(15 de julio de 2019. El Venezolano).- México tiembla. Ocurre cada cierto tiempo. AMLO es el acrónimo de Andrés Manuel López Obrador, su presidente. La palabra que mejor describe cuanto ahí sucede es «incertidumbre». No se sabe lo que puede pasar. Cuando las sociedades están en esa situación generalmente ocurre lo peor. El pronóstico turbio paraliza las inversiones e influye en el desenlace negativo. Los mexicanos eligieron abrumadoramente a un personaje peculiar y ahí tienen las consecuencias.
La Bolsa y el peso han caído. Carlos Urzúa, un notable economista, moderado y razonable, renunció al gabinete de AMLO y se inició el incendio. Fue, hasta hace unos días, el Ministro de Hacienda. Como los suicidas educados escribió una carta en la que explica, más o menos, sus razones. Evidentemente, no se ha matado. Vuelve a la cátedra, que es una forma de quitarse la vida, al menos la pública.
AMLO es una persona cómodamente instalada en el pasado. Quiere desarrollar a México con la visión política de 1906, hace 113 años. Pero su modelo es el general Lázaro Cárdenas, estatizador y antiimperialista, que ocupó la presidencia en el sexenio de 1934 a 1940, hace la friolera de 85 años.
Otro desatino. ¿No le basta a AMLO con el trágico desempeño de PEMEX para entender que carece de sentido potenciar nuevamente al estado-empresario? La época de ensayar las estatizaciones era la de Cárdenas y ya se ha visto a dónde condujo. ¿Se da cuenta AMLO que es imposible erradicar la corrupción ampliando el perímetro del Estado y dotando a los funcionarios de una mayor discrecionalidad?
Por Carlos Alberto Montaner | Artículo completo en intdemocratic.org