(23 de abril del 2020. El Venezolano).- Hemos decidido creerle a los que callan, cuando explican que su silencio se debe al miedo y no a la complicidad.
Por eso, no le exigimos a los dirigentes políticos venezolanos que nos expliquen por qué hemos tenido que soportar que la justicia de otros países sea la encargada de llamar criminal al régimen criminal. Por eso, nos hemos negado como sociedad a preguntarnos al menos, por qué tantos años de silencio.
Es como si se hubiese pactado no hacer preguntas, no exigir respuestas.
Una trama gigantesca de narcotráfico y legitimación de capitales en el estado Falcón. Ese estado escoge doce (12) diputados a la Asamblea Nacional, siendo opositores desde 2015 ocho (08) de esos doce (12). Ninguno de los ocho diputados opositores ha abierto jamás la boca, ni escrito una carta, un artículo o asomado una sospecha siquiera sobre el tema del narcotráfico en esa región.
En el estado Sucre, desde hace décadas el narcotráfico se apoderó de la vida económica, de las calles, de las embarcaciones, de la pesca, de la navegación. De los diez (10) diputados de la región, seis (06) son opositores. Varios de ellos, declaradores de oficio: se les ve al menos una vez por semana hablando de lo humano y lo divino en prensa, redes, etc. Del narcotráfico, ni una palabra.
Como si el tema no existiese.
Silencio como norma.
Pero es que cada sociedad tiene los políticos que ella misma se forjó. El mismo silencio que consigue un periodista cuando va a San Juan de las Galdonas, en el municipio Arismendi del estado Sucre, es el mismo silencio que se guarda en Bolívar o en Porlamar o en Carirubana o en Maicao. Una sociedad que decidió callar, y en casos donde el problema hizo gangrena, se pasó del silencio a la colaboración abierta o velada.
No traigo a colación el caso de San Juan de las Galdonas por casualidad. Es que esa población, ese municipio y ese estado, son paradigma de la pérdida territorial que la Nación sufre, con el narcotráfico y las mafias como victimarios. Allí, en ese municipio, se han vivido guerras a tiros que han durado días, semanas, en rencillas entre los capos que dominan la zona. Un joven alcalde, Enrique Franceschi, fue asesinado a puñaladas en su casa y después de matarlo físicamente, lo mataron moralmente hablando de un caso pasional. Luego, lo mataron históricamente al no hablar nunca más de su caso. Ni su propio partido, Acción Democrática, lo nombra.
¿A que se debe ese silencio?
¿Por qué en época electoral salen dos candidatos por partido, pero nunca se habla del tema de fondo, que es el control territorial y económico, para no hablar del militar y policial, del narcotráfico en el país?
Es más sencillo de lo que parece: porque así como la señora que vende empanadas en la orilla de la playa en Puerto Santo prefiere callar sobre el tema porque sus dos hijos son lancheros del narco, de la misma manera preferirá al político que se calle sobre el tema. Y el político calla, pues comprende la situación. Porque quizás sus hijos, hermanos, compadres o financistas están tan metidos en el narcotráfico como los hijos de la empanadera.
Mientras tanto, pobladores de las costas de Sucre cuentan por cientos la cantidad de lancheros oriundos de la región presos en cárceles europeas por delito de tráfico de drogas.
Y esa es otra evidencia de la que no se habla en Venezuela.
Y ahora ¿Qué hacemos con la verdad?
Es ahora cuando la sociedad, responsablemente, tiene que empezar a mirarse a sí misma de forma crítica. Se ha construido un Narcoestado a la vista de la sociedad. El silencio ha sido el cemento que ha unido los ladrillos de esa construcción infame. La vista gorda causó lo de siempre en estos casos, sea en Zulia, Falcón, Carabobo o Sucre.
Sea el caso Vargas, con Carneiro como gobernador y líder del cartel de los soles y con sus secuaces bien engranados en la administración regional, con las guerras entre bandas que dejaron en el camino a alguien que se le alzó: El “Pastor” Freddy Romero, ex “pran” de El Rodeo conocido como Alias Kike. Su cuerpo apareció quemado en una carretera mirandina después de pelearse con Carneiro. Para controlar el poder de Carneiro le mandaron nada más y nada menos que al hermano de Clíver, Carlos Alcalá Cordones. Llegó a ser alcalde un período. Y allí sigue Carneiro mandando.
Lo de Carabobo es no solo silencio, sino también amnesia. Porque la construcción del poder del narcotráfico en ese estado, al igual que en Vargas, tuvo un desarrollo lento pero sostenido de más de cuarenta años. Empresas fachada, prósperos empresarios de las traganíqueles, de la construcción, de la aviación y del sector comercio, nunca fueron rechazados ni en el Jockey Club ni en el Aeroclub de Valencia ni en la intensa vida social de la región. Hoy veremos como aparecerán amnésicos de ayer echando el cuento a su manera, culpando a otro y desviando la atención de la realidad: una clase política de todo color y de toda posición obvió, silenció y hasta participó en la construcción del poder del narcotráfico en la región.
Y así en Falcón, territorio que desde tiempos coloniales ha vivido del contrabando hacia y desde las islas holandesas. Y en Zulia, donde ningún político opositor ha hablado jamás de la Familia Meleán y sus actividades, ni de la legitimación de capitales a través de la compra a asediados propietarios de fincas, fundos y haciendas a precios viles, impuestos por la ley del fusil.
De eso no hablará jamás ningún dirigente del Nuevo Tiempo de Rosales, que estuvo desde 2000 hasta 2017 en el poder estadal y municipal zuliano. Tampoco hablará la Primero Justicia de los Guanipa, que llevan 30 años haciendo política en la región sin hablar de narcotráfico.
Ni lo dirá Voluntad Popular, el partido de Lester Toledo en la región. Faltaba más.
¿Ha escuchado usted al gobernador “opositor” de Nueva Esparta, decir una palabra sobre el narcotráfico que opera en la isla a sus anchas, colocando cocaína y marihuana de origen colombiano en territorio europeo, como indican reportes oficiales de autoridades de este continente? ¿Lo ha escuchado hablar de la presencia de radicales islámicos de Hizbollah, afincados en la isla desde al menos 1997? ¿Escuchó hablar del tema al gran jefe indio de la ínsula, Morel Rodríguez, gobernador en siete oportunidades de la región?
Pero más importante aún es esta pregunta: ¿Exigió usted, ciudadano de Carabobo, Falcón, Vargas, Nueva Esparta o Zulia, o de cualquier lugar de Venezuela, respuestas ante el avance del narcotráfico?
¿Usted tampoco lo vio?