(26 de mayo del 2020. El Venezolano).- Venezuela necesita ayuda humanitaria urgente para luchar contra el coronavirus, pese a los constantes mensajes de triunfalismo que lanza la administración revolucionaria, que asegura tener la pandemia bajo control. Esta es la conclusión fundamental de la investigación realizada por Human Rights Watch (HRW) y la Universidad estadounidense Johns Hopkins, que se presenta hoy martes y que airea la situación desastrosa de los hospitales públicos y el pésimo servicio de agua.
Ambas instituciones proponen que sea la ONU la encargada de liderar una operación humanitaria a gran escala, orientada a prevenir «una propagación catastrófica del covid-19 en el país. Es crucial que los gobiernos despoliticen la asistencia humanitaria y que el gobierno de EEUU se asegure de que las sanciones vigentes no agraven la crisis ni obstaculicen los esfuerzos humanitarios».
El panorama que dibuja el informe es desolador. «El sistema de salud ha colapsado. La escasez de medicamentos y suministros médicos, la interrupción del suministro de servicios públicos básicos en centros de salud y la emigración de trabajadores sanitarios ha provocado una reducción progresiva de la capacidad de proveer atención médica. Venezuela está entre los últimos lugares del Índice de Seguridad Sanitaria Global de 2019 (180 entre 195 países), ubicándose así entre los menos preparados para mitigar la propagación de una pandemia», asegura.
Hasta el momento, el gobierno de Nicolás Maduro sólo reconoce 1.121 contagiados y 10 muertes, unas cifras que la investigación que se hace pública hoy pone en duda, ante la escasa fiabilidad de las más de 800.000 pruebas rápidas ya realizadas. La capacidad para procesar pruebas PCR no sería de más de 100 por día.
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«Las estadísticas que salen de Venezuela son absurdas. No es posible que en un país donde los médicos no tienen agua para lavarse las manos en los hospitales, el sistema de salud está totalmente colapsado, hay hacinamiento en los barrios populares y en las cárceles, y las autoridades persiguen y detienen a los que intentan visibilizar la realidad en el país, haya un poco más de 1.000 casos confirmados de Covid-19 y solo 10 muertes. Esto es una bomba de tiempo y si la comunidad internacional no actúa rápidamente para que llegue asistencia humanitaria apolítica a Venezuela, vamos a tener que lamentar muchas muertes», resumió para EL MUNDO José Miguel Vivanco, director para las Américas de HRW.
Las entrevistas realizadas a profesionales sanitarios de 14 hospitales de Caracas y cinco estados del interior confirman la escasez de agua, falta de saneamiento e higiene y la falta de jabón y desinfectante en los centros médicos. «Con el aumento de la inflación y la devaluación de los salarios, cada vez les resulta más difícil llevar su propio material, como jeringas o guantes. Pacientes y personal de salud se ven obligados a llevar su propia agua para consumo, para lavarse las manos antes y después de procedimientos médicos, para limpiar insumos quirúrgicos y, a veces, para descargar los inodoros», desvela el informe.
La última encuesta nacional sobre el impacto del covid-19, con fecha del 15 de mayo, aporta cifras recientes sobre el sector salud: los guantes escasean un 57,14%, las mascarillas un 61,9%, el jabón lo hace un 76,19% y el alcohol desinfectante se va hasta el 90,48%.
Las protestas por el pésimo servicio de agua han crecido en los últimos meses. Sólo ayer se registraron al menos diez en la capital venezolana, todo un récord. Según las pesquisas de la ONU, en el 25% de los hogares criollos no hay acceso sostenible al agua potable y en cuatro de cada diez viviendas las interrupciones del suministro son diarias.
El último invento bolivariano para combatir la «sequía» en sus municipios proviene de China: una flota de camiones cisterna para repartir agua a los ciudadanos, lo que ha multiplicado el malestar vecinal. En las colas de reparto se incumplen repetidamente las normas de distanciamiento social que predica el gobierno.
En el interior de los hospitales las consecuencias son aún peores: desde la reducción de las cirugías hasta la contaminación en el proceso de las diálisis. La limpieza tampoco es posible en profundidad, lo que conlleva el cierre de plantas y quirófanos. Olores nauseabundos, plagas de roedores y baños colapsados son ya habituales en buena parte de las instalaciones del país.
«La principal respuesta de las autoridades venezolanas es la desidia», concluye la investigación de HRV, el Centro de Salud Pública y Derechos Humanos y el Centro de Salud Humanitaria, ambos de la Universidad Johns Hopkins.
Con información de El Mundo