(20 de febrero del 2022. El Venezolano).- A escasa distancia del paso fronterizo de Colchane, por donde cada día transitan de forma irregular cientos de migrantes provenientes de la vecina Bolivia, un pequeño y precario campamento supone el primer refugio frente al frío y el largo peregrinar por el inclemente altiplano.
Un recinto, a casi 3.700 metros de altura sobre el nivel del mar, con un puñado de tiendas de campaña; incapaz de absorber un flujo que oscila entre 200 y 400 migrantes diarios y al que Efe tuvo acceso en exclusiva.
«Nosotras llegamos acá después de caminar desde principios de noviembre, cuando salimos de Venezuela. El frío es devastador, pero al menos podemos descansar y evitar los peligros que vimos en el viaje», explica a Efe Lisette Andrade, de 32 años y quien acaba de llegar sola, con dos niñas de cinco y tres años y un bebé de pocos meses.
Colapso fronterizo
No hay consenso sobre la magnitud del movimiento migratorio irregular que desde hace un año vive Chile. En 2022 ya se han registrado casi 3.000 ingresos irregulares a través de pasos clandestinos; y 2021 cerró con la llegada de más de 23.000 personas, según cifras de la Policía.
El campamento de Colchane, levantado por el Gobierno, poco puede hacer frente a semejante ola: con un total de 13 carpas de campaña, clavadas al yermo del altiplano, en sus precarias instalaciones los migrantes pasan entre dos y tres días a la espera de un transporte que les permita continuar la ruta.
Una espera que se volvió más angustiosa y difícil hace una semana, cuando camioneros bloquearon durante unos días la ruta en protesta por el aumento de la inseguridad en la zona y que abrió una nueva oportunidad a los coyotes, que se aprovechan de la desesperación de los que caminan.