(24 de marzo del 2025. El Venezolano).- Lo que estaba para cumplirse, no se cumplió, y lo que no se cumple, merece ser revisado, estudiado, ponderado con las estrategias del caso, sin aventuras indiscretas. El mundo político en Venezuela no es criminología palaciega; es razonamiento calculado, y discernimiento. Hay que saber distinguir entre el fracaso y la desventura. Lo primero, no tiene remedios, es una sintomatología social irresoluta; la segundo, debe ser visto como un juego de beisbol, donde el bateador, siempre dispone de otra oportunidad para soñar con un buen estacazo.
El personaje central de la novela “Tantas veces Pedro”, del escritor peruano Alfredo Bryce Echenique, se mantiene en un hartazgo devocional con una mujer, que, al final, no es más que una ficción, y perdonen el spoiler. Con las diferencias del caso, Edmundo semeja, en su imaginario, algunas tropelías de Pedro Valbuena. Desde idealizar su viaje a Venezuela el 09 de enero, e imaginarse la banda tricolor, autoimpuesta, hasta hacer incomprensible su silencio.
¿Dónde está Edmundo? ¿Cómo es que su volatibilidad se ha convertido en un Salmo? Lo que siembras, cosechará. Salmo uno. Dichoso el hombre que no va a reuniones de malvados, ni sigue el camino de los pecadores ni se sienta en la junta de los burlones, más le agrada la Ley del Señor y medita su Ley de noche y día”. Dicho está. Ni malvados ni reuniones. A la vista, solo un abultado sigilo.
Si más dura será la caída, y no nos referimos al brillante libro de Budd Schulberg, para cuando definitivamente entiendan que hay que procesar el drama y seguir adelante, la normalidad ha tomado cuerpo, más allá de las voces múltiples que claman por el cambio. Solo que los líderes son cada vez más menos líderes, y la disidencia, opositora en el exilio, es en algunos casos, apenas una extensión de los malos hábitos de la política venezolana.
Edmundo sigue altivo en su circunspección. El escritor y periodista nicaragüense, Sergio Ramírez, publicó recientemente una nota en El País, de Madrid, que tituló: “Edmundo González Urrutia, un hombre tranquilo”. Diríamos, demasiado tranquilo. Exageradamente sosegado. De vez en cuando dice algo, y de vez en cuando María Corina también dice algo. Los dos piensan que las elecciones parlamentarias, pautadas para el 25 de mayo, configuran otra trampa. Otro matadero, otro fraude.
A estas alturas del partido, lo sensato es salir a batear, a votar, a ejercer un derecho que aún permanece en la Constitución. Mientras haya Carta Magna, hay que asumir el rol de una ciudadanía responsable. Y, esto que podría ir contra el ideal de no “convalidar” el sistema yendo a votar, no es más que una falsa teoría del martirologio. Es decir, que no nos martirice lo que ocurrió en 28 de julio de 2024. Te lo alabamos señor.
Estoy de acuerdo con ir a votar en mayo, así como con un riguroso reordenamiento de las filas parlamentarias opositoras para dar, una vez más -sí, y cuál es el problema, por qué no, si estás vivo- la batalla de las ideas que corresponda. Si hemos de reconocer que nuestras raíces son demócratas, que nuestros ancestros lucharon por un país libre, cuál es el problema de seguir haciendo resistencia con el sufragio. ¿La cubanización de la sociedad venezolana? Puro refrito ideológico. ¿Qué parte de la historia republicana no entendieron?
Alí Primera, que era un figurón de la izquierda venezolana y latinoamericana, decía en una de sus canciones que “el pueblo es sabio y paciente”. Parece una ingenuidad, pero no lo es. ¿Qué hacer si no votamos’ ¿En qué consiste la agenda de Edmundo y María Corina? ¿Resistir en el etérico? ¿Cuál es la viabilidad de lo que pretende la oposición? ¿Vamos a seguir pariendo resentidos en nuestra Venezuela por el solo hecho de dejar libre unas tribunas parlamentarias que pudieran estar cubiertas con voces disidentes? ¿Por qué señalar de traidor a quienes ven en las elecciones una opción de sensata resistencia?
Los malos de la película, todos los conocemos. Nos referimos a la mala oposición. Lo viable es salir a votar, sin atender a los fundamentalistas de lado y lado. Así como la pasión de Pedro Valbuena, la de Edmundo es una obra, de una curiosa desdicha anticipada que niega todo acto de rebeldía, como no sea él quien capitule lo que resulta de su imaginación.