(21 de noviembre de 2019. El Venezolano).- Gracias a la generosidad de sus vecinos, los ancianos Haydé Chacín y su esposo José Calderón sobreviven en los suburbios de la segunda ciudad más grande de Venezuela, Maracaibo.
El administrador de un vivero de la misma calle les da un poco de arroz cuando no tienen nada que comer. El guardia de un restaurante del frente hace llegar una manguera a su casa día por medio para que llenen baldes con agua.
La pareja recoge botellas de plástico en la basura del barrio y recibe centavos por cada una. Usa leña para cocinar al aire libre en el patio. Se quejan de que los programas sociales del gobierno no bastan.
“Somos dos que vivimos pobres, pero humildemente”, dijo Chacín, quien tiene 60 años.
La pareja lucha a diario por sobrevivir y acepta filosóficamente su mala fortuna en momentos en que el líder opositor Juan Guadó llama a la gente a salir a la calle para tratar de forzar la caída de Nicolás Maduro.
Pocos en Maracaibo se plegaron a esos esfuerzos de Guaidó por revitalizar su movimiento, a pesar de que la ciudad ha sido muy golpeada por la crisis. Sus residentes soportan apagones diarios en una región muy calurosa.
El petróleo del Lago Maracaibo hizo de Venezuela una de las naciones más ricas de América del Sur. Pero los detractores del gobierno dicen que dos décadas de socialismo acabaron con la industria petrolera, que hoy produce mucho menos que hace 20 años. El gobierno atribuye sus problemas a sanciones de Estados Unidos.
Algunas riberas del lago están cubiertas por manchas de petróleo que se filtra de plataformas desvencijadas y dificultan la vida de los pescadores de la zona. El olor del crudo cubre esta ciudad de un millón de habitantes.
Miles de venezolanos acuden a la basílica de Maracaibo en esta época del año para rezar por que Dios los ayude a superar enfermedades o a concebir hijos. Pero muchos fieles dicen que la crisis que causó el éxodo de millones de venezolanos hace que pidan por algo más grande todavía.
“No vengo pedir milagros. Vengo pedir es por Venezuela, por un milagro sumamente más grande, que nos ayude a todos los venezolanos a salir de este crisis”, expresó Jessica Araujo, de 36 años. Se emocionó al hablar de su marido, que se fue a Colombia hace cuatro meses con la promesa de enviarle dinero ella y sus dos hijos.
Todavía no ha recibido nada, indicó.