(24 de noviembre del 2020. El Venezolano).- Es muy poca la simpatía que le tengo al Che Guevara. Su accionar sanguinario, su homofobia, su intolerancia y autoritarismo hacen que sus méritos palidezcan, aunque su motivación haya sido loable. Tomando al régimen castrista como parte de su legado, admirarlo termina siendo sumamente difícil.
Esta posición es muy diferente a la del trovador cubano Silvio Rodríguez. Su “Canción del Elegido“ es una declaración lírica de devoción al Che, una posición que ha defendido entre vericuetos durante décadas. Paradójicamente, es una de las canciones más conmovedoras que he escuchado. Durante tres minutos toda la animosidad se despeja y, como a través de un proceso alquímico, empatizo con Silvio y su “animal de galaxias“.
Quizás es un exceso sentimental de mi parte, pero el hecho es que cualquier muro conceptual previamente erigido se derrumba de inmediato. Me hace trascender mi propia experiencia, con mis sesgos y limitados modos de percepción.
La posición política de Silvio es controversial, por decir lo mínimo. Ha sido un defensor del régimen castrista desde sus inicios y con frecuencia ha negado los crímenes de lesa humanidad cometidos en Cuba. Él mismo se ha declarado un “necio“ en este sentido y, aunque sí ha reconocido algunas fallas del gobierno, no ha habido un distanciamiento en lo absoluto. Cada persona es un mundo, con complejidades insondables.
Lo cierto es que desde los setenta, y empezando con su impecable álbum “Días y Flores“, Silvio Rodríguez ha sido la cara de la nueva trova cubana. Su ingenio lírico, habilidad en la guitarra y voz característica le dieron reconocimiento internacional, y lo conserva hasta el día de hoy.
La política es un tema presente a lo largo de toda su obra, pero de ninguna manera es el elemento principal. Sin embargo, la polarización, el fanatismo y la falta de discurso público en torno a las expresiones artísticas y su valor social han hecho que se asocie su nombre más a una posición ideológica que al contenido de su repertorio. Resulta lamentable que toda una vida componiendo sea marginalizada por el ojo público, siempre tan enfocado en el conflicto.
Difícilmente encontrarán una entrevista en la que se le pregunte cuál era su intención al escribir “La Maza“, que quizás sea su obra maestra. Por otro lado, son infinitas las conversaciones en las que su activismo es cuestionado y/o demonizado.
Con frecuencia predomina la identificación con la propia posición política y las animosidades que de allí se desprenden, y con ello desaparece cualquier forma de empatía. Demonizamos y caricaturizamos, y la intención de aquel que piensa distinto se hace irrelevante. Queda entonces solamente una interpretación parcial y cerrada de los hechos. Si Silvio Rodríguez, con su inmenso talento, provoca un rechazo de tales dimensiones debido a su posición política, ¿cómo serán las interacciones cotidianas con los que piensan distinto?
Silvio cuenta con un rico repertorio con centenares de canciones que exploran diferentes aspectos de la condición humana. Es un compositor ingenioso, cuyo legado musical quizás nos sensibilice al valor que pueda haber en la visión de aquellos que habitan las antípodas.