargas, perdí los clientes, y tuve que empezar de cero”. Burguillos era amigo de Carlos Andrés Pérez, “era una relación padre-hijo”, y en la incontestable sed de venganza, el régimen actuó en consecuencia.
Más adelante, retomó la senda con la National Computer Center, transnacional que se encargó de censar a la población venezolana, y Burguillos asumió la logística. “Hoy día no es la producción agresiva como la tuve en mi juventud”, rememora, mientras asoma lo que no deja de ser un botín corporativo en el sentido que desde la creación de Agecom, nunca han tenido problemas, han sido inspeccionados cantidades de veces, y siempre caen de pie, y tampoco, le han suspendido la clave.
Su experiencia le autoriza a dar recomendaciones, como unificar los impuestos, linkear la aduana venezolana con la estadounidense, evitar en lo posible que la mercancía no se almacene, ya que no deja de ser un poderoso foco de corrupción. La clave es que todo circule hasta el consumidor, sin apremios. “Si la mercancía llega más rápido, se vendé rápido, se paga más IVA, se consume más y todo fluye, pero si no hay no hay capacidad gerencial, todo se tranca.