(29 de noviembre del 2020. EL Venezolano).- Cada nuevo episodio del thriller en el que se convirtió la política estadounidense confirma que el país está partido en dos de un modo que no se veía desde la Guerra Civil. Un sistema diseñado para que ningún sector pueda imponerse a otro y para que todo se resuelva por consenso se enfrenta a la parálisis por la enorme conflictividad que hay entre las principales fuerzas políticas.
Que se niegue a reconocer la derrota un presidente que perdió por 74 votos en el Colegio Electoral y por más de seis millones de sufragios populares, es la escena final de la serie. Especialmente dramática porque Donald Trump lo hace denunciando un fraude a gran escala y buena parte del Partido Republicano hace silencio ante sus acusaciones.
Una mirada rápida podría asumir que este nivel de enfrentamiento es obra de Trump, ya que durante su gobierno se vieron cosas impensables tiempo atrás. Sin embargo, una de las mayores estudiosas de la polarización política en Estados Unidos explica que, en realidad, es un proceso que empezó hace mucho tiempo. La politóloga Frances E. Lee, profesora de la Universidad de Princeton y autora de numerosos libros sobre política partidaria y legislativa en Estados Unidos, sostiene que por la conjunción de transformaciones sociales y políticas, demócratas y republicanos están cada vez más divididos desde hace 40 años.
Para alguien que sigue la política estadounidense a la distancia, la polarización parece directamente asociada a la presidencia de Donald Trump. Sin embargo, usted estudia este fenómeno desde hace tiempo y sostiene que es algo que precede a este gobierno. ¿Cómo describiría este proceso y el lugar que ocupa Trump en él?
—La polarización política en Estados Unidos es un proceso en curso desde la década de 1970. Son muchos años de una creciente conflictividad interpartidaria, de desacuerdos cada vez más grandes entre demócratas y republicanos. Desde 1980, la competencia por el control del Congreso se volvió mucho más cerrada, en contraposición con la mayor parte del siglo XX, cuando el Partido Demócrata era dominante. Los republicanos casi nunca tuvieron mayoría entre 1932 y 1981. Pero desde los 80 se volvió permanente la expectativa de que el Congreso puede cambiar de manos de una elección a otra. Esto hizo que se intensificara la retórica dura, porque los partidos tratan de movilizar a sus votantes en una dinámica que se refuerza y que los va alejando. Durante el gobierno de Barack Obama, la polarización había llegado al peor punto que pudiera recordarse. Entonces llegó Trump, que la exacerbó aún más. Su disposición a deslegitimar cualquier institución que se pone en su camino, incluso el proceso electoral, es algo nuevo. Pero es un síntoma de un problema de larga data en Estados Unidos.
—Ciertamente, no tiene precedentes que un presidente se niegue a reconocer una derrota que es bastante clara y que denuncie un fraude generalizado sin presentar evidencias. ¿Se sorprendió por la reacción de Trump ante el resultado de las elecciones o esperaba algo así?
—No me sorprendió que Trump pusiera en duda una elección en la que perdió, porque también había puesto en cuestión la que ganó en 2016 (risas). Nunca esperé que concediera la derrota, creo que tampoco lo habría hecho si perdía en 2016. Para mi la gran pregunta era qué iban a hacer los funcionarios republicanos, las figuras más importantes del partido. Si iban a apoyarlo en la deslegitimación del proceso electoral o si iban a decir “no, el resultado es claro y la elección se terminó”. No hicieron ninguna de las dos cosas. Solo se quedaron callados. Se corrieron a un costado, esperando a ver qué sucedía, con la esperanza de que los tribunales resolvieran las cosas y ellos pudieran decir que respaldan el sistema judicial. Pero no quieren contradecir al líder de su partido. Eso me sorprendió. Yo esperaba una defensa más férrea de la legitimidad democrática básica. Por supuesto, a los republicanos les fue bastante bien en las elecciones legislativas, tanto en la Cámara de Representantes como en el Senado.
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