(12 de agosto del 2024. El Venezolano).- Es complicado recordar un apoyo tan masivo a un político desde Hugo Chávez. Mucho antes del 28 de julio millones de venezolanos contaban en el metro “No quiero bono, no quiero ná, lo único que quiero es que se vaya Nicolás”.
Escrito por: José Antonio Medina Ibáñez
Incluso, estaban felices porque Hugo Chávez había nacido un 28 de julio, lo que significaba que, mientras Maduro celebraba por la noche, en uno de los jardines del palacio de Miraflores, el cumpleaños del difunto, con tarta, velas encendidas y cantos, el resto de los venezolanos celebrarían el fin del chavismo.
Pero más que festejar, también estaban felices porque el movimiento que había en las calles era abrumador, todas las encuestas (ORC Consultores, ClearPath Strategies, Delphos o, Consultores 21) coincidían en una derrota aplastante de Maduro y, de paso, habían perdido el miedo al socialismo del siglo XXI.
No se trataba, ni se trata de una movilización de clases, ni de ideología, era el suelo de la opinión pública la que estaba hablando en las calles; los millares de motociclistas que salían de los ranchitos de Petare o, los bloques del 23 de Enero, no conocían a los que lo hacían de las elitistas urbanizaciones de las Mercedes, La Alameda, Bello Campo o, Las Terrazas de Ávila.
Las larguísimas colas de votantes en todo el país hablaban y cantaban contra el tirano, al mismo tiempo que tiraban estatuas de Chávez y, quitaban los “Puntos Rojos” que, elección tras elección aparecían cerca de los centros de votación para intimidar y hacer proselitismo. Era el festejo de contar con dos líderes creados a pulso.
Por eso, cuando Elvis Amoroso salió y dijo aquello de que con el 80% de las mesas escrutadas, y una participación electoral del 59%, es decir, 12.452.042, Maduro ya era el presidente porque por él habían votado 5.150.092 de personas y, que González Urrutia había perdido con 4.445.978 votos, nadie le creyó.
La primera reacción nacional fue de silencio absoluto en todo el país, como si hubiese un duelo nacional, no se había digerido el fraude y, ni los chavistas salieron a festejar su victoria. A las horas, en los cerros de Petare comenzaron a sonar las cacerolas, replicadas más tarde en todo el país y, tras ellas vino una avalancha de análisis, imágenes y, la prensa mundial.
Como dijo el consultor político venezolano, Neptalí Figueroa, por cuestión de suerte salió un selfish tomado en una mesa oficial del gobierno recontando los votos, lamentablemente para los chavistas, las imágenes de todos los monitores reflejaban que el color azul de González Urrutia ganaba abrumadoramente al rojo de Maduro.
Y, ¿qué va a pasar en Venezuela?
Como el ganador no quiere mostrar sus cartas, todos coinciden en un descarado engaño, en el fraude electoral más grande dado en América Latina.
Maduró sobrepasó todos los límites y, cómo no es posible ningún esfuerzo que pueda desmentir su conversión a dictador del siglo XXI, nos ha dejado conocer su mayor de las apuestas, el ingresar a los BRICS+ en octubre para lavar sus trapos.
No es una tontería, sería socio y amigo de Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica, Irán, Emiratos Árabes Unidos, Egipto, Etiopía y Arabia Saudí, lo que le ayudaría a legitimar su régimen; podría participar en un bloque geopolítico que representa el 25% de las exportaciones mundiales y, con su incorporación superaría el 29% del PIB mundial, además, junto a Rusia, Irán y Arabia Saudita, controlaría el 42% de la producción mundial de petróleo y el 51% de las emisiones de gases de efecto invernadero.
Por otro lado, China le permitiría hacer frente, de manera legal, a cualquier sanción financiera, porque podría participar del Cross-Border Interbank Payment System chino y, del Banco de Desarrollo de los BRICS, es decir, Venezuela, no tendría que preouparse por ser parte del sistema de la Sociedad para las Comunicaciones Interbancarias y Financieras Mundiales (SWIFT) para realizar transferencias de fondos y/o compromisos entre bancos.
La incorporación de Venezuela le daría un tanto a China y Rusia en la región, pero a un grado de desestabilización que nadie es capaz de prever.
Sin embargo, todo esto debe esperar, por lo menos y según Maduro, hasta la XVI cumbre de los BRICS en octubre de este año en la ciudad rusa de Kazán, momento en el que Venezuela pasaría a formar parte de una nueva historia latinoamericana, según el rey de los pajaritos; mientras tanto, deberá apechugar el haber perdido la credibilidad y capacidad mundial de opinar.
Guerra de quinta generación
Dentro de este escenario, EE.UU. y sus socios, estarían obligados a crear sanciones más personalizadas, con nombres y apellidos, incluyendo a familiares y testaferros de los commendatores marcados como narcopolíticos o narcomilitares, intensificar la presión dentro de las FFAA, limitando las futuras garantías sobre quienes mantengan el apoyo a Maduro; insistir en que Colombia, México y Brasil se erijan en los responsables del regreso de la democracia a Venezuela, sin pasar por nuevas elecciones como las de Barinas en 2021, mantener la decisión sobre el no reconocimiento internacional de los resultados si no hay actas verificables o, intensificar la iniciativa sobre la capacidad de crear y distribuir la información.