(01 de octubre del 2021. El Venezolano).- Carlos Andrés Pérez era un oscuro Ministro de Relaciones Interiores de Rómulo Betancourt que enfrentó con mano dura los alzamientos guerrilleros de los años sesenta del siglo pasado, con el patrocinio desde La Habana de Fidel Castro. Tal vez muy pocos recuerdan que en 1963 Pérez estuvo como Presidente encargado de Venezuela durante una breve gira de Betancourt por los Estados Unidos. Diez años después sería candidato presidencial con el apoyo de los primeros estudios de opinión pública, los Focus group y todas las herramientas de las campañas electorales modernas vigentes hasta hoy en día.
Joe Napolitan, el gurú de la publicidad política mundial de ese tiempo, Jacques Regies, un francés altísimo y corpulento, Presidente de Corpa publicidad, junto a un trabuco de talento criollo hicieron la campaña política más admirada y recordada de nuestra historia.
Dos slogan que iban a moldear y alimentar al animal político en el que se transformaría el policía implacable de Betancourt.
Democracia con energía. Representada en la imagen de un politico que era capaz de caminar por horas y saltar grandes charcos de agua como un precursor de nuestra medallista olímpica Yulimar Rojas.
Ese hombre si camina!. Frase atribuida a una viejita del Táchira impresionada por las zancadas hacia la primera magistratura que eran toda una promesa visual de vencer cualquier obstáculo que se presentara y que inspiraron la poesía electoral y musical del gran Chelique Sarabia y la interpretación de los miembros del grupo Los cuñaos.
“ Hombre pueblo, paso firme/y de una sola palabra/ que no equivoca el camino/que nunca tuerce su rumbo.
Ese hombre si camina, va de frente y da la cara (bis)./Paso firme, voz abierta/risa franca, mano amiga/entrelazando destinos sobre la tierra sedienta/Ese hombre si camina va de frente y da la cara.
Caminemos con él hacia el futuro/rescatemos con él las promesas marchitas/un hombre que no engaña, enérgico y sincero/que no equivoca el camino, que nunca pierde el rumbo. Ese hombre si camina, va de frente y da la cara. Carlos Andrés”.
Y ganó. Así comenzaron los tiempos de la gran Venezuela, con la fortuna de los mayores ingresos por el aumento del petroleo solo superados después en malgasto y ganancias del oro negro por Hugo Chávez. Muchos dicen que fué el preámbulo de nuestra desgracia nacional. Yo pienso que son dos tiempos incomparables. Al menos Carlos Andrés intentó la grandeza.
Yo me lo encontraría en tres momentos diferentes posteriores a su primera presidencia.
La primera en una Feria de la Chinita en el lobby del Hotel del lago de Maracaibo como candidato a su segunda presidencia . El Gocho para el 88 ya era una certeza nacional y el estaba a sus anchas en una sesión de relaciones públicas con un carisma y su encarnación del poder. La gente le saludaba con la admiración que despierta un animal político de raza. Hasta los toreros que salían a
la corrida se le rendían con sus trajes de luces. Y volvió a la presidencia. Por la nostalgia de unos tiempos que no han regresado. Al menos por ahora.
La segunda vez, yo era un incipiente reportero de televisión que poco después encontraría su lugar detrás de las cámaras. Recuerdo lo que llamarían. La coronación en el teatro Teresa Carreño con la asistencia de Fidel Castro, disputándole el centro de atención al dueño de la fiesta. Que cosas no?.Pero es que después del caracazo todo cambiaría para siempre. Pérez venía a buscar la redención de sus devaneos con la locura de su primer período. Quería gobernar con los mejores y parece que los mejores no estaban precisamente en Acción Democrática. Un intento de corrección histórica que le aumentó un medio a la gasolina. Un cuarto de un bolivar de los de antes, algo más de la décima sexta parte de un dólar de antes y un país frustrado ardió por los cuatro costados.Después de sofocar este preámbulo de su defenestración, encarnando una vez más al policía de Rómulo, hizo una primera parada en Maracaibo para dar su primera rueda de prensa en una sala de fiestas que estaba debajo de una inmensa pantalla de cine de cemento pintada de blanco del Lago Maracaibo Club. Yo caído de la mata y ante la mirada atónita de la Casa militar casi chocó çon el mismo Carlos Andrés y al disculparme con él pude ver de cerca ese collage silencioso de gestos de su boca antes de decir alguna palabra en su entonación de amabilidad gocha, perfeccionado por Cayito Aponte, su imitador en la Radio Rochela.
La tercera y última vez que le ví fue como productor de mi compadre Guido Briceño, un periodista de una gran trayectoria en el Zulia, a quién acompañé a entrevistarle en Caracas. Me acuerdo que Armando Durán, uno de sus ex ministros, nos esperó en la plaza del hermoso pueblo de El Hatillo para llevarnos a La ahumada, su hogar por reclusión de un proceso judicial por malversación de un fondo secreto de doscientos cincuenta millones de bolivares que tejió su suspensión en la Presidencia por parte parte del TSJ y su destitución por el congreso Nacional en 1993. Una conculcación de amigos y enemigos. De propios y extraños. A lo que se refirió con aquella frase de epitafio. “Hubiera preferido otra muerte”.
Nos instalamos en su biblioteca a colocar cámara y luces para la entrevista. Lo recuerdo entrar vestido con un impecable traje gris, listo siempre para un discurso en la ONU como le dijo a una periodista que le había entrevistado recientemente.
En su estudio destacaba una fotografía agigantada en blanco y negro dónde Carlos Andrés Pérez, a la izquierda se eternizaba erguido y poderoso frente a un micrófono y a su derecha inclinado lidiando con el paral de su microfono el Presidente de los EEUU George Bush padre.
Veo en la pared un recuadro mínimo de madera que enmarca a un bolígrafo Cross dorado sin identificación alguna y mi curiosidad no puede evitar preguntar.
- Presidente y ese bolígrafo?
Y entonces sucede ese instante detenido de gestos con la boca y regodeos que ahora más bien parecen imitar a Cayito Aponte antes de su respuesta de gentil tono andino.
- Con ese boligrafo firmé la nacionalización petrolera.
Nos despedimos del Presidente a la entrada de La Ahumada y vimos como a sus setenta años podía levantar por los aires a su nieto llegando del colegio.
Nunca volví a verle pero por allí, en las redes sociales sobrevive una entrevista con Marcel Granier dónde, como un Nostradamus gocho predice certeramente el destino que esperaba a Venezuela.
Algún día cuando está desmemoria pase, la historia le absolverá como la voz solitaria en una democracia sin energía.
Carlos Andrés Pérez siempre será mi loco favorito en este manicomio trágico.